Vida y familia

EL JUGO DE NARANJA SALE DE LAS NARANJAS

Por: Tomás González Pondal

La bestia está creciendo muy de prisa, más rápido de lo que imaginaba. Casi todos los días llegan noticias de su crecimiento. Confieso que superan ampliamente las mínimas expectativas de tranquilidad con las que uno contaba.

La inmensa mayoría de la prensa vuelve hacer terrible alboroto, esta vez para anunciar que “Nació Leo, el hijo biológico de la pareja transgénero Trystan y Biff”. Continúan su alegría contándonos que “este es el primer bebe concebido por ellos”; que “este es su primer bebe biológico”; que “Trysran (…) dio a luz el sábado a su bebe”.

Agregan llenos de emoción que hay ahora “un padre embarazado, nueve meses, un bebe y una familia muy feliz”. Nos cuentan –obviamente como si fuera algo muy común- que “don” Trystan “decidió hacerlo antes, debido a las complicaciones de reiniciar el tratamiento con testosterona que acentúa sus caracteres masculinos”.

El mensaje que la prensa intenta transmitir es algo así como: “¡Guauu, gente: ¿vieron? ¡Algo increíble! ¡Un hombre dio a luz un niño luego de llevarlo nueve meses en su panza!” Y lo que la prensa desea con su mensaje, es que usted exclame: “¡Ohh si…guau guauuu. Impresionante. También un hombre puede concebir y dar a luz!”

Bueno. Vaya preparándose: si usted no está de acuerdo con esa posibilidad y así lo hace saber, ingresará en la lista de los nuevos anormales.

Si tomo una naranja y la recubro con cascara de manzana, y luego exprimiendo lo que tengo afirmo: ¡Maravilloso: una manzana dio jugo de naranja!”, no tardaré en escuchar por los que tienen calibrado  el sentido común: “Vamos; eso no vale ni como chiste”. Pero hoy nos están diciendo lo contrario. Nos están diciendo que lo anormal es pensar que se trata de una broma y que lo normal es tomarlo como algo valido y muy serio. Nos están diciendo que una mujer con cáscara de hombre no es la que concibe y da a luz, sino que es la cáscara la que ha concebido y dado a luz. Si usted piensa de contrario modo a la novedad, será tildado de anormal. Acotarán además que su pensamiento retrogrado se centra en una cuestión biológica, y que no entiende de las nuevas construcciones culturales, puesto que, en definitiva, de eso se trata, de aceptar esas construcciones. Pero estos desquiciados ideólogos de género, bien que se sirven de la biología cuando gustan.

La concreta aberración aquí expuesta, es una clara muestra de repulsión hacia lo dado por la naturaleza, y una clara muestra de cómo se sirven de ello cuando lo requieren. ¡Y ahora sí vienen a hablar de algo biológico! La señora Trystan no dio a luz por seguir sus construcciones culturales, sino porque biológicamente es una mujer, guste o no guste. La señora Trystan, si lo desea, podrá meter en su cuerpo más y más testosterona; podrá, si es su voluntad, intentar ser el modelo por antonomasia de una testosterona con patas; pero la señora Trystan no podrá jamás dejar de ser lo que le fue dado por naturaleza: ser mujer. De igual modo, el hombre que siguiendo la “cultura” ideológica pretende haber devenido en mujer, al violar a una mujer –como sucedió en la Provincia de San Luis-, dio cuentas de lo que en verdad subyace tras la cáscara: ser hombre.

La inmensa mayoría de la prensa no puede evitar tropezar con la bestialidad que propone. Aquí le dicen en todo festivo que “un hombre dio a luz un niño en forma biológica”, y otro día con carácter máximamente científico le cuentan que “muchos médicos dan por seguro que los hombres transgénero podrán implantarse un útero y tener sus propios hijos de forma biológica.” Solo una mujer da a luz por más que se la llame hombre; y seguirá siendo hombre el que quiera hacerse pasar por mujer por más que se implante un útero y se ponga por pechos dos sandías. Como se puede observar, quieren amparar las aberraciones sirviéndose de la biología a la que escupen. ¿La razón de ello? Es muy sencilla: quieren a toda costa que se vea como algo totalmente natural, y por eso invocan a la biología; claro está, como otras veces lo hemos advertido, se trata –permítaseme la expresión- de una nueva “naturaleza”, de la invención “cultural” nacida de un capricho atentatorio de la verdadera naturaleza.

Alguien en tono interrogatorio cuestionó: “¿Cómo es que buscan ‘ganar’ combatiendo odio con más odio?” Lo bueno de la afirmación es que alcanza a ver el odio en una de las partes; lo malo, es que lo vea también en la otra. Son los que odian a la mujer los que la toman por objeto  inmobiliario y utilizan su cuerpo para alquiler; son los que odian al hombre los que lo ocultan diciendo que podrá dar a luz como mujer; son los que desprecian su propio ser quienes buscan ser lo que no son. Son ellos, en definitiva, quienes odian la naturaleza del hombre y de la mujer. De esta parte está la defensa del orden y el ataque al desorden. Si a esa persona que sostuvo la afirmación del odio la atacan por la calle y se defiende, sería desacertado decir que su defensa nace del odio y lleva odio; el atacado tiene derecho a defenderse, e, incluso, tiene derecho al ataque. En otros ordenes, el padre que reprende debidamente al niño no lo está odiando, por más que al infante no le guste para nada la reprimenda; el policía que acaba con el accionar de un malviviente no lo está odiando, aunque el victimario sostenga que sí. El odio no se combate con el silencio cómplice.

Como hoy se ha tergiversado el amor, se ha olvidado que el que ama también reprende. Defender las cosas evidentes contra quienes se empeñan en destruirlas, en modo alguno implica odio hacia alguna persona, aunque haya quienes gruñan diciendo lo contrario. Defender lo evidente implica señalar el mal y atacar el error.

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