Internacional

CONOCÍ DE CERCA A UNAS HEROÍNAS DESCONOCIDAS

Un testimonio en el día de la mujer

Por: María Ximena Rondón

Durante la semana pasada tuve uno de los días más intensos de toda mi existencia. Quienes son periodistas comprenderán que tenemos jornadas en las que atestiguamos situaciones muy duras y que nos dejan pensamientos interminables.

Por trabajo, me tocó visitar una ciudad del norte de Colombia llamada Necoclí. Es conocida por ser un lugar de paso de los migrantes en su periplo hacia Estados Unidos. El objetivo es ingresar a Panamá por mar o por el Tapón del Darién, una zona muy peligrosa.

Yo había leído y escuchado muchas historias sobre los migrantes, pero nunca me había topado con esa realidad cara a cara. Cuando llegué a esa playa, vi decenas de familias acampando según sus posibilidades. Eran imágenes muy tristes, especialmente cuando los miraba a los ojos. En ellos, se leía un profundo dolor y los rezagos de una travesía difícil.

Es una situación muy dura y hasta dramática, ya que pude atestiguar cómo los padres de familia prefieren que sus hijos coman antes que ellos, lo cual los deja con menos fuerza y defensas corporales para guiar a los suyos durante el viaje.

En medio de todo ese dolor, hay un grupo de mujeres muy especiales que son un bálsamo para el sufrimiento de estos migrantes: las religiosas.

En la zona, trabajan tres congregaciones. Todas se turnan en las labores , algunas de las cuales yo pude atestiguar: recorridos para conocer a los migrantes, repartir tickets de turno para las comidas, repartir comida, anotar las necesidades de la gente e incluso despedir a los migrantes en los botes.

Realmente el temple de esas mujeres es admirable porque se requiere de mucha fuerza emocional para escuchar cientos de relatos al día sobre experiencias terribles. Se requiere mucha fuerza para enfrentar la decepción y la frustración de que no te alcanzó la comida para todos. Se requiere mucho temple para recitar palabras de ánimo a personas que afrontarán grandes peligros en el mar y que podrían morir.

Me gustaría recordar que el concepto de que “la mujer da vida” puede entenderse más allá de la procreación, pues “dar vida” también puede aplicarse a la cotidianeidad o a la realidad social.

En el caso al que me refiero, esas mujeres le “dan vida” a los migrantes. He atestiguado como uno de ellos lloraba de desesperación por haberlo perdido todo y no tener oportunidades y una de estas religiosas le ofreció la asistencia posible para mejorar su condición.

He visto cómo se da vida al entregar un plato de comida a las familias hambrientas o consolando a personas que llegan con heridas y gritan por ayuda en un idioma incomprensible.

Sí, eso es ser mujer. Cuando tenemos que dar vida, sale de nosotras una fuerza que nos permite mantenernos firmes ante la desgracia y atender a los necesitados de la mejor forma posible.

Ya que esta semana se celebra el día de la mujer, es importante citar casos como este porque necesitamos de buenos ejemplos para mejorar en nuestro aporte a la sociedad.

Ser mujer no es portar un pañuelo verde y atacar una iglesia. Es muy fácil gritar consignas y romper todo. Pero ¿alguna vez estas feministas habrán ayudado o visto una realidad tan dura? Es muy fácil optar por desaparecer a las personas o a las cosas, lo que cuesta es ayudarlas y mejorar sus vidas con un gesto muy simple como entregar un plato de comida.

En este 8 de marzo, reflexionamos sobre el tipo de mujeres que queremos ser. Una que busca eliminar la vida humana y deforma su identidad o una heroína anónima que se ocupa de quienes la rodean y les da vida con un gran ejemplo de valentía.

2 Comentarios

  1. O sea que hay muchos colombianos que votaron por petro y ahora no quieren vivir en el paraíso comunista. Trágico. ¿Y el derecho a vivir en la tierra natal? Perdonar lo pinchaglobos ¿Y quién financia todo eso?

  2. En los pies del migrante. Un caminar con la realidad de cada hermano migrante, escuchandolos y hacer todo por amor a Dios.
    Gracias María Ximena, por vivir esta experiencia.

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