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CUANDO LA DIPLOMACIA SE CONVIERTE EN CENSURA: INACEPTABLES EXPRESIONES DEL EMBAJADOR DE UCRANIA

La Abeja se solidariza con Ricardo Sánchez Serra

Montaje fotográfico
El pasado 2 de diciembre de 2025, el embajador de Ucrania en el Perú, Yuriy Polishchuk, publicó en su cuenta oficial de X (Twitter) una serie de mensajes que constituyen un ataque frontal contra el periodista peruano Ricardo Sánchez Serra.
En ellos, el diplomático ucraniano califica al comunicador de “propagandista ruso”, lo acusa de “difundir mentiras” y llega incluso a sugerir que debería ser “investigado” por sus opiniones críticas hacia la política exterior de Ucrania y la gestión de Volodímir Zelenski.
Estas expresiones no solo son inaceptables por provenir de un representante diplomático acreditado en un país democrático, sino que representan una amenaza directa a la libertad de expresión, uno de los pilares fundamentales de cualquier sociedad libre.
Ningún embajador, por más legítima que considere su causa, tiene derecho a señalar, estigmatizar o pedir la persecución de un periodista por el simple hecho de expresar opiniones críticas con su gobierno.
La libertad de prensa no es un privilegio concedido a quienes aplauden el discurso oficial; es un derecho inalienable que protege precisamente a quienes cuestionan, investigan y discrepan, incluso cuando sus posiciones resultan incómodas o políticamente incorrectas para determinados gobiernos extranjeros.
Calificar a un periodista de “propagandista ruso” por criticar la corrupción documentada en Ucrania, el manejo autoritario de Zelenski o los millonarios contratos de armas durante la guerra no es un acto de defensa de la verdad; es un intento burdo de intimidación y silenciamiento.
Es la misma táctica que emplean regímenes autoritarios cuando quieren neutralizar voces disidentes: etiquetar, deslegitimar y, en el mejor de los casos, asustar.
El Perú es un país soberano con una Constitución que garantiza la libertad de expresión . Ningún funcionario extranjero, por más acreditado que esté, puede pretender actuar como censor o fiscal de lo que los peruanos podemos decir, escribir o pensar sobre conflictos internacionales.
Si el embajador Polishchuk considera que el señor Sánchez Serra ha incurrido en algún delito, existen los canales diplomáticos y judiciales pertinentes. Pero utilizar las redes sociales para señalarlo públicamente y sugerir investigaciones es un acto de prepotencia que recuerda más a las prácticas de los servicios de inteligencia soviéticos que a la conducta esperada de un diplomático en el siglo XXI.
Cuando un embajador extranjero se permite atacar a un periodista local por sus opiniones, está enviando un mensaje claro: “Aquí no se puede criticar a Ucrania”. Ese mensaje es inaceptable. Hoy es Ricardo Sánchez Serra; mañana puede ser cualquier otro comunicador que se atreva a cuestionar la narrativa oficial.
Corresponde al Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú citar al embajador Polishchuk y exigirle explicaciones formales por sus declaraciones. La libertad de expresión no es negociable. Ni por solidaridad internacional, ni por presiones diplomáticas, ni por la gravedad de ninguna guerra. Quien no entienda eso no merece ostentar el título de embajador en un país democrático.

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