Cultura

UNA VOLUNTAD SIN CADENAS

Por: Andrés Valle Mansilla

Terrence Malick es un cineasta y filósofo que no brinda conferencias de prensa y que no hace cine dirigido para las mayorías. No busca la taquilla para enriquecer a la industria, sino que hace reflexionar al espectador a través del arte de mirar una película y extrayendo sus conclusiones de acuerdo al contenido de su cine, muchas veces dedicado a cosas tan elementales como la creación, la vida, la fe, el amor, la ternura, el silencio, etc. “Una vida oculta” es una de las mejores películas de la cartelera comercial y, sin temor a equivocarme, podría estar entre las mejores del joven año 2020. Porque Malick, en su calidad de cineasta nos ha dejado filmes notables como “Badlands”, “La delgada línea roja”, “El nuevo mundo” y “El árbol de la vida”

Franz Jägerstätter era un campesino austriaco ejecutado por los nazis por negarse a prestar juramento de fidelidad a Adolf Hitler y servir en el ejército alemán. Esa es la premisa sobre la que se basa “Una vida oculta”. Al principio es la típica película hagiográfica de ésas que se transmiten en EWTN o PaxTV, sobre todo con el audio español peninsular que muchas veces le quita intensidad y hasta calidad al metraje. Es como proyectar La pasión de Cristo, de Mel Gibson, en cualquier idioma que no sea arameo y latín. Incluso podría decirse que se centra en aquéllas partes más trascendentales de la vida del personaje, como si fuera un resumen audiovisual, de la misma forma que la historia de un artista, héroe, político, criminal, etc, que nunca dejará de darle insumos a Hollywood para amenizar, de acuerdo al estilo de cada realizador.

Sin embargo, cuando empiezas a verla quedas un tanto desconcertado ante la prolongada duración de ciertas escenas y momentos en la trama, los monólogos en off y con clave reflexiva, los silencios, los primeros planos y los momentos de diálogo que son pocos. Ahí te das cuenta que no es un biopic convencional, ya que acá no se busca ilustrar con abundante información literaria sobre cada detalle de la vida del personaje, sino contemplar atentamente su vida cotidiana, la relación con su esposa, sus hijas, sus vecinos, y sus autoridades, y cómo todo ello nos lleva a conocerlo mejor con pocas palabras. Son memorables sus palabras en defensa de su postura, poco antes de ser guillotinado: “Si debo escribir con mis manos en cadenas es mejor que si mi voluntad estuviera encadenada”.

Entonces, ¿qué hace especial a Una vida oculta? Su carácter contemplativo en lo referido a la fe del personaje, el amor a su familia, sus momentos de alegría y espontaneidad, su fe inquebrantable, la relación con sus vecinos y autoridades que ceden ante el avance de la ideología nacionalsocialista (una licencia que Malick se toma con respecto a la actitud antifascista que tuvo la gente de St. Radegund) y, especialmente, su fidelidad a su conciencia católica, debidamente cultivada mediante la oración, la apologética y la práctica como terciario franciscano, igual que su esposa. La fotografía de los paisajes montañosos de Austria, la vida reposada de los habitantes del pueblo, sus faenas diarias, sus prácticas religiosas y su actitud ante la cada vez más agresiva política nazi, son lo más atractivo de la película, al igual que las excelentes actuaciones de todo el reparto, especialmente del protagonista August Diehl.

No obstante, hay dos aspectos que resaltan por encima de todo ello en el film. En primer lugar, el tratamiento filosófico de la trama. Malick busca reflexionar sobre el sentido del dolor y la incomprensión en un mundo alejado de Dios y de toda práctica de misericordia en nombre de un nacionalismo extremista abiertamente hostil contra cualquier forma de disidencia. Para ello no se limita a exaltar la belleza rural y montañosa del pueblo de Franz, sino que también la busca en el interior de las cárceles, patios y tribunales manejados por los nazis.

En segundo lugar, la imagen de Dios. En una escena, un restaurador de los frescos de la iglesia del pueblo dice que, sin creer necesariamente en lo que profesan los cristianos, pinta o restaura aquéllo que ellos sí creen, “mirando hacia arriba”, pero que busca pintar a un Jesucristo realista, es decir, como se vería si viviera en ese pueblo y pasara por todo lo que la gente vive diariamente. Sin duda, el artista es un hombre en búsqueda de la verdad por medio del arte, pese a las contrariedades de su oficio o de su propia vida.

Las películas “Sophie Scholl: los últimos días”, “Un hombre para la aternidad”, e incluso la bélica “Hasta el último hombre”, contienen tramas basadas en personajes históricos que actuaron de acuerdo a su propia conciencia sin traicionarla. “Una vida oculta” no escapa a ello, pero con su carácter meditativo, pausado y lleno de contrastes invita al espectador, a lo largo de sus 3 horas, a adentrarse en el misterio de la providencia, la resignación, la incomprensión, la fortaleza interior y el poder del amor, a través del testimonio de Franz Jägerstätter, reconocido como mártir y beatificado por el Papa Benedicto XVI en presencia de su viuda de 96 años. Sus hijas, nietos y bisnietos también asistieron a la ceremonia.en su pueblo de la diócesis de Linz, Austria.

En resumen, es una película alegre y triste, luminosa y oscura, angustiosa y esperanzadora, salvaje y civilizada. Todo a la vez; tan contrastante como las experiencias del personaje, no muy distintas de lo que cualquier persona vive cuando se toma en serio la salvación de su alma en medio del valle de lágrimas que constituye nuestro paso por esta vida. Una película sincera, hermosa, humana y recomendable que necesita mayor difusión ante la trivialidad de lo que muchas veces ofrece la cartelera comercial.

 

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