Internacional

EL NUEVO CONFINAMIENTO: LAS CIUDADES DE LOS 15 MINUTOS

Por: Matías de Dompablo

 Durante las últimas semanas, un concepto urbanístico ha vuelto a ser el foco de atención en Europa: la ciudad de los 15 minutos. Un modelo que, al igual que los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), se presenta como la solución a nuestros problemas, siendo en realidad un Caballo de Troya.

Este término es acuñado por Carlos Moreno, urbanista francocolombiano – profesor de La Sorbona, Francia – en el año 2016 y hace referencia a una organización de las ciudades en donde todos los servicios básicos (salud, educación, alimentación, trabajo y ocio) se encuentren a un rango de 15 minutos de desplazamiento a pie o en bicicleta. Este concepto teórico ha sido llevado a la práctica en algunas ciudades como Barcelona y París – aunque, realmente, la mayoría de ciudades europeas son “ciudades de 15 minutos” desde hace bastante tiempo – y cuenta con el apoyo e impulso del Foro Económico Mundial, la C40, inversores urbanos y alcaldías de diversas partes del mundo, bajo la bandera del ecologismo.

A priori, esto podría sonar como algo bueno y positivo. El grupo que apoya este proyecto lo vende como el modelo de ciudad que mejorará notablemente nuestra calidad de vida y disminuirá nuestra huella de carbono al disminuir el uso de automóviles para el desplazamiento. Sin embargo, esta premisa muestra contradicciones escandalosas en la práctica, lo que devela su verdadero propósito.

El caso más reciente es el de Oxford (Inglaterra). Una propuesta que estaba en discusión desde hace 3 años ha vuelto a estar sobre la mesa como un plan con plazo hasta el 2040. Esta consiste en dividir la ciudad en 6 distritos de 15 minutos (Low Traffic Neighbourhoods) junto con una restricción de movimiento vehicular. Es decir, cada persona podrá desplazarse libremente dentro de su distrito; pero, para ir hacia otro tiene dos opciones: pedir un permiso de un máximo anual de 100 desplazamientos directos entre distritos o salir hasta la carretera que rodea la ciudad y desde ella ingresar al distrito en cuestión.

La contradicción se hace evidente. Por una parte, mientras el autor intelectual (Carlos Moreno) declara que “se han inventado eso de que los quiero encerrar”  en una entrevista con El Confidencial, en la puesta en práctica vemos que se establece un control sobre el libre desplazamiento sobre el territorio nacional que, en caso de incumplimiento, se ve sancionado con una multa que se genera gracias a cámaras que identifican el número de placa del vehículo. Por otra parte, señalan que este modelo urbano busca reducir el impacto medioambiental pero luego dicen que si no consigues el permiso y no quieres pagar la multa, tienes que rodear la ciudad, haciendo un recorrido mayor y, por lo tanto, contaminando más.

Esta serie de medidas restrictivas traen recuerdos de aquellas aplicadas durante el confinamiento por la pandemia. Autoridades decidiendo por dónde, cuándo y cómo nos podemos desplazar. Represalias para aquellos que no se alineen y una vigilancia constante, que, si bien por el momento es vehicular, en un futuro no debe sorprendernos que pase a ser también facial – o biométrico – como lo es en China.

Este proyecto de distribución urbana es una muestra de cómo opera el socialismo a nivel global. Un sistema que adecúa su propuesta según la región en la que se quiere establecer. Aunque por el momento – y seguramente también en el futuro mediano – es inviable aplicar este plan en la mayor parte de Latinoamérica, no debemos olvidar que las políticas que se desarrollan en Europa suelen replicarse en nuestra región. Por ende, no debemos descuidar este aspecto, porque es una manifestación expresa del recorte de libertades y control sobre la población – como el descrito por Orwell en “1984” – que los grupos de poder buscan establecer en las distintas regiones.

Si no despertamos denunciando y oponiéndonos a esto antes de que sea muy tarde para hacer algo al respecto, seremos cómplices del nuevo orden político global que nos quieren imponer.

2 Comentarios

  1. Pues, le felicito, sobar la voz de alarma, cuando apenas son unas chispas, y no esperar que se desate el incendio, nunca faltan “entusiastas” -debidamente aceitados por los plutócratas globalistas- pero son simples peones del wef, que se alucinan vanguardia.

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