Internacional

EL PORQUÉ DE LA MIGRACIÓN

Por: Matías de Dompablo

El día de ayer me encontraba caminando por una de las calles principales del centro de Valladolid (España) cuando, en medio de una gran afluencia de personas que se encontraban disfrutando del inicio de la Semana Santa, se nos acercaron – a mí y a un amigo – dos adolescentes que estaban realizando un trabajo para el colegio.

Este consistía en realizar entrevistas en la calle sobre un tópico en particular: la inmigración. Las preguntas estaban enfocadas en conocer cuál era la percepción de la gente sobre este tema, dejando entrever una intención por reivindicar la imagen de los inmigrantes en su país.

Este encuentro me llevó a escribir estas líneas, para plasmar mis pensamientos en base a la propia experiencia.

Resido en España desde hace poco más de medio año y, aunque cuento con la doble nacionalidad – ergo, los documentos españoles -, si me ciño a la definición, mi situación es de inmigrante.

En consecuencia, he podido observar, escuchar y vivir las distintas perspectivas que existen sobre este tópico. Y, aunque mi experiencia ha sido en este país, mis comentarios van dirigidos hacia un panorama general.

Por una parte, están aquellos que migran hacia un país con mayores comodidades únicamente a delinquir, imponer sus costumbres y/o vivir de las ayudas del Estado. Lo vive Europa, sobre todo con la migración africana, y lo vive Sudamérica, sobre todo con la venezolana. Es por esta causa que la migración despierta sentimientos de rechazo entre la población nativa de los países que reciben a los inmigrantes.

Sin embargo, también habemos quienes emigramos con la intención de buscar un mejor futuro. Quienes, a causa de la falta de oportunidades – inmediatas o futuras – salimos a estudiar y trabajar para labrar un porvenir más favorable de cara a nuestro desarrollo. Esta actitud es la que origina recibimiento por parte de los residentes del país, quienes ven los puntos a favor de esta inmigración y entienden su porqué.

Existe una relación de perjuicio entre estos porque es por culpa de los primeros que los segundos reciben una mala imagen únicamente por compartir la nacionalidad. Se ven predispuestos a enfrentar un panorama cultural más hostil – que es una respuesta natural ante la hostilidad de los inmigrantes que delinquen – que el que habría si sus compatriotas no hubiesen emigrado para cometer actos ilegales.

Hay también los que migran temporalmente, por estudios, trabajo o salud, y los que quieren trabajar, pero no pueden. Este grupo provoca menos posturas y suele pasar más desapercibido.

En suma, y aunque existen distintas actitudes y opiniones frente a la migración, el motivo principal es común a estas: la falta de oportunidades en el país originario. Estas – que no justifican ni excusan el comportamiento del primer grupo – pueden ser de diversa índole (económica, social, política, entre otras), haciéndose presentes en el día a día.

Desde familias que se ven en la necesidad de buscar la supervivencia en un país donde los alimentos no escaseen, hasta profesionales que han invertido tanto tiempo y dinero en su educación que resultan sobre calificados para ese mercado laboral.

Diversas historias y situaciones que reflejan la necesidad de desarrollo en estos países. Una mejora macro que traiga consigo una mejora en la calidad de vida.

Un desarrollo nacional que vaya de la mano con uno personal y familiar, uno en donde prime el bienestar de las personas. Un principio inalienable si se quiere construir Estado de la forma correcta: de abajo hacia arriba.

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