Por: Federico Prieto Celi
Cuando la mente se cansa y se satura por cualquier contingencia y cuando la memoria se bloquea por exceso de recuerdos dolorosos, entonces entra a dominar la imaginación, que dirige la inteligencia de la persona, sacándola de la realidad y empoderándola en la locura. La locura no es otra cosa que el descanso de una mente agotada y una memoria torturada, que dejan paso a un panorama nuevo, creado subjetivamente, irreal, donde el individuo puede vivir tranquilamente su existencia, como el Quijote de la Mancha, satisfaciendo sus ansias de realización de caballero andante. No en vano, desde su visión espiritual, ascética y mística, la Madre Teresa comentaba que la imaginación es la loca de la casa.
Sabemos que el recto proceso de los sentidos internos se inicia con el sentido común, pero cuando la patología psicológica afecta a una persona, el sentido común se acomoda a los requerimientos de la imaginación, que recrea un horizonte subjetivo, aceptado acríticamente por una mente y una memoria agotadas, que no pueden actuar. Ese parece ser el proceso interno de una persona enajenada mental, una persona loca.
Ahora bien, a los integrantes de una masa electoral cualquiera, les puede pasar lo mismo que al individuo aislado. Cuando los mensajes razonables de los candidatos han sido aceptados reiteradamente con la esperanza de que se conviertan en realidad, pero una vez que el caudillo pasa a ser jefe de estado, los programas no se llevan a cabo, mientras la sociedad se corrompe, entonces la mente se agota y la memoria sufre. La imaginación, que toma entonces el mando de la inteligencia, abandona el sentido común, busca lo más placentero: el mensaje demagógico del manipulador del pueblo, que sabe que no puede cumplir lo prometido. La mente ignorante de la masa electoral, obnubilada la inteligencia y atarantada la memoria, acoge con ganas la utopía y vota por ella. La nación fracasa y cae en lo que se llama un país fallido.
Ese es el horizonte que tenemos los peruanos ante el proceso electoral del 2021, porque estamos adormecidos, muy recortada la libertad social, en una locura temporal pasiva por el covid-19, abandonado el sentido común, mientras el estado nos manipula a través de los medios de comunicación. ¡Necesitamos libertad social y comunicación sincera para un debate responsable antes de las elecciones del 2021!
Somos un conjunto de 32 millones de habitantes en un territorio con una extensión de 1.285.215,60 km². Dudamos de la política de salud que está aplicando el estado. Vemos por experiencia que la infraestructura de salud es deficiente. Sabemos que se deberían hacer más pruebas para detectar a tiempo los contagios y no se hacen porque no tenemos laboratorios suficientes. No se tiene certeza de estar aplicando el tratamiento adecuado a los enfermos. No hay fábricas de oxigeno medicinal suficientes para atender a la demanda de los contagiados en cuidados intensivos. Ni siquiera sabemos el número de muertos por coronavirus. ¿Y así vamos a elegir al mejor candidato a la presidencia, mientras recién llegan las vacunas? ¡Es una locura!
Pero se censura por activa y por pasiva un producto como el dióxido de cloro, con acusaciones anti-científicas de ser veneno, cuando hay estudios que aseguran que ambientes tratados con una pulverización de dióxido de cloro son seguros para la respiración del ser humano, y fueron efectivos para acabar con el virus de la influenza A en 2008. Acusaciones sin fundamento, de los laboratorios farmacéuticos que no obtendrían ningún beneficio pues no podrían patentar dicha sustancia.