Internacional

AUTOPSIA DE LA BOMBA ATÓMICA

Por : Tomás I. González Pondal
Lo de Rusia, Ucrania, Estados Unidos, Reino Unido y demás patotas del barrio terráqueo, me lleva a pensar en la antes inconcebible lluvia de fuego. Hace un tiempo parece estar latente el que alguno de los que poseen el botón que lleva al exterminio, lo toque. Pueden jugar con amenazas siempre respaldados en el botón, respaldados en el hecho de que ya se vio lo que pasó con la Little Boy y la Fat Man. Dejo anotado aquí que hay quienes llaman a los países indicados “Grandes Potencias”.
Pienso que bien podría sintetizarse cuanto diré, en la siguiente propuesta que un vecino le hizo al otro: “Mira… O respetas los límites divisorios del terreno, o te hago volar por los aires con buenas toneladas de dinamita, junto a tu señora, a tus siete hijos, a tu perro, a tu casa, y, seguramente, a nueve o diez casas más con todos sus habitantes dentro”. Claro que dicha explosión el señor la puede llevar a cabo, pues se sabe que tiene en su galpón la dinamita que dice tener. Supongamos que la proposición terrorífica se ventila en diarios, radios, televisiones, celulares y web. ¿Qué diría la gente? La gente normal diría que se trata de un loco, de un psicópata, de un tipo digno de ser encerrado en un loquero. Solo la gente desquiciada sostendrá que estamos frente a un hombre poderosamente respetable.
El sentido común rápidamente sugiere que si usted tiene un problema con el despensero que le vendió un queso en mal estado, logre solucionar el inconveniente con el vendedor, de la forma más racional posible, lo que equivale, al menos en un primer momento, a una exposición pacífica. Nadie en su sano juicio solucionaría lo acontecido con el lácteo vencido, aguardando a que la mujer del vendedor salga en su auto, para así, más luego, poder arrasarla en la vía pública con un tractor. Una vez más, en este último caso, solo un demente diría que quien mató con el gigante de ruedas es un tipo poderosamente respetable.
Modernamente, hay quienes se rasgan las vestiduras quejándose de que en tiempos pretéritos alguien ahorcó a otro o le prendió fuego atado a un poste, al tiempo que llama ‘potencia’ a quien se jacta con la bomba atómica. Llamar ‘potencia’ a quien tiene un arma de exterminio masivo, es, por analogía, tan demencial como los casos delirantes que ya expuse. Saber que, por caso, para acabar con un tema territorial lo puedo hacer lanzando una bomba atómica desde un barco de guerra, no me revela a una ‘potencia’, me revela sencillamente a una ‘demencia’, y una de las demencias más demoníacas jamás vistas. En realidad, mientras más inconsiderada es el arma usada para dirimir una problemática, más demente revela a quien la posee.
Solo un psicópata (de psicopatía profundísima) puede ver la solución de algo, en el hecho de que miles de niños, miles de ancianos y miles de personas inocentes mueran.
Países a los que muchos ven como de “Primer Mundo”, a los que se les da el pomposo nombre de “Potencias”, son quienes están diciéndoles a los demás, algo así como: “Mira… O respetas los límites divisorios del terreno, o te hago volar por los aires con buenas toneladas de dinamita, junto a tu señora, a tus siete hijos, a tu perro, a tu casa, y, seguramente, a nueve o diez casas más con todos sus habitantes dentro”. Solo que a una escala que horroriza al mismo horror.
Si me dijeran porqué tal o cual país es considerado de Primer Mundo, me enumerarían rápidamente avances tecnológicos, viajes espaciales, avances hacia el confort, e, incluso, más de uno colocaría entre los logros el arma de exterminio que aquí crítico; en definitiva, todo más bien en torno a la materia. No son considerados de Primer Mundo por su relación a la trascendencia: aquí se revelan, en verdad, como lo más bajo que haya habido en sociedad alguna, y, siguiendo tal dirección, es fácil ver emerger de sociedades tan anticristianas a aquél que fue denominado por Cristo como ‘el otro’, otro al que desde ahora muchos están ya adorando. Un “Primer Mundo”, por ejemplo, es el que respeta y valora la vida de los niños; un primer mundo no juega con ellos, no los usa, no los pone por carne de cañón.
El periodista hipócrita de nuestros tiempos -al igual que el político y el historiador que merecen igual calificación-, se quejará de la filosa espada de un Rey del siglo XIII, mas tiene por grandes señores a varios presidentes genocidas actuales. A Obama, por ejemplo, no lo recuerdo tanto por el hecho de que le hayan dado en 2009 el Nobel de la Paz y lo haya aceptado: estas cosas son partes de los criterios del mundo y abundan; ni lo recuerdo tanto por haber sostenido guerras durante casi toda su gestión; lo recuerdo sí por su incondicional apoyo al asesinato de humanos no nacidos. Pero para gran parte del mundo moderno se trata lisa y llanamente del “Señor” Obama.
Cientos y cientos de periodistas de estos tiempos, siempre prontos a fustigar mariconamente a épocas que tienen por oscurantistas, se tragan la viga de Hiroshima y Nagasaki mientras rinden culto a Estados Unidos. Incluso hay quienes memoran dicho ataque casi como un hito solemne, contándote “la historia de la bomba atómica” abierta por uno de los patoteros del barrio terráqueo, al que ciertos personajes devotamente denominan ‘potencia’.
Fue Paul W. Tibbets, quien, por orden del Presidente Truman, llevó la «Little Boy», esto es, la primera bomba atómica utilizada en un acto de guerra, y quién la lanzó sobre la ciudad japonesa de Hiroshima a las 08:15 hs. de la mañana del 6 de agosto de 1945, matando a más de 100.000 personas. ¿Puede un hombre matar a 100.000 personas? Sí, con un fuego infrahumano. Qué ironía: la llamada “Niñito (Little boy)”, fue en verdad un gigante del infierno, capaz sí de arrasar entre cientos y miles de personas, a cientos y miles de niñitos. Eso sí, a Tibbets no solo no se le restó condecoraciones, sino que se las sumaron: Cruz por Servicio Distinguido, Legión al Mérito, Cruz de Vuelo Distinguido, Corazón Púrpura, Medalla Aérea, Medalla de Encomio de Servicio Conjunto, Medalla de la Campaña Europea-Africana-Medio Oriente, Medalla de la Campaña Asiática-Pacífica, Medalla de Servicio de la Defensa Americana, Medalla de la Campaña Americana, Medalla de Victoria Segunda Guerra Mundial, Medalla de Servicio de la Defensa Nacional.
¿Historia? He aquí las palabras del presidente de Estados Unidos, Truman, un satánico psicópata: “Los japoneses comenzaron la guerra desde el aire en Pearl Harbor. Ahora les hemos devuelto el golpe multiplicado. Con esta bomba hemos añadido un nuevo y revolucionario incremento en destrucción a fin de aumentar el creciente poder de nuestras fuerzas armadas. En su forma actual, estas bombas se están produciendo. Incluso están en desarrollo otras más potentes. […] Ahora estamos preparados para arrasar más rápida y completamente toda la fuerza productiva japonesa que se encuentre en cualquier ciudad. Vamos a destruir sus muelles, sus fábricas y sus comunicaciones. No nos engañemos, vamos a destruir completamente el poder de Japón para hacer la guerra. […] El 26 de julio publicamos en Potsdam un ultimátum para evitar la destrucción total del pueblo japonés. Sus dirigentes rechazaron el ultimátum inmediatamente. Si no aceptan nuestras condiciones, pueden esperar una lluvia de destrucción desde el aire como la que nunca se ha visto en esta tierra.”
Hoy, cualquier monstruosa locura si presenta una buena dosis de tecnología, de sofisticada industria o de difusión virtual, prontamente pasa en engrosar la lista de medallas de lo que se tiene por potencia. Quizá, de forma muy refinada, sigue rigiendo el dominio de la fuerza y no el de la razón; en todo caso, la amenaza moderna es: “es razonable para ustedes que se sometan a mi descomunal fuerza”.
La famosa GBU-43/B Massive Ordnance Air Blast (MOAB), más conocida como The Mother of All Bombs («Madre de todas las bombas»), tiene un costo de unos 16 millones de dólares, traducidos a moneda argentina equivale a 3.520.000.000 millones de pesos. Y solo el Proyecto Manhattan, de donde salió la bomba atómica Littel Boy, costó 2000 millones de dólares, lo que pasado a nuestra moneda nacional equivale a 440.000.000.000 millones de pesos, ¿te cierra? Esa es una de las tantas inversiones re-multimillonarias que se hacen en favor de la muerte. Y después te salen hablando del cambio climático, de que no tires el palito del chupetín al suelo.
Se lee en el Apokalypsis 6, 3-4: “Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo Ser Viviente gritar: «Ven.» Salió entonces otro caballo de color rojo fuego. Al que lo montaba se le ordenó que desterrara la paz de la tierra, y se le dio una gran espada para que los hombres se mataran unos a otros.” Después de lo que hemos visto con la bomba atómica es imposible no ver cumplirse la profecía mayor. Stop ateos, stop… Los oigo en sus murmuraciones. Les dejo con lo que pronunció Robert Oppenheimer, el llamado ‘Padre de la bomba atómica’: “Supimos que el mundo no sería el mismo. Unas pocas personas rieron, unas pocas lloraron, muchas estuvieron en silencio.
Recuerdo la línea de la escritura Hindú, el Bhagavad-Gita. Vishnu está tratando de persuadir al Príncipe para que cumpla con su deber y para impresionarlo toma su forma con múltiples brazos y dice: ‘Ahora, me he convertido en la muerte, el destructor de mundos’. Supongo que todos pensamos eso, de una u otra forma.” Demonios persuadiendo al Príncipe (de las tinieblas). Ha cumplido.
El que domina en el fuego se llama Satanás; desde ahí hace todo tipo de males, causa espanto, daña y su gran anhelo es causar la enemistad entre el hombre y Dios. Tengo para mí, que a muchos, modernamente, los hizo caer en esa espantosa tentación de dominar por el fuego sembrando el mundo de muertes. Definitivamente no vivimos en épocas de grandes potencias, vivimos en tiempos de grandes demencias, demencias cuyo fuego es tan horroroso, que, sin duda alguna, el infierno, significativamente, ha emergido a la tierra.

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