Internacional

MENSAJE DEL ARZOBISPO VIGANÓ AL CONGRESO DEL MOVIMIENTO DE RUSÓFILOS

Mensaje del arzobispo Carlo Maria Viganò ex nuncio apostólico en Estados Unidos de América al Congreso fundador del Movimiento Internacional de Rusófilos (MIR)

Moscú, 14 Marzo 2023

 

Queridos amigos, es para mí motivo de gran alegría poder dirigirles un breve mensaje con motivo de la creación del Movimiento Internacional de Rusófilos. El Manifiesto de esta asociación comienza con una palabra que parece haber desaparecido del vocabulario occidental: la amistad. En este caso, se trata de la amistad por los rusos, compartida por muchas personas en todo el mundo, y de la amistad de los rusos hacia otros pueblos, en ese espíritu de hermandad que encuentra su fundamento en el reconocernos hijos del único Padre Eterno y hermanos en Nuestro Señor Jesucristo.

Cuando el Imperio Romano de Occidente perdió su rol político bajo la presión de las invasiones bárbaras, el testigo pasó a Constantinopla. Y cuando cayó también el Imperio Romano de Oriente con la conquista de Bizancio por Muhammad II, fue Moscú la que salvó el legado religioso y político. Con sus santos y sus reyes santos. La crisis actual nos muestra el hundimiento de un Occidente corrupto, en el que no hay Papa León Magno que salve su destino, pero que aún tiene un destino si redescubre su propia misión providencial y reconoce lo que tiene en común con la misión de Rusia.

Los acontecimientos recientes nos han mostrado que el ateísmo materialista que devastó al Imperio ruso y al mundo desde 1917 -como anunció la Santísima Virgen María en Fátima- se ha unido ahora al liberalismo en la ideología globalista que sustenta el delirante proyecto del Nuevo Orden Mundial. Un proyecto infernal, como bien puso en evidencia el presidente Vladimir Vladimirovič Putin en un reciente discurso, en el que el odio a la civilización cristiana quiere crear una sociedad de esclavos sometidos a la élite de Davos. Una sociedad distópica, sin pasado y sin futuro, sin fe y sin ideales, sin cultura y sin arte, sin padres y sin madres, sin familia y sin Estado, sin maestros y sin guías espirituales, sin respeto por los ancianos y sin esperanza para nuestros hijos. No puede sorprendernos que luego de haber descristianizado el mundo occidental esta élite considere a Rusia un enemigo a abatir. La Federación Rusa se erige innegablemente como el último baluarte de la civilización contra la barbarie, y reúne a su alrededor a todas aquellas naciones que no tienen la intención de someterse a la colonización de la OTAN, la ONU, la OMS, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y ese amasijo de fundaciones cuyo propósito es el adoctrinamiento de las masas, la manipulación de la información y la creación de “primaveras de colores” para desestabilizar a los gobiernos legítimamente elegidos y sembrar el caos, las guerras y la miseria como instrumentum regni. A la reciente farsa pandémica -dirigida con métodos criminales que no he dudado en denunciar desde principios de 2020- le han seguido nuevas emergencias -entre ellas la ucraniana- provocadas deliberadamente con el objetivo de destruir el tejido social y económico de las naciones, diezmar la población mundial, concentrar el control en manos de una oligarquía que nadie ha elegido y que ha perpetrado un verdadero golpe de Estado global, por el que tarde o temprano tendrá que rendir cuentas ante el mundo.

Los teóricos de este golpe tienen nombres y rostros, empezando por George Soros, Klaus Schwab y Bill Gates. Quienes hoy declaran enemiga a Rusia, también consideran enemigos a los europeos, a los estadounidenses, a los australianos y a los canadienses, y los tratan como tales, persiguiéndolos y empobreciéndolos. Pero mientras los emisarios del Foro Económico Mundial en los gobiernos occidentales pueden legislar contra el bien de sus propios ciudadanos y tener en un puño a los líderes mundiales, ese cambio de régimen que ha tenido éxito en otros Estados se ha detenido en las fronteras de Rusia. Por otra parte, también el fraude electoral de 2020 en Estados Unidos de América fue indispensable para impedir la confirmación del presidente Donald Trump, del mismo modo que en 2013 el Estado profundo y la Iglesia profunda lograron que el papa Benedicto XVI dimitiera y que saliera elegido un personaje grato al Nuevo Orden Mundial, el jesuita Jorge Mario Bergoglio.

El compromiso de ustedes debe promover ciertamente las relaciones de amistad de Rusia con todos los pueblos, según ese principio de multipolaridad que, en una sabia visión política a largo plazo, es la mejor manera de combatir el unipolarismo globalista. Pero esta amistad, estas relaciones de concordia y cooperación mutua, no pueden prescindir de la denuncia del golpe perpetrado contra la humanidad por peligrosos subversivos cuyo objetivo declarado es la instauración de una tiranía infernal en la que reinan indiscutiblemente el odio a Dios y al hombre creado a Su imagen, la enfermedad, la muerte, la ignorancia, la pobreza, la violencia, el egoísmo y la corrupción. Es el reino del Anticristo.

Este Leviatán debe ser identificado y combatido, con una acción que involucre a todos los pueblos libres, en primer lugar, rechazando con iniciativas comunes los puntos programáticos de la Agenda 2030 y del Gran Reinicio. Lo que se necesita es una Alianza Antiglobalista que restituya a los ciudadanos el poder que se les ha arrebatado, y a las naciones la soberanía erosionada y cedida al lobby de Davos. En esto, el rol de la Federación Rusa será decisivo, de la misma manera que será importante el mensaje que el Movimiento Internacional de Rusófilos llevará a los pueblos de un Occidente que necesita volver a sentirse orgulloso de su Fe y orgulloso de la civilización a la que también contribuyeron los santos Cirilo y Metodio.

Estamos librando una batalla trascendental: permanezcamos bajo el manto de la Santísima Virgen, gloriosa Nikopèia, junto con el Arcángel San Miguel. La victoria es de Cristo y de los que están bajo el santo estandarte de la Cruz.

+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo

14 de marzo de 2023

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