Iglesia

GRACIAS CARDENAL BARRETO POR REIVINDICAR AL CARDENAL CIPRIANI

Por Manuel Castañeda Jiménez

Las últimas declaraciones de Su Eminencia Reverendísima  –tal es su título– Pedro Cardenal Barreto han producido diversidad de reacciones. Su Eminencia ha sido especialmente duro con el Presidente Castillo invitándolo directamente a renunciar, y dando, así, un paso más osado que Su Excelencia Reverendísima –que también es su título– Carlos Castillo, Arzobispo de Lima, quien el mismísimo 28 de julio, durante el Te Deum por Fiestas Patrias, fue bastante sugestivo hacia el Presidente, a quien tenía delante suyo, al mencionar el desprendimiento del General San Martín, y cómo a veces es necesario dar un paso al costado por el bien de la nación.

Hay quienes han tomado las declaraciones de Su Eminencia como un respaldo ¡por fin! a los clamores (porque ya vienen siendo clamores) porque Pedro Castillo renuncie a seguir presidiendo el Poder Ejecutivo. Y hay quienes han sido tajantes con el cardenal al repudiar sus declaraciones después de que el prelado apoyó tanto al actual mandatario, impulsó su ascenso al sillón presidencial y hasta acudió presuroso a Palacio hace unos pocos meses a tratar de echar agua fría sobre las presiones de entonces contra el gobernante, procurando dejarlo ante el país como un buen hombre, bien intencionado y víctima de un innoble cargamontón.

Es indiscutible que un cambio tan radical en la posición de Su Eminencia –obviamos el “Reverendísima” para no recargar el texto–, resulta cuando menos extraño. Y es por eso que, ya que el cardenal  hasta se ha dignado invitar al Congreso a actuar, e irrumpe una vez más en opiniones netamente políticas, cabe preguntarse políticamente hablando, si detrás de las admoniciones que le hace a Castillo –el presidente– no está Su Eminencia apuntando a algo más.

Quizás el cardenal Barreto ha tenido una epifanía, una revelación particular que por modestia no quiere contar y –como decía un pastor televangelista– por fin “¡ha visto la luz!”. Puede ser, y ojalá así sea. Las actitudes políticas que adopte el prelado en lo sucesivo confirmarán o negarán que su actual posición sea sincera y no un mero oportunismo para tratar de conservar alguna clase de influencia, sea en el ámbito nacional, o en el entramado de las interrelaciones clericales.

Sea que fuere sincero u oportunista el cardenal, una cosa es evidente: al dar un paso político más radical que sus demás pares –que, prudentemente no incursionan en política tan directamente como el cardenal y han optado por comunicados firmes pero responsables, emitidos a través de la Honorable Conferencia Episcopal Peruana– , el señor cardenal aparece como liderando la posición de la Iglesia que, haciéndose eco del inmenso sentir popular, ya no vería tampoco las horas de que se ponga fin a la tremenda crisis política que nos está llevando a obtener el record guiness de la mayor cantidad de ministros en el menor tiempo.

¿Será eso lo que pretende el cardenal? ¿O, sabiendo que el señor Castillo –el presidente– está aferrado con uñas y dientes al cargo y no pretende dejarlo, no será que el cardenal más bien, le está poniendo la alfombra para que Castillo nombre un buen gabinete ministerial por primera vez en su mandato, y así, después, salir el cardenal a desdecirse nuevamente y alegrarse con que el presidente haya recapacitado y ya no haya nombrado ministros corruptos? Porque, de esa manera, una vez más Su Eminencia estaría apoyando a quien fue su candidato predilecto –Castillo– y echando agua fría sobre la oposición del Congreso como para que sigan fracasando los intentos de vacancia como hasta ahora.

En fin, el tiempo nos dirá si el cardenal ha sido sincero o ha apuntado hacia otro objetivo que no nos cuenta. En todo caso, algo hay que agradecerle de todas maneras. Y es que, cada vez que Su Eminencia el cardenal Cipriani se refería a algún tema que lindaba con lo político, en razón de sus implicancias morales –cumpliendo su deber como religioso y arzobispo, conforme a las normas del Derecho Canónico–, se producía la chilla de la izquierda, que no escatimaba en ofensas contra el único obispo que alzó valientemente su voz para protestar contra cualquier forma de esterilización forzada que se hubiera estado produciendo en la década de los 90. Siempre sostuve que los obispos, como cualquier peruano,  tienen todo el derecho de expresar su opinión sobre cualquier tema, pues están igualmente protegidos por la Constitución en ese aspecto. Ello cumple para el cardenal Cipriani como para el cardenal Barreto, con prescindencia de la opinión o análisis que pudiera merecer lo que dijeren. Ciertamente, no es recomendable que un obispo se meta a hablar sobre política, pues se sale enteramente de su esfera de acción y da lugar a que se impugnen sus declaraciones afectándose no solamente la persona, sino el cargo sagrado que ostenta y que debe preservarse por el bien de las almas que le han sido confiadas. Pero, es el caso que esa misma izquierda que pugnaba contra el cardenal Cipriani cuando hablaba con derecho y por necesidad moral, es absolutamente obsecuente y muda cada vez que el cardenal Barreto incursiona, ya no por temas de implicancia moral, sino directamente en el quehacer político del día–día, como es el hecho de pedir que el Congreso decida el adelanto de elecciones; ése –el de si deben adelantarse o no las elecciones– no es un tema que tenga implicancia moral.; la renuncia de Castillo –el presidente–, tampoco; son temas del quehacer ordinario de la vida en sociedad, sin una implicancia religiosa. Ahí sí ninguno de los conspicuos representantes de posiciones de izquierda ha dicho esta boca es mía, gritado “que se calle el cardenal Barreto”, ni nada parecido. Tampoco los periodistas que hoy un poco más y lloran por haber alentado tanto a Castillo –el presidente–, ha criticado las intervenciones del cardenal Barreto.

Así que, dentro de todo, hay que agradecer a Su Eminencia Reverendísima Pedro Cardenal Barreto que, sin querer, al incursionar con declaraciones directamente políticas sin haber recibido la crítica acerba de la izquierda por emitir opinión, haya reivindicado a Su Eminencia Reverendísima Juan Luis Cardenal Cipriani por todas las declaraciones de este último en el pasado, pues en adelante, esa izquierda chillona y que ha llevado a que el país esté como esté, deberá callarse la boca para denostarlo por hacerlo, si un obispo, cualquiera que fuere, acaba haciendo declaraciones políticas.

Y un último detalle, hablando de la izquierda: algunos representantes de ese sector político han venido alegando –con total ignorancia de los textos constitucionales que hemos tenido– que la incapacidad moral para vacar al presidente Castillo solamente está referida al caso de que por un derrame cerebral, hemiplejia o inconvenientes similares, no pueda seguir ejerciendo sus funciones. Si los de izquierda fueran honestos para con el país, tendrían entonces que admitir que el presidente Alberto Fujimori fue vacado indebidamente, pues no tuvo ninguna clase de derrame ni nada parecido; el presidente Paniagua habría sido, entonces, un usurpador …. y no quiero ni pensar en las consecuencias legales de los actos realizados por él o sus ministros. Sería muy agradable ver que algún periodista le pusiera el dilema al frente a sus entrevistados de izquierda para pasar un rato entretenido viendo los apuros  en que quedarían para responder con coherencia.

 

Dejar una respuesta