Vida y familia

SER HOMBRE O MUJER ES CONSTRUCCIÓN SOCIAL, PERO ¿SE NACE GAY?

Por Darío Enríquez.-

Se trata de poner en evidencia manifestaciones tangibles de la denominada “Ideología de Género”. Entre la gran cantidad de mentiras, falacias y medias verdades que difunde y pregona, hemos identificado diez mitos propagados por esta ideología, de modo que su reconocimiento nos ayude a comprender la magnitud del fenómeno y el peligro de su penetración progresiva, cuando no su instauración violenta en nuestras sociedades. Veamos ahora el segundo mito: SER MUJER O SER HOMBRE ES CONSTRUCCIÓN CULTURAL, PERO SE NACE GAY

Se parte de establecer una falsa diferencia entre sexo biológico y género social, para luego asegurar que el sexo no determina el género, sino que es definido por la cultura. Esto forma parte de una suerte de guerra de guerrillas semántica y terminológica que sostiene el marxismo cultural como una de sus prácticas más difundidas, para desvirtuar significados y vaciar contenidos, redefiniéndolos luego a voluntad. Es lo que los franceses llaman “Auberge espagnole”, con lo que podremos “demostrar” lo que queramos, más allá de la razón. Sexo y género no son sinónimos perfectos. En ciertos contextos, hasta sería absurdo su uso como tales. Eso lo sabemos. Pero los ideólogos de género arman un “muñeco de paja” con esa posible sinonimia levantando lo que es un evidente despropósito, para luego llegar a lo obvio y postular falazmente -frente a la evidencia que sexo y género no son lo mismo- que ni siquiera habría relación alguna entre ellos.

Luego, se pretende negar el hecho comprobado y comprobable de que en un mínimo de 92% de los casos, el sexo y el género son compatibles, determinado en forma inequívoca el segundo a partir del primero, según estadísticas en países como EEUU, Francia, Italia, Gran Bretaña y Canadá . Por añadidura, estas estadísticas no son suficientemente confiables porque se trata de muestras en que la aleatoriedad -requisito fundamental de cualquier toma de datos- es bastante discutible. Desde que el informe Kinsey estableció falazmente el mítico 10% como porcentaje de homosexualidad en EEUU (Pacquiao y Carney, 2000) se ha insistido en sostener cifras poco confiables. Las estadísticas mostradas en el pie de página son las que más se acercarían al fenómeno y las más recientes, aunque hay otros estudios como el efectuado por el Williams Institute de la Universidad de Harvard que reduce la homosexualidad “pura” a un 1,1% en varones y 0,6% en mujeres, en el universo de EEUU, Canadá y Europa Occidental (Jones, 2012)

 

Por otro lado, lo que resulta un agravante contra toda lógica, se sostiene al mismo tiempo que ser gay es genético. No hay un solo estudio serio que muestre tal origen genético, todas las evidencias hasta la fecha nos hablan provisionalmente de cierta predisposición genética -siempre en modo no concluyente, que es decir nada- que puede validarse o no desde la cultura. Es decir, la homosexualidad respondería a componentes biológicos, psicológicos y ambientales que combinarían en proporciones que aún desconocemos (Jones, 2012). Una larga lista de estudios que perseguían demostrar la unicausalidad biológica del homosexualismo han quedado en el camino, empezando por los estudios de Bayley y Pillard (1991), que fueron desvirtuados por ellos mismos años después, al contar con una muestra mayor. Ni hablar del fraude Xq28, el famoso “gen gay” que sólo fue un montaje (Jiménez, 2012).

Últimos estudios en gemelos monocigóticos han mostrado que “sí pero no” habría cierta predisposición “no concluyente”. Más de lo mismo. Incluso la variante de actividad hormonal ha sido desechada en adultos y a nivel fetal -la llamada clave epigenética- es incierta (Martin, 2013). Si a esto agregamos la dificultad que estos estudios puedan cumplir con el requisito de aleatoriedad y que tampoco sean muestras suficientemente grandes para brindar información fidedigna, todo queda en el terreno de las hipótesis y las especulaciones.

La insistencia de sostener el determinismo biológico como explicación final y exclusiva de las tendencias sexuales, pese a toda la evidencia en contra, se relaciona directamente a la idea de presentar la homosexualidad como un rasgo innato, similar a la raza, para equiparar la causa gay con la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos en EEUU (Jones, 2012). Hay quienes para validar la hipótesis del origen innato de la homosexualidad, nos entregan su testimonio. Pretenden que sus testimonios sean definitivos, pero al mismo tiempo niegan el testimonio de quienes fueron homosexuales y luego de una terapia científica, habrían modificado sus preferencias sexuales. Sucede a menudo con personajes mediáticos quienes afirman que “desde siempre” fueron o “se sintieron” homosexuales. Es un dato referencial pero no es científico. Nadie tiene memoria de lo que vivió los primeros 4 o 5 años de su vida como para afirmar que en esos años no haya habido factores ambientales desencadenantes de sus preferencias sexuales a futuro y cuál sería el impacto de esos factores no sólo en el tema de las preferencias sexuales, sino en todo orden de rasgos de personalidad y carácter. Todo testimonio debe tomarse como un elemento más, entre muchos otros validados y validables, para un estudio serio. Cualquier afirmación en contrario, es una percepción atendible aunque sesgada, cuando no una mentira abierta, militante y evidente.


  1. Auberge espagnole (Hostal español): toda idea o situación en la que cada uno encuentra lo que le interesa y lo que     entiende, en función de sus gustos, su cultura y sus convicciones (http://www.expressio.fr/expressions/une-auberge- espagnole.php)
  2. Diferencia entre sexo biológico y género social: Francia 6,6% (Cann y Kraus, 2011); EEUU 3,4% (Gallup, 2012); Italia 6,7% (ISTAT, 2011); Canadá 5,3% (Forum Poll, 2012); Gran Bretaña 8,0% (Mann, 2014)

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