Política

¿CUÁL ES EL PLAN DE LULA?

Por Juan Carlos Suttor
Al presidente brasileño, izquierdista, expresidiario, condenado por corrupción por el caso Lava Jato, Luiz Inácio Lula da Silva, le salió de los forros reinsertar al gobierno de Venezuela en la cumbre sudamericana del martes 23 de mayo en Brasilia.
“Sabes la narrativa que se construyó contra Venezuela, de la antidemocracia, de autoritarismo”, dijo Lula el día anterior.
“Está en tus manos, compañero, construir tu narrativa y dar vuelta a este partido para poder vencer definitivamente y que Venezuela vuelva a ser un país soberano donde solamente su pueblo, a través de una votación libre, diga quién va a gobernar”, sostuvo.
¿Perdón? ¿Es decir que un presidente, condenado por corrupción, le abrió los brazos al mandatario de Venezuela, un gran país, por cierto, pero representado por un sinvergüenza, asesino, electo en procesos tramposos y que es acusado por los EE.UU. de narcotráfico y que ofrece una recompensa de US$15 millones por su captura? ¿Frente a todos los presidentes o representantes de la región?
Solo dos presidentes, Gabriel Boric de Chile y Luis Lacalle de Uruguay se atrevieron a refutar la afirmación de Lula de que se ha creado una “narrativa” sobre la falta de democracia en Venezuela.
“Manifesté respetuosamente que tenía una discrepancia con lo que señaló el presidente Lula el día de ayer, en el sentido que la situación de derechos humanos en Venezuela era una construcción narrativa, dijo Boric a la prensa durante del encuentro.
“No es una construcción narrativa; es una realidad, es seria y he tenido la oportunidad de verla en los ojos y el dolor de cientos de miles de venezolanos que hoy día están en nuestra patria”, agregó el presidente chileno.
A su vez, Lacalle transmitió a través de sus redes su opinión, en la que expresó su discrepancia con el anfitrión.
“Quedé sorprendido cuando se habló de (que) lo que sucede en Venezuela es una narrativa”, dijo. “Si hay tantos grupos en el mundo que están tratando de mediar para que la democracia sea plena en Venezuela, para que se respeten los derechos humanos, para que no haya presos políticos, lo peor que podemos hacer es tapar el sol con un dedo“.
 
“Pongámosle el nombre que tiene y ayudemos”, agregó el mandatario uruguayo y dijo que opinaba al respecto porque el segundo punto de la declaración que negociaban los presidentes se refería a democracia, derechos humanos y protección de las instituciones.
“Obviamente, cuando pongamos la firma no tenemos la misma definición (…) de lo que son el respeto a las instituciones, a los derechos humanos y a la democracia”, advirtió.
Lejos de modificar su mensaje sobre Venezuela, Lula insistió en la noche del martes en que hay una “narrativa” sobre ese país desde 2002, que en ese entonces buscaba perjudicar al presidente Hugo Chávez.
“A partir del momento en que creas la narrativa de que el tipo es un demonio, comienzas a echar a todo el mundo en su contra. Fue así que ocurrió con Chávez, fue así que ocurrió conmigo”, afirmó.
¿Y qué pasó con el resto de los presidentes o representantes?
Si bien los presidentes Guillermo Lasso de Ecuador y Mario Abdo de Paraguay, que no son de izquierda, se abstuvieron de comentar, es evidente que el resto de los asistentes, Alberto Fernández de Argentina, Luis Arce de Bolivia, Gustavo Petro de Colombia, Irfaan Ali de Guyana, Chan Santokhi de Surinam y Alberto Otárola de Perú prefirieron rendir pleitesía y ponerse de rodillas ante Lula y su invitado especial, Nicolás Maduro. Sus motivos tendrán.
El Consenso de Brasilia, la declaración final del encuentro, no es más que un blablablá que consta de nueve puntos, en los que se recalca la importancia de la integración regional, que “debe ser parte de las soluciones para afrontar los desafíos compartidos”, y en los que se llama a la necesidad de “promover, desde ahora, iniciativas de cooperación suramericana, bajo un enfoque social y de género”.
Pura basura ideológica de izquierda.
Importante, quiero mencionar que el documento incluye, en su segundo punto, un compromiso “con la democracia y los derechos humanos, el desarrollo sostenible y la justicia social, el Estado de derecho y la estabilidad institucional, la defensa de la soberanía y la no injerencia en asuntos internos”.
Apreciado lector, realmente habría que ser un idiota para creer que los mandatarios firmantes suscriben el punto descrito en el párrafo anterior.
¿Acaso Gustavo Petro dejará de inmiscuirse en los asuntos internos de Perú? ¿Acaso Nicolás Maduro se comprometerá con la democracia y los derechos humanos? ¿Acaso Alberto Fernández, cuyo gobierno tiene una inflación superior al 108% anual tiene algún compromiso con el desarrollo sostenible y la justicia social? ¿Acaso Luis Arce liberará a la expresidente provisional y presa política Jeanine Áñez?
¡Por favor!
Lula, tengámoslo claro, no es más que un populista, un sindicalista con buena labia que lo que busca es el relanzamiento de la UNASUR, esa organización multilateral de izquierda, que en su momento patrocinaron Hugo Chávez, Néstor Kirchner y el mismo Lula, y convertirse en el líder regional, compitiendo con el orate mexicano López Obrador.
No nos dejemos engañar.

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