
La comunidad católica de Lima y del Perú en general merece un pastor que respete y defienda la doctrina y la liturgia de la Iglesia, no uno que utilice su posición para promover agendas políticas ajenas al espíritu cristiano. La falta de respeto hacia la tradición y la liturgia por parte de Castillo no solo es una afrenta a los fieles, sino una traición a la misión evangelizadora de la Iglesia.
Queda claro que el cardenal Carlos Castillo se ha revelado como un líder más interesado en la ideología marxista que en la salvaguarda del patrimonio espiritual y cultural que representa su cargo. Es hora de que los fieles exijan un cambio, una vuelta a los valores y prácticas que han definido a la Iglesia por siglos, lejos de la influencia de aquellos que, como Castillo, parecen haber olvidado el verdadero significado de ser un pastor de almas.