Por: Pedro Luis Llera
Acabo de encontrar por casualidad una perla en el perfil de la presidenta de la Comunidad de Madrid. Una perla que resume perfectamente lo que es el liberalismo: «Libertad y después, todo lo demás».
“El primer preámbulo es la historia: será aquí cómo Cristo llama y quiere a todos debajo de su bandera, y Lucifer, al contrario, debajo de la suya.
El 2º: composición viendo el lugar; será aquí ver un gran campo de toda aquella región de Jerusalén, adonde el sumo capitán general de los buenos es Cristo nuestro Señor; otro campo en región de Babilonia, donde el caudillo de los enemigos es Lucifer.
El 3º: demandar lo que quiero; y será aquí pedir conocimiento de los engaños del mal caudillo y ayuda para de ellos me guardar, y conocimiento de la vida verdadera que muestra el sumo y verdadero capitán, y gracia para imitarle.”
La bandera de Lucifer es la bandera liberal. Y aparentemente esa bandera está ganando por goleada la batalla. Pero la guerra la ha ganado Cristo. Porque en la cruz, Nuestro Señor ha derrotado de una vez por todas a Satanás y a sus huestes.
Por eso, aunque seamos pocos, aunque parezca que no tenemos nada que hacer; aunque parezca que somos el hazmereír del mundo entero quienes estamos bajo la bandera de Cristo, da igual: la victoria es nuestra. No de liberales ni de libertarios ni de anarquistas. El Bien es Dios y los cristianos debemos cumplir sus Mandamientos. Y cuanto más obedientes, más libres y más felices. Y cuanto más rebeldes y más pecadores, más esclavos de Satanás y más desgraciados. La libertad de los hijos de Dios es la libertad de creer que es posible vivir en este mundo cumpliendo la voluntad de Dios, porque hay que obedecer a Dios antes que a los hombres (Hch 5,29).
La jerarquía de la libertad debe dejar paso a la soberanía de Dios. Hacer la Voluntad de Dios es ser realmente libres. Y la soberbia y la autodeterminación es esclavitud y necedad.
El régimen liberal que aprueba el divorcio, el aborto, el matrimonio homosexual o la gestación subrogas (o vientres de alquiler) es el reino de Lucifer: de la libertad de la soberbia de Satanás, de la revolución, de la rebelión contra Dios.
Los católicos tradicionales, los tradicionalistas, queremos que los individuos, las familias y la sociedad obedezcan la voluntad de Dios y cumplan sus Mandamientos. Dios es el Señor, el centro, el Principio y el Fin.
Y el mal hay que combatirlo siempre.
Solo acabaremos con el mal cuando Cristo reine, cuando la Caridad sea la Ley, cuando todos vivamos en gracia de Dios: bautismo, confesión, penitencia, comunión sacramental, adoración a Jesús Sacramentado… Así se vence al mal.
Nada sin Dios: ni política sin Dios, ni filosofía sin Dios, ni teología sin arrodillarse ante Dios.
Sobra soberbia. Falta humildad. Sobra odio y muerte. Falta caridad.
Falta amor a Dios y a María Santísima. Recemos el rosario, tengamos una vida sacramental intensa.
Convertíos. El Reino de Dios está cerca.