Iglesia

LA INTERIORIDAD

Por Ignacio A. Nieto Guil

LINEAMENTOS GENERALES:

La soledad del desierto, el misterio, el existir y la certeza de Dios; son algunas cuestiones que frecuentemente nos podemos plantear como seres humanos y, aún más, sabiendo que el hombre por su naturaleza es un ser trascendente y, por ende, llamado a ese camino como hijo de Dios. Al mismo tiempo, es un ser contingente, ya que no es un Ser Necesario – como Dios – o sea que el hombre puede existir como no existir a raíz de su finitud. Ahora bien, ¿Qué papel juega la interioridad del hombre? Y a continuación surgen una serie de nuevas preguntas en torno a la primera cuestión ¿El interior estará sujeto a formalidades como las del mundo exterior? ¿Dónde radica la libertad del espíritu? ¿Y qué conflictos se suscitan en nuestra interioridad?

Básicamente, como se observa, el punto de partida está dado por una serie de afirmaciones y preguntas. Afirmaciones, porque tenemos el auxilio de la teología y la filosofía, más precisamente de la metafísica que estudia los primeros principios y las primeras causas, el Ser y el Ente, etc. Y preguntas, porque del todo no conocemos muchas cuestiones, es decir, hay una suerte de misterio, donde el hombre debe tener una adecuada actitud interior para poder envolver esa incógnita que rodea la vida. Y propiamente, nos alejamos del campo discursivo, pues se vuelve más difícil expresar, por ejemplo, como es tener una relación personal con Dios, o sea mi “yo” con Dios. Y, ¿cómo explicamos esa disposición del espíritu que me lleva a querer conocer y contemplar a Dios? La primera aproximación es decir a través de una Gracia; o sea un don que nos regala Dios para que podamos conocerlo y amarlo. Naturalmente, es una respuesta que nos da la teología y la revelación. Gracias a esta última Dios se ha se dio a conocer a los hombres. Una segunda aproximación puede darse por la filosofía y en especial la metafísica, como hemos dicho anteriormente. La realidad nos devela que existimos y que el mundo también, puesto que hay una existencia-real, concreta.  Y esta existencia – de personas u objetos, por ejemplo – no puede existir de la nada, por lo tanto debe haber un Ser Necesario y una Primera Causa o Primer Motor, en acto puro (1) que haya creado al mundo y también a nosotros, y, precisamente, a ese Ser lo llamamos Dios, el cual es omnisciente, omnipresente y omnipotente – atributos–. A está verdad que acabo de enumerar llegamos por el intelecto. Como verán, hay dos caminos, uno que llegamos por la Gracia y la verdad revelada, y el otro que llegamos por la inteligencia. Lógicamente ambas se enriquecen mutuamente y se necesitan. La Fe no está disociada de la razón; todo lo contario, construyen juntos el camino para llegar a la Verdad misma.

Ahora bien, mencionado el tema de la gracia –teología– por un lado y la metafísica –filosofía– por el otro, seguimos sin entrar en el tema principal de esté escrito: “la interioridad”. Pero valga la aclaración, no quiero ingresar en una confusión de tipo inmanentista ni subjetivista. En primer término, el fin del hombre se encuentra fuera de él, o sea en Dios; por ello hablamos de transcendencia y no de inmanencia. En segundo término, la verdad no es algo del subjetivismo, es decir, no me salvo por lo que yo piense, como crea que puedo salvarme o por una especie de fuerza interior. Dios nos dio reglas a seguir a través de la revelación divina. Lo malo es cuando se exacerban esas reglas y se absorbe de forma deshonesta la interioridad humana, no encaminándola hacia un verdadero equilibrio en el aspecto interno y externo. El P. Castellani, uno de los mejores expertos en Kierkegaard, se pregunta y podemos decir que al mismo tiempo afirma: ¿Qué es el fariseísmo, ese pecado que no tiene perdón, ni en la tierra ni el cielo, sino haber matado en sí mismo la inquietud religiosa y eso por medio de la misma religión, separada monstruosamente de su raíz psicológica? (2). Como se ve hay una matriz psicológica e interna unida indefectiblemente a la cuestión religiosa.

KIERKEGAARD:

Aclarado todo lo anterior, es hora de ingresar en el tema de la interioridad y reflexionar sobre el asunto en cuestión; por supuesto, sin corromper lo que hemos explicado vagamente. El existencialismo a la cabeza de un pensador danés llamado Søren Kierkegaard (1813 – 1855); fue uno de los autores más prolíferos en indagar en el tema de la interioridad humana. Tarea, por supuesto, sumamente compleja y controversial. Hay un dicho que reza: “cada persona es un mundo”. Pero, por suerte hay genios como el jorobadillo danés; y, quizás su mundo interior haya sido muy rico y basto; algo que muchas veces no es bien comprendido. Incluidos los ámbitos religiosos. Y obviamente quien no tenga riqueza interior no lo verá, y puede que critique a quien a partir de indagar en la hondura del espíritu, llegue a ciertas verdades, incluso las de tipo místico. Citando nuevamente al P. Castellani, catalogó al danés como “un gran místico” (3).

En este sentido, Kierkegaard es un antihegeliano declarado, puesto que se opone al “sistema”, entendido como esa categorización abstracta que intenta explicar toda la realidad a través de la razón. Es por ello que será un gran crítico del racionalismo idealista de Hegel (4). Asimismo, desarrolla tres estadios de la existencia. En primer lugar, el estadio estético. Aquí el hombre es marcadamente hedonista”, pues constantemente busca el placer; además de ser un sujeto superficial que vive de las apariencias y el sensualismo. En segundo lugar, el estadio ético. El hombre en esta fase, está marcado por el “deber” y, por ello, será la típica persona que debería comportarse correctamente. El filósofo danés, por ejemplo, ubica el matrimonio en la fase ética; es que, según parece, rompió su compromiso con Regine Olsen, entendiendo que su misión sobrepasaba la fase ética. En tercer y último lugar, el estadio religioso. Kierkegaard, precisamente, se hallaba ubicado en este grado, siendo el más elevado de los tres estadios existenciales. En este aspecto el modelo para Kierkegaard lo encarna Abraham, el Padre de la Fe (ver en Temor y Temblor).  Abraham por mandato divino se dispuso a sacrificar a Isaac; cuestión sumamente horrorosa si se analiza desde el punto de vista ético. Pero, para Dios nada es imposible, incluido encomendarle a Abraham que sacrifique a su hijo. Así, lo que mueve a Abraham es su absoluta Fe en Dios y se dispone a obedecer el mandato divino hasta las últimas consecuencias. Aquí, no se rechaza la ética, sino que pasa a ocupar un segundo plano, subordinado al deber religioso en virtud del absurdo. Debe entenderse bien esta última expresión utilizada. El P. Castellani nos ilumina notoriamente en esta tarea, diciéndonos que “no nos engañemos”, pues absurdo es una expresión “humorística” en el pensador danés o “polémica contra el racionalismo”; agregando que el filósofo “distingue” como un tomista lo que es propiamente absurdo, que no se puede pensar, y lo que es el absurdo de la Fe que no se puede “comprender”(5). Por tal motivo, Kierkegaard, afirma que se produce una “suspensión teleológica de la ética”, ya que hay deberes del individuo para con Dios, que incluso lo hace ir en contra de lo general y la ética misma (6).

«Sin riesgo no existe la fe. La fe es precisamente la contradicción entre la pasión infinita de la interioridad y la incertidumbre objetiva. Si fuera capaz de llegar a Dios objetivamente, entonces no creería; pero gracias a que no puedo debo creer. Y si quiero conservarme en la fe, deberé siempre procurar mantenerme en la incertidumbre objetiva, no perder de vista que me encuentro en la incertidumbre objetiva “a 70.000 pies de profundidad” y aún así, creer»  S. Kierkegaard, Apostillas conclusiva, op. cit., p. 313.

También, Kierkegaard le da primacía al individuo y a su existencia concreta. Para el pensador danés la subjetividad es un aspecto central en el sujeto concreto y existente. Pero, no hay que entender la subjetividad de acuerdo al menoscabo moderno a través, por ejemplo, de los aparatos ideológicos, sino todo lo contario; Kierkegaard huye de la pura abstracción totalizante que, incluso, asfixia al hombre y su existencia; no permitiéndole estar en contacto con el Absoluto. Aquí, equivale decir que el hombre tiene primacía por sobre esa razón totalitaria del sistema que, en muchos casos, llega a la negación misma de la existencia de Dios. Por ello, Kierkegaard le da validez a la subjetividad entendida, cuando el hombre está verdaderamente a solas frente a Dios; ese ser único e irrepetible en pleno contacto con lo infinito, sin que intervengan esos mandatos supuestamente “objetivos” y “racionales”. Y es en este sentido, que la interioridad, o lo que equivale decir nuestra conciencia del propio yo –o sea la conciencia en sí mismo– tiene verdadera primacía en la concepción Kierkegaardiana del individuo, ya que es el ser finito que se coloca frente a lo infinito y eterno; con su libertad, con sus decisiones y tomando el riesgo de elegir el Absoluto.

Recordemos que el autor danés es un pensador religioso. Y, en esa senda, intenta comprender como ser un buen cristiano; tarea en última instancia bastante compleja. Su modelo lo encarnará el caballero de la fe, siendo éste un verdadero contemporáneo de Cristo, y es quien se abandona plenamente al Absoluto, o sea a Dios. Tengamos presente que Kierkegaard reiteradamente criticó al cristianismo luterano de Copenhague, ya que se trataba de un mero convencionalismo social de tipo burgués. Lo anterior, se vio claramente plasmado luego de la muerte del Obispo Mynster, al que catalogaban como un verdadero testigo de la fe; cuestión que el pensador danés criticó duramente, diciendo que la vida de un verdadero cristiano debe estar expuesta al dolor, al sufrimiento y a la persecución, hechos que el Obispo jamás había experimentado en vida. Nuevamente, queda en evidencia la verdadera preocupación y esfuerzo de Kierkegaard en buscar el verdadero camino del cristiano, que no  pocas veces navega en medio de tormentas intentando imitar al mismo Cristo, que en definitiva padeció injustamente para redimir los pecados de la humanidad. Así, un verdadero seguidor del Dios hecho hombre, debe compartir un poco del madero.

De esta manera, vemos como la filosofía propuesta por el danés es sumamente compleja y abarcadora.  Además, de una filosofía que escapa del sistema como hemos dicho, ya que se embarca en una misión personal y espiritual, creando filosofía a partir de su propio interior y en la búsqueda del Absoluto. Para profundizar más en su pensamiento citaré algunas de sus obras más destacadas que son: Temor y Temblor (1843), El Concepto de la Angustia (1844), Tratado de la Desesperación (o la enfermedad mortal) (1849), Sobre el Concepto de Ironía (1841), Diario de un Seductor (1844), Migajas Filosóficas (1844), Postscriptum definitivo y no científico a las migajas filosóficas (1846), y sus diarios personales que escribió a lo largo de su vida, entre otras de las tantas obras, dentro del vastísimo pensamiento del universo Kierkegaardiano.

CONCLUSIÓN

El maestro danés nos enseña que: “La vida no es un problema que tiene que ser resuelto, sino una realidad que debe ser experimentada”. Y en esa senda añade: “La vida solo puede ser comprendida hacia atrás, pero únicamente puede ser vivida hacia delante”. Aquí se vislumbra el baluarte Kierkegaardiano y su majestuoso mensaje, a nosotros, que intentamos ser contemporáneos de Cristo, recordando que Kierkegaard fue un autor religioso, un místico como sostiene el P. Castellani, y siempre se preocupó por hallar un camino dentro de la Fe; camino que lo acerqué a Dios, y eso con verdadera honestidad y humildad, y por sobre todo, no pasando por alto el existir, sumado a todo aquello que conlleva el ser hombres finitos, vivientes y existentes; a lo que podría agregarse la pasión innata del hombre por la infinitud, el riesgo y el salto continuo que debemos dar para con el Absoluto. Nuestro autor danés se preocupó por el individuo, o sea por cada uno de nosotros, a veces, con nuestras angustias, temores, melancolías, felicidades o andando por un estado de la existencia o por el otro. Pero siempre inmersos en la misma inquietud que lleva al hombre a preguntarse por lo eterno, y el jorobadillo es sin duda un gran orientador en este sentido.

Uno de los problemas del mundo moderno es que no podemos indagar en la propia interioridad de nuestro ser. Máxime, cuando vivimos ahogados por la petulante filosofía posmoderna del sistema, que tiraniza el pensar y las propias fuerzas del hombre para ponerse en contacto con Dios. Por tal motivo, está la necesidad de enriquecer nuestro ser interior; y allí, el esfuerzo de pensadores como Kierkegaard, quien fuera un verdadero testimonio de vida, y no un mero pensador abstracto, que lo resuelve todo desde la comodidad enfrascada de la opaca y soberbia inteligencia que todo busca explicar, manteniéndose indiferente al propio misterio del existir. Allí, precisamente no se corre ningún peligro. Pero, el pensador danés nos insta a correr una suerte de riesgo en virtud del Absoluto; adentrándonos en aquello paradojal que también tiene el camino de la Fe y que, necesariamente, si nos queremos abandonar a las manos de Dios, debemos continuamente hacer un salto, entre las necesidades del mundo y el Absoluto, es decir, entre lo finito y lo infinito, entre lo temporal y lo eterno. Y en ese camino se encuentra el hermoso riesgo de buscar a Dios.

 

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:

(1) Castellani, Leonardo, Elementos de Metafísica (Pág. 97-98). Editorial D.A.L.I.A.

(2) Castellani, Leonardo, San Agustín y Nosotros (Pág.). Ediciones JAUJA.

(3) Castellani, Leonardo,  San Agustín y Nosotros (Pág.86 – 87). Ediciones JAUJA

(4) Jugnet, Louis, Problemas y Grandes Corrientes de la Filosofía (pág.101). Colección Clásicos Contrarrevolucionarios.

(5) Castellani, Leonardo, De KIERKEGORD a TOMAS DE AQUINO, ED. Guadalupe, Buenos Aires, 1973, P.39.

(6) Fazio, M., Søren Kierkegaard, en Fernández Labastida, F. – Mercado, J. A. (editores), Philosophica: Enciclopedia filosófica online, URL: http://www.philosophica.info/archivo/2007/voces/kierkegaard/Kierkegaard.html

 

 

 

 

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