Internacional

DETRÁS DE UNA SONRISA: EL TESTIMONIO DE UNA JOVEN SIRIA EN MEDIO DE LA GUERRA

Por: María Ximena Rondón

El 15 de marzo se cumplen 12 años desde que estalló la guerra en Siria, un país cuya precaria situación fue agravada por el terremoto que lo golpeó a inicios del pasado mes de febrero.

Los años y las batallas han pasado, tanto que el mundo se ha olvidado del drama que aún consume a esa nación del mundo árabe y que ha cobrado la vida de más de 350 mil personas.

Por ello, quiero compartir el testimonio de una amiga siria sobre cómo ha vivido estos años de guerra. Cuando uno ve sus fotografías en las redes sociales y lo hermosa que es, uno no se imagina que detrás de esa sonrisa hay una historia de miedo y dolor.

Ella accedió a que yo compartiera aquí sus vivencias, las cuales, esperamos, aporten una mirada humana a esta guerra y eviten que las cenizas levantadas por las armas no cubran esta realidad.

“Mi nombre es Haya. Antes de la guerra, ¡Siria era un país seguro! Tenía una vida normal y pacífica con mi familia en Homs (ciudad ubicada al centro-este de la nación). Todos los fines de semana, solíamos ir al centro de la ciudad, donde disfrutábamos de la calma de sus jardines. Cuando salíamos de noche, caminábamos por las calles de la zona antigua de Homs, llena de tiendas y gente: era una vida sin miedo.

Antes de la guerra, mi padre era un abogado, mi madre una escritora, y mi hermano y mi hermana iban a la escuela. Me encantaba pintar y practicar gimnasia.

Y así fue, cuando nuestra vida cambió con el inicio de la guerra en Siria. En marzo de 2011, yo tenía 17 años y estaba preparándome para rendir un examen final en la escuela, cuando ellos hicieron un llamado a la Yihad (entendida como la guerra santa impulsada por los extremistas para imponer un islamismo radical en el mundo) en la ciudad.

Los terroristas vinieron y arruinaron nuestra vida en todas las formas posibles. Atacaron nuestras casas y muchas veces disparaban, pero gracias a Dios nadie resultó herido.

Pero lo peor aún estaba por venir. Un día, mi madre y mi hermana pequeña estuvieron cerca de la muerte mientras se encontraban en nuestro barrio. Un hombre en un auto sostenía un arma y estaba a punto de dispararles. Mi madre sintió el peligro y escondió a mi hermanita y el chofer de ese auto detuvo al terrorista armado.

Otro día, cuando mi hermano estaba yendo al colegio, un francotirador trató de dispararle, pero él corrió y se escondió entre unos edificios. Gracias a Dios nadie resultó herido.

Vivimos en una situación insegura entre los bombardeos durante los primeros nueve meses de la guerra. No dejamos nuestra casa hasta que nuestro vecino le advirtió a mi padre diciéndole: “Tienes que evacuar a las mujeres de tu casa antes de que los terroristas vengan a ti”.

Una mañana de noviembre, los terroristas bombardearon al Ejército Árabe Sirio (el ejército nacional) en nuestra calle, antes de que pudiéramos huir. Con poca ropa, con el olor de la pólvora en nuestras narices, corrimos a nuestro auto y fuimos a la casa de mi tía durante diez días, mientras mi padre se quedó solo en casa. Buscamos una escuela segura para mis hermanos, pero no tuvimos éxito, pues todas estaban llenas.

Decidimos dejar Homs y nos trasladamos a la ciudad de Tartus, en la costa siria. Mi padre nos dio el alcance en el camino con una pequeña camioneta, donde traía una mesa, algunas sillas, una lavadora, una TV y unas mantas. Todo eso fue lo que tuvimos en Tartus por seis meses.

Allí es donde recibimos las malas noticias de que nuestra casa en Homs fue incendiada. Ese fue un momento muy duro para nosotros porque mi padre había perdido su trabajo y todo en Homs. Unas semanas después, nos enteramos de que habíamos recibido noticias equivocadas: gracias a Dios, nuestra casa no fue destruida, pese a que el edificio trasero sí se quemó.

Nos quedamos en Tartus por siete años, durante los cuales, mi padre trabajó entre Homs y Tartus y mi madre fue voluntaria en la UNICEF para enseñarle a los niños en los refugios en Tartus. Yo estudié en casa por un año y tuve que volver a Homs en el año 2013 para estudiar derecho.

El día de mis exámenes, me estaba quedando en la casa de mi abuela cuando una explosión estalló cerca de nosotras. Estaba a punto de dejar la casa cuando sentí la presión en mis oídos. Volví adentro cuando vi que en la calle todo el mundo estaba asustado y corriendo para esconderse de los proyectiles.

Durante la guerra, todos hemos perdido algún ser querido. Yo perdí a Mohamed, mi primo, quien era como mi hermano y mi amigo más cercano. Nos habíamos criado juntos. Vivimos en el mismo edificio desde que nacimos y habíamos compartido muchos recuerdos.

En el año 2014, él era un soldado del Ejército Árabe Sirio. Un día, recibí una llamada de él, pero la perdí. Sentí que algo andaba mal. Más tarde, nos enteramos de que los terroristas tenían su teléfono y estaban llamando a todos sus contactos. Ellos contactaron a mi tío, pero no supimos más: ¿Estaba vivo? Unos días después, uno de sus amigos nos dijo que fueron atacados en Daara (en el suroeste de Siria- cerca de Jordania) y que mi primo recibió un balazo en su cabeza por parte de una francotirador durante una batalla. Él murió como un mártir. Fue una pérdida muy grande para todos nosotros.

Por primera vez en siete años, regresé a mi barrio ¡Todo había cambiado! Los edificios estaban destruidos. En nuestra calle, colgaba de un muro una foto de mi primo Mohamed. No pude dejar de llorar y me quedé por un tiempo en la casa de mi tío consumida por el dolor y la tristeza por ver a mis primos separados de su familia en un momento tan devastador.

En el año 2017, decidimos regresar a nuestra casa, aunque Homs no era segura. El área del campo estaba en manos de los terroristas, quienes continuaban atacando los barrios de Homs. Queríamos vivir junto con mi padre, tras varios años de separación. El día que entramos en la ciudad, un bus explotó cerca de nosotros, pero logramos llegar a casa a salvo, gracias a Dios ¡Estuvo cerca! Perdimos toda esperanza de que Homs volviera a ser una ciudad segura

Pero, el 22 de mayo de 2017, finalmente recibimos buenas noticias: Homs y sus zonas aledañas habían sido liberadas de los terroristas. Finalmente, volvíamos a tener esperanza.Tras los combates, conocí nuevos amigos que me hicieron creer que Siria sería fuerte.Cuando vives rodeado de los edificios destruidos tienes dos opciones: te rindes y vives en el caos o sientes que debes hacer algo para ayudar a tu pueblo y a ti mismo para vivir un mejor futuro.

Así que, tras un año en Homs, comencé a trabajar como voluntaria en SOS Chrétiens d´Orient (una ONG católica francesa que busca ayudar a los cristianos en Medio Oriente. Con esta ONG yo, la autora de este artículo, me fui como voluntaria a Egipto por un año).

Quería ser parte de la comunidad, reconstruir las casas dañadas y ayudar a los niños y ancianos, en una palabra, poner una sonrisa en sus rostros tras muchos años de dolor y sufrimientos.

Fue genial verlo felices, a pesar de todo lo que habían pasado. No puedo estar más agradecida con todos los voluntarios sirios y franceses. Ellos se volvieron mi familia. ¡Encontré la paz y la esperanza en cada uno de ellos!

Ser voluntaria con ello me hizo conocer una mejor versión de mi misma.

Unos meses después, SOS Chrétiens d’Orient quiso iniciar un nuevo proyecto de educación en Homs. Desde entonces, soy la responsable de educación. Durante la preparación del proyecto, trabajé como traductora y traduje algunas historias para los niños y el brochure de la organización.

En marzo de 2019, organicé los primeros cursos de francés para niños y adultos. Muchos estudiantes y sus padres estaban felices con este proyecto tras ver cómo la educación había decaído por los años de guerra. He dirigido varios cursos y ha sido maravilloso ver cómo la gente quiere aprender y continuar con sus vidas”.

En enero de 2020, cuatro de nuestros amigos fueron secuestrados en Irak. Haya y yo conocíamos a uno de ellos, Alexandre. Tras muchas oraciones y con la gracia de Dios, sus compañeros y él fueron liberados.

Para Haya, esto le trajo unos recuerdos muy duros de su realidad: “Muchas familias en Siria han perdido uno de sus seres queridos en la guerra y aún sueñan con encontrarlos. Rezo y espero que encuentren la paz que creo que ellos merecen”.

Durante la pandemia, ella me contó que tuvieron que empezar a dictar los cursos online.

“Estamos haciendo lo mejor y luchando para que todo vuelva a ser seguro, aunque nuestro país aún está atravesando el terror y una situación económica terrible. Dios bendice a los profesionales de la salud que están combatiendo la pandemia. Saldremos de esto juntos. Nos cuidaremos y esperaremos un mejor futuro para todos”.

Haya y yo hemos forjado una linda amistad. Aunque profesamos dos religiones distintas (ella es musulmana y yo católica), compartimos valores similares y realmente me impresiona cómo puede mantener una personalidad tan dulce a pesar de sus vivencias.

Cuando ocurrió el terremoto en Siria, el pasado mes de febrero, me aseguré de que estuviera bien y ella me compartió algunas fotos de Alepo. Sentí mi corazón oprimido cuando me enseñó el edificio, cuyo derrumbe provocó la muerte de un sacerdote.

Me impresiona su voluntad por ayudar a mejorar la situación de su país. Por eso, su amistad es un tesoro para mí y quiero que todos conozcan su historia.

Espero que su testimonio nos inspire a esforzarnos por mejorar como personas y ayudar a quienes tenemos cerca.

Tanto Siria como Perú merecen la ayuda de su gente.

Si deseas ayudar a los cristianos en Medio Oriente, como lo hice yo, puedes escribir al correo: volontaires@soschretiensdorient.fr

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