Política

LA NUEVA RELIGIÓN DE MASAS

Por: Ignacio Nieto Guil

Las modernas ideologías en el siglo XXI son un remplazo del antiguo sistema religioso, principalmente del Cristianismo fundante de occidente. Actualmente la cultura y la política están atravesadas por un fuerte contenido ideológico, siendo esta, la nueva religión de masas donde el hombre busca su fin y realización.

¿Pero a que nos referimos con la nueva religión de masas? Precisamente a un conjunto dogmático cerrado, escéptico moralmente, de corte relativista y constructivista, que gira en torno al hombre (antropocentrista) que niega todo orden metafísico o transcendental (antimetafísico), donde el hombre es un fin en sí mismo (inmanentista) y por último, la única realidad existente es la materia (materialista). Sobre esta base se configura la actual creencia de las masas en los tiempos posmodernistas, que recurre principalmente a los sistemas ideológicos para analizar la realidad, descartando los
sistemas transcendentales y religiosos, como el Cristianismo que domino toda la cultura occidental hasta la entrada del pensamiento ideológico a partir de la Revolución Francesa donde se impuso de manera tajante el dogma secular.

Si se analiza detenidamente lo descrito en el párrafo anterior se llega a la conclusión que estas características son propias de un sistema dogmático. Comúnmente los dogmas se asocian a lo religioso, no así a lo ideológico o al menos quienes defienden este tipo de posturas creen que lo hacen desde un rango lógico. Nada más incoherente que esto, puesto que, el accionar ideológico necesita para operar de la coaptación mental que se lleva a cabo mediante diversas formas como: sentimentalizar las ideas  políticas, crear una especie de culto mesiánico alrededor del líder político, la única
verdad es la ideológica y fuera de esta no la hay. Además las únicas ideas posibles son las profecías conferidas por pensadores como Marx, Lenin o Stalin. Por otro lado el medio político lo acapara todo y se eleva por encima de las demás esferas de la vida.

José Ortega y Gasset escribió en la rebelión de las masas (gran libro para entender la conducta de las masas en nuestros días) “La vida pública no solo es política, sino, a la par y aun antes, intelectual, moral, económica, religiosa…”. Así la cultura y la política se transformó en el nuevo escenario pseudo religioso de las masas. El sentido que debe entenderse por política es precisamente su moderna forma de ejercicio, tanto en el plano social y cultural. En nuestros días la política tiene la característica de ser partidocrática, sufragista, positivista, nepotista, despótica, corrupta y donde los peores elementos del cuerpo social llegan a ocupar los puestos estatales indistintamente al orden o jerarquía que sea. El sistema está preparado para ello y quien cuestione esta filosofía política es un enemigo de los valores modernos. La profundización de tal panorama en el siglo XXI se debe al alejamiento del sistema religioso transcendental que enseña, entre otras cosas, normas y guías de conducta moral con miras a un fin superior al hombre.

Lo anterior se dio como consecuencia de la ateización del pensamiento gracias a las doctrinas ideológicas como la izquierda y el liberalismo. Es así que todo fin, donde antes se buscaba en la trascendencia, se volcó al campo político y cultural, es decir, a un terreno intrascendente y por lo tanto vacío. Es por este motivo que el hombre busca realizarse en un plano inmanentista y materialista. La dialéctica en la lucha social, el progreso indefinido, el contrato social democrático o los derechos humanos han sustituido el credo religioso, por un credo ideológico. Es decir, que el valor supremo a
aspirar se da en utopías y dogmas de carácter eminentemente ideológico. Además basta ver esto en su aplicación práctica y los grandes problemas morales que sufren las sociedades actualmente.

La instauración de los regímenes políticos que más devastaron a escala humana, social, política y económica se impusieron gracias a la difusión del ateísmo. El pensador Carl Marx sentenció que “la religión es el opio del pueblo”. Y en este sentido Vladimir Lenin sostenía que “Nuestro programa incluye necesariamente la propaganda del ateísmo”.

Por consiguiente hay una íntima asociación entre el ateísmo y las doctrinas políticas que más daño hicieron a lo largo de la historia. En consecuencia, para llevar a cabo todo ideario político como lo hicieron los autores mencionados en el párrafo anterior, debieron necesariamente impregnar de ateísmo toda su doctrina y eliminar el fuerte contenido trascendental y moral que es propio de un sistema religioso como el Cristianismo. Además no basto una simple indiferencia, debieron descargar toda su furia contra este, ya que, por contraposición las ideologías y la religión como la mencionada son dos esencias que se oponen totalmente. Y el primero debe eliminar al segundo, si verdaderamente quiere triunfar, cuestión que hasta el
momento no se pudo lograr.

El marxismo supo bien utilizar la figura de sus líderes políticos. Un ejemplo de ello es Ernesto el “Che” Guevara, una figura casi providencial y sacrosanta para los sectores izquierdistas. Este mesías terrenal cautivo a generaciones enteras, siendo un icono mundial. Pero verdaderamente fue un hombre de carne y hueso (en términos Unamunescos) que entre otras cosas asesino con fines eminentemente políticos y nada puede justificar tal acto. Todo lo anterior con el fin de llevar la utopía marxista y el famoso paraíso terrenal por todo el continente, intentando de esta forma esclavizar los
países de América Latina. Pero lo único que verdaderamente instauraron fue una dictadura sangrienta que perpetúo a su socio Fidel Castro en Cuba. Luego este lo  desecho una vez que se hizo del poder, enviándolo a morir a Bolivia. La historia reinventada por las masas izquierdistas inmortalizo a este mesías marxista.

Es así que hoy el hombre-masa posmodernista deposita todas sus ilusiones y esperanzas en las nuevas causas culturales y políticas como el feminismo, el panteísmo ecológico o el aborto que muy bien el posmarxismo utiliza para implantar la tiranía en este siglo XXI. Para ello se alejó de la causa obrera relegándola a un plano secundario.

En este sentido también se hace culto al igualitarismo que es otra máxima utópica de la nueva religión de masas, donde la barbarie asciende y busca igualarse a cualquier coste. Es decir, que la igualdad es uno de los principales dogmas de la sociedad moderna y principalmente un aspecto sumamente importante del credo progresista. Estos propugnan un igualitarismo absurdo, donde el logro de los objetivos de las modernas
causas se da mediante la coacción totalitaria por parte de grupos que únicamente quieren imponer su visión, que en muchos casos dista de la realidad.

Así arremeten sin reflexión alguna, sin pensamiento, sin distinción, sin abstracción y aún menos sin entender la propia naturaleza humana. Incluso Nietzsche tan alabado por el progresismo ateo y nihilista sostenía que “No existe nadie más inferior que aquellos que insisten en que todos somos iguales”.

Por su parte los derechos humanos han adquirido un rango cuasi religioso. Esta nueva deidad secularizada entroniza la alabanza sin distinción de credo ideológico, es decir, que el ecumenismo doctrinal proclama por igual los derechos universales del hombre.

Esta forma de pensamiento avanza tajantemente contra todos los órdenes de la vida y para ello pretenden definir y establecer desde una dimensión normológica como ha de ser cada ámbito donde está inserto el ser humano. Por consiguiente esta tendencia positivista funciona prácticamentecomo un dogma, ya que, si la autoridad dictamina, proclama un derecho o define un ámbito de la vida es tenido como una palabra sacrosanta y prácticamente no existe el disenso una vez aprobada convencionalmente por la mayoría. En efecto si la ley lo manda es una verdad casi pétrea. Pero en realidad es una herramienta de poder que baja lineamientos ideológicos.

En definitiva la cultura y la política es la nueva pseudo religión secular de las masas, infectado de ideologías, que son un cuerpo dogmático con los peores atributos y sin virtud alguna que busca imponerse de forma brusca mediante el pensamiento único y hegemónico. Para coronar lo dicho apelamos al gran pensador Ingles del siglo XX G.K Chesterton que sostenía que “La Declaración de Independencia basa dogmáticamente
todos los derechos en el hecho de que Dios creó iguales a todos los hombres; y es verdad; porque aunque no hubieran sido creados iguales, ciertamente evolucionaron de forma desigual. No hay base para la democracia si no es en el dogma del divino origen del hombre”. Y en otra frase sentenció que “Existen dos tipos de personas en este mundo; los que creen en los dogmas y lo saben, y los que creen en dogmas y no lo saben”. Es por
ello que los que saben que creen en dogmas buscan la profundización del ser en el misterio y la virtud. Los otros buscan la imposición de manera totalitaria con el ardid y el engaño, infectando de ideología todo a su paso.

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