
“Viento del este, la niebla se levanta,
Algo se está gestando, a punto de empezar.
No sé qué será lo que está por venir,
Pero siento que ya ha pasado antes.”
Mary Poppins
Por: Gabriela Pacheco
El espíritu religioso en las artes a través de la historia ha sido una fuerza constante que ha dado forma a la pintura, la escultura, la música, la arquitectura y la literatura. Desde las primeras civilizaciones en la que el arte era una ofrenda al misterio divino hasta en nuestros días, más plural y ecológica, hay una espiritualidad que se refleja en el arte. Toda creación artística nace del alma, de los sentimientos, pensamientos y experiencias profundas del ser humano. Desde siempre, el arte ha sido una forma de buscar sentido, armonía y trascendencia.
Hace unas décadas atrás el hombre se olvidó de Dios, no solo en el arte sino en su vida. La mayoría no por estar en contra, sino porque le era indiferente. Muchas veces no se trata de un rechazo muy consciente, sino de una cierta insensibilidad hacia la cuestión religiosa. El estrés de las ciudades, la exigencia laboral y la presión social hace que se viva en un nihilismo cotidiano olvidándose del porqué de la vida y dejando de lado el sentido de la existencia.
Sin embargo, desde hace unos pocos años, algo inusual está ocurriendo, se ha vuelto a hablar de Dios en la música, el arte y literatura. Tal como lo apreciamos en el concierto Grace for the World de la Plaza San Pedro, sorprendió la aparición de cantantes populares en el Vaticano. Vimos a una Karol G muy recatada y elegante que cantó temas a dúo con Andrea Bocelli. Aunque las críticas sobre su presentación continuaron semanas después, no fue la única artista en dar testimonio sobre su amor a Dios. El rapero Jerry Roll cantó con Jeniffer Hudson agradeciendo a Dios, “He pasado por el infierno y cantaré aleluya porque, Dios, has sido paciente; porque, Dios, has sido amable”. Pharrell Williams también animó a los asistentes a compartir la gracia y la inquietud para difundir luz en el mundo a través de todas las manifestaciones.
Durante esta celebración, no faltó uno de los temas más alegres y significativos de Celia Cruz, La vida es un carnaval. Una canción mítica que, en su aparente ligereza, no duda en señalar que nadie está solo y que vivir en pecado es una desgracia. Gracias al acercamiento de los artistas a la fe se pudo trasmitir un mensaje renovado de una Iglesia festiva que se alegra de las conversiones y que puede dialogar sin miedo con lo innovador, de proponer con fuerza y convicción su mensaje de amor y perdón.
Por otro lado, se vivió con sorpresa el último concierto de rock Arde Bogotá, en el cual un mar de jóvenes entonó con lágrimas en los ojos los versos de la canción La Salvación. Los jóvenes corearon a todo pulmón “Y no sé si existe Dios, pero algo debe haber, porque sigo buscando la salvación.” Parecía un reclamo, un grito de ayuda porque tienen sed de Dios y se sienten defraudados por tanta frivolidad. Tienen sed de eternidad y se conmueven con la intuición de lo trascendente, “Cuando tú me miras, se me olvida que me duele el mundo.” Los jóvenes atrapados entre el nihilismo y la esperanza no creen del todo, pero necesitan creer en alguien. Como diría Teo Peñarroja (2025) esos jóvenes lloran porque les dijeron que el éxito estaba asegurado, que la juventud sería eterna, que Dios ha muerto y que no existían límites para sus deseos; y lloran porque hay límites y los han descubierto.
En un mundo frío y hostil, la religión se muestra como un refugio cálido y acogedor, por eso, el resurgimiento de la espiritualidad se da como respuesta al vacío existencial. El abandono del cultivo del espíritu ha generado un movimiento reactivo en las nuevas generaciones que han encontrado refugio en la fe. Esta recuperación de lo sagrado no sería más que otro reflejo identitario en una circunstancia en la que las generaciones jóvenes vuelven a exigir la reconstrucción de las raíces y de vínculos reconocibles.
Aunque los sociólogos aún no se ponen de acuerdo por las razones por el cual se esté dando este resurgimiento de piedad, si mencionan que luego de la crisis sanitaria del 2020, los jóvenes han experimentado una soledad existencial y que ese deseo de sentido los ha movido a buscar una conexión con algo superior que no perezca. Tanto como la necesidad de encontrar un propósito en la vida y comprender los misterios del dolor, la enfermedad y la muerte como conocer la verdad y obtener respuestas a las interrogantes fundamentales de la vida los ha impulsado a la búsqueda de Dios.
Florece una generación de escritores de marcada tendencia religiosa, como Simone Weil y Ana Iris Simón, que manifiestan grandes inquietudes espirituales. Poemas con letras de angustia existencial que reclaman la existencia de un Dios liberador. Son novelas valientes que desafían las ideas actuales y defienden la familia, el matrimonio, la maternidad y la trascendencia. Hacen frente a las doctrinas progresistas indagando respuestas para calmar el dolor generacional de vivir en soledad negando la existencia de Dios. Como decía Alessandra Borghese, a causa de ese silencio sobre el alma, la vida moderna se vuelve más impersonal y superficial. Incluso ya se habla de boom del cine religioso con The Chosen, King of the Kings, La Casa de David entre otros proyectos de Mel Gibson y más.
En Reino Unido ya se ve también un resurgimiento religioso. En el 2018 solo el 4% de los jóvenes aseguraba asistir a misa al menos una vez al mes; hoy en día ha aumentado al 16% y los jóvenes que reciben la confirmación y que se mantienen perseverantes ha crecido un 80%. En Francia, país laico, el número de bautizos de adultos y adolescentes se ha disparado y sólo durante Semana Santa se bautizaron un 45% más de adultos que el año pasado. Son los datos más altos registrados desde hace más de 20 años.[i]
Hay una reivindicación de valores tradicionales no solo en España sino también en Estados Unidos donde cada vez más músicos populares hablan de Dios. Según el sociólogo Luis Miller, este fenómeno podría estar vinculado con la figura de Trump en USA y con el activismo de derecha de Vox en España. Los partidos políticos conservadores defienden valores religiosos y consideran a la Iglesia un pilar del orden social. Las posturas políticas de derecha están basadas en la tradición y la autoridad natural. En muchos casos, los valores religiosos son la fuente de legitimidad para el poder del Estado. Cuestiones morales y sociales como la defensa de la vida, de la familia y el matrimonio son parte de su ideario.
El padre Luis Arguello[ii] hace un análisis de los últimos acontecimientos en España y considera que un cambio profundo está sucediendo que es más que una moda, hay una corriente de fondo. Primero, se ha concedido el premio Príncipe de Asturias a un filósofo coreano que ha publicado un libro sobre Dios. El festival de San Sebastián premia a una película que narra el recorrido espiritual de una chica que toma los hábitos. Los retiros espirituales de Effetá tienen una larga lista de espera y los jóvenes asisten entusiasmados. El grupo musical católico Hakuna llena cada escenario donde se presenta con canciones de amor a Dios. Hasta la canonización del joven italiano Carlo Acutis un santo millennial e influencer en redes sociales ha contribuido a este fenómeno.
Por último, Rosalía lanza una producción musical llena de simbolismos religiosos, unos dirán que es solo marketing, precisamente su equipo de marketing sabe cuáles son las tendencias del medio e intencionalmente las sigue. Cuando Rosalía habla de Dios, se viste de monja y canta sobre las consecuencias del vacío existencial que produce el materialismo, es porque está reflejando una corriente vigente en la sociedad. De repente, los jóvenes que no fueron criados en un entorno religioso ahora están interesados en la religión, la Iglesia, el misticismo, la fe y hasta con el nuevo Papa: el “papa Bob”, como es conocido Robert Prevost. Hoy la fe es tendencia en las redes sociales.
Quizá, también, los más jóvenes se hayan dado cuenta de que es imposible vivir en un mundo sin perdón ni misericordia. “No es una conversión masiva, pero sí un cambio de tendencia“, analizaba Miller. “Después de décadas de retirada, la fe parece haber dejado de retroceder para empezar a rebrotar“.
Los falsos profetas del bienestar no han podido callar el grito del cuerpo y la sed de Dios. Esta generación, que no es católica en un sentido confesional ni cultural, se acerca con reverencia y asombro a esos misterios. Porque tiene que haber, al fin y al cabo, una salida. Tiene que haber salvación.
Esperamos que estos nuevos vientos que trae una mirada a Dios no sean pasajeros, sino que sea una tendencia que ha venido para quedarse. Dios está de moda y el mérito parece ser de los jóvenes.
Lima, noviembre 2025
[i] Conferencia Episcopal francesa
[ii] Presidente de la Conferencia Episcopal española





