Iglesia

CARDENAL CASTILLO: EL MERCADER DEL TEMPLO EN LIMA

Por: Luciano Revoredo
El arzobispo de Lima, Carlos Castillo, ha demostrado una vez más su falta de respeto por la tradición y la liturgia de la Iglesia Católica con actos que solo pueden describirse como una profanación de los espacios sagrados. Recientemente, ha convertido la tradicional Iglesia de San Lázaro en un escenario más propio de un mercado que de un lugar de veneración, organizando un vulgar almuerzo propio de una kermésse, llenando el templo de mesas, carapulcra y chancho al cilindro y desvirtuando totalmente su sacralidad.
Este evento no es solo una muestra de mal gusto, sino un claro indicio de las desviaciones ideológicas de Castillo, quien, como se sabe, siempre ha coqueteado con el marxismo, una ideología que se aleja radicalmente de los principios tradicionales de la Iglesia. La crítica no es nueva; desde su nombramiento, ha sido señalado por su cercanía a la Teología de la Liberación y por sus posiciones  heterodoxas y contrarias a la doctrina católica.
Es inadmisible que, en lugar de ser un guardián de la fe, Castillo actúe como un mercader del templo, transformando espacios sagrados en lugares de reunión social sin consideración alguna por la reverencia que se debe a estos sitios. La Iglesia de San Lázaro, en lugar de ser un refugio espiritual, se ha convertido bajo su mando en un espacio trivializado, donde lo sagrado se mezcla con lo profano.
Este comportamiento no es solo un síntoma de su desprecio por la tradición, sino que también revela una peligrosa tendencia hacia la politización de la Iglesia. La organización de eventos de esta naturaleza podría realizarse en alguna escuela o cualquier otro local de la Iglesia, sin necesidad de mancillar un templo, pero parece que para Castillo, el mensaje ideológico es más importante que la santidad del lugar.

La comunidad católica de Lima y del Perú en general merece un pastor que respete y defienda la doctrina y la liturgia de la Iglesia, no uno que utilice su posición para promover agendas políticas ajenas al espíritu cristiano. La falta de respeto hacia la tradición y la liturgia por parte de Castillo no solo es una afrenta a los fieles, sino una traición a la misión evangelizadora de la Iglesia.

Queda claro que el cardenal Carlos Castillo se ha revelado como un líder más interesado en la ideología marxista que en la salvaguarda del patrimonio espiritual y cultural que representa su cargo. Es hora de que los fieles exijan un cambio, una vuelta a los valores y prácticas que han definido a la Iglesia por siglos, lejos de la influencia de aquellos que, como Castillo, parecen haber olvidado el verdadero significado de ser un pastor de almas.

 

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