Cultura

OLÍMPICAMENTE BIZARRO

Por: María Ximena Rondón

En el lenguaje coloquial castellano, se suele utilizar el término “olímpicamente” a modo de un adjetivo de corte superlativo. Ahora, tras la ceremonia de inauguración de las Olimpíadas París 2024, finalmente podemos emplear aquel término para describir una serie de momentos bizarros ligados a la gloria del deporte.

De los antiguos rituales griegos y a las expresiones culturales milenarias hemos llegado al punto de que una ceremonia de inauguración olímpica parece una celebración callejera del orgullo gay y todo lo que incluye este paquete ideológico en la nación liderada por Macron.

Hay ceremonias de inauguración olímpicas memorables y preciosas como la de Atenas 2004, Pekín 2008 y la belleza de Sochi 2014 (edición invierno). En cada una de ellas, deslumbró la riqueza cultural e histórica a la par de exquisitas piezas musicales y una increíble puesta en escena. A nivel personal, resultó satisfactorio verlas e incluso encendían en el corazón la emoción por conocer una nueva cultura y la importancia que daban al deporte.

En cierta forma, podríamos afirmar que buscaban mostrar la excelencia que el ser humano puede alcanzar a través del arte y de la actividad física. No olvidemos que, en Grecia, “areté” era la búsqueda de la excelencia y la mayor perfección a través de la educación. El ejercicio era una parte de alcanzar aquella perfección.

Por otro lado, quienes son o fueron deportistas (en mi caso ex-karateka) sabemos que en estas prácticas hay una serie de valores y enseñanzas positivas para la humanidad: la disciplina, el sacrificio, la perseverancia, la constancia, la resiliencia, la superación y el esfuerzo. Todo ello se pretende simbolizar en las ceremonias de inauguración y clausura. Incluso, la antorcha refleja esa llama perenne del espíritu de lucha.

Sin embargo, la ceremonia de apertura ha mostrado un gran abanico de libertinaje, depravación y banalidad.

Comenzaremos por el elemento más memorable y sin el cual la experiencia en París no está completa (quienes hayan visitado esa ciudad lo entenderán): las ratas.

Bajo el concepto de un recorrido por el río Sena, en cada “parada” se presentaba algún valor francés, especialmente los revolucionarios: libertad, igualdad y fraternidad. Cada puesta en escena transmitió al mundo un espíritu francés bizarro y depravado.

Un primer momento fue cuando, tras la presentación de la delegación de Baréin, quienes profesan el Islam, apareció una cabaretera salida del Moulin Rouge, quien resultó ser Lady Gaga. No se requiere mucho sentido común para respetar la moralidad de algunas naciones.

Otro momento, que me sacó un grito de horror, fue una puesta en escena del cuadro en honor a la “libertad”, el cual incluía heridos y que consistió en una transición a una María Antonieta decapitada, sosteniendo la cabeza en sus manos y con el cuello emanando líquido rojo vital, que entonó unas notas como preludio a un “intermezzo” de metal.

La “libertad” también incluyó una escena que destacaba la literatura sexual francesa, ignorando por completo valiosos clásicos, y un trío. Todo ello muy bizarro.

Posteriormente los desfiles y la “moda” eran más una imitación del “Capitolio” de los Juegos del Hambre, que el despliegue de la famosa alta costura francesa. Aquel estilo tan alabado en las redes sociales fue reemplazado por trajes grotescos, que buscan manifestar esa desesperada ruptura con todo lo “tradicional” y dar paso a una nueva forma de ver el arte y las ideas.

Estos esfuerzos, en los que casualmente estaban involucrados los franceses, datan del siglo XIX, en los que a través de la poesía pretendían manipular emocionalmente a la gente para romper con lo tradicional. Este fragmento de la historia figura en el brillante libro “The rise and triumph of the Modern Self”, escrito por Carl R. Trueman.

Si esta ceremonia de inauguración ha pretendido transmitir algún legado a la humanidad, sin duda ha logrado mostrar un lado putrefacto, retorcido y bizarro al que se puede llegar como persona.

Queda pendiente ver cómo es el tratamiento que le dan a los deportes durante las competencias.

 

 

 

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