Internacional

LA SOPA QUE ALIMENTA LOS SUEÑOS DE LA IZQUIERDA

Por: Carlos Polo          

 “Sopa de Wuhan” es un compendio que concentra el pensamiento de gurúes de la izquierda internacional sobre la pandemia COVID19. Es un libro gratuito que circula en internet con contribuciones periodísticas de 15 autores que pone de manifiesto la narrativa política sobre la pandemia desde su óptica e intereses. Y por cierto, hasta el título hace referencia al relato del origen de la pandemia que nos ha querido vender el gobierno chino: el de la transmisión a través de la comida exótica, una tesis que cada vez cree menos gente. Pero sobre todo, este dossier muestra el rumbo de lo que esperan y sueñan: el fin del “neo capitalismo liberal” y la instauración de un poder global comunista.

En efecto, en un inicio la pandemia parecía configurar un escenario de ensueño para todo comunista. Sea que en Wuhan se haya soltado un arma biológica a propósito o se haya escapado por un descuido, el coronavirus ha puesto en jaque a las democracias y a las libertades ciudadanas en todo el mundo. Y todo con una indiscutible “razón”: la salud.

Y por supuesto, esto emociona tremendamente a la nueva Internacional Comunista y los lleva a pensar cuál debería ser el siguiente paso hacia el “paraíso comunista” en la tierra. Y cuando alguien de la izquierda se emociona con algo, lo que hace es inmediatamente construir un relato.

Los estados están tomando medidas más o menos totalitarias en buena parte del mundo sin revoluciones de por medio. Esto de que el Estado avasalle a los ciudadanos y les imponga una agenda les ha salido gratis. El terror generalizado por el Covid19 está provocando que la población otorgue un cheque en blanco a sus gobernantes a cambio de mantener la promesa de protegerlos. Y hay que recalcar lo de “promesa” porque lo de proteger está por verse. En las últimas semanas, hemos sido testigos de gobernantes suprimiendo libertades fundamentales y garantías constitucionales sin mayor oposición, lo mismo en Europa que en Latinoamérica o Asia.

Y cada día se habla más de la necesidad y posibilidad de usar la tecnología de bio-vigilancia con excusa de la pandemia, lo que esconde la puerta de entrada al control total sobre el ciudadano. Cámaras de seguridad con reconocimiento facial, rastreo de ubicación a través de teléfonos móviles, uso de información de contenidos de redes sociales, registros de ADN y quizás muy pronto microchips subdérmicos: el Estado sabrá todo de cada uno de sus ciudadanos sin que esto sea algo de ciencia ficción. Cómo se movilizan, con quién y de qué hablan, en qué invierten su dinero y hasta lo que piensan en la intimidad. De allí ese Estado podrá establecer (y ya está buscando hacerlo) premios y castigos según se ajusten a las necesidades  del gobierno de turno–. Es decir, un esquema como el que ya se practica en China lo tienen a la vuelta de la esquina y la oportunidad les viene sin que les haya costado nada. Y recordemos que, aunque ahora muchos chinos tengan mucho dinero, aquél sigue siendo un gobierno comunista.

Slavoj Žižek, quizás uno de los teóricos marxistas más leídos en las últimas 3 décadas,  ocupa un lugar destacado en esta “Sopa de Wuhan”. Utilizando una escena de la película “Kill Bill”,  Žižek describe “la epidemia de coronavirus como una especie de ataque de la ´Técnica del corazón explosivo de la palma de cinco puntos´ contra el sistema capitalista global, una señal de que no podemos seguir el camino hasta ahora, que un cambio radical es necesario”. Se regocija en pensar que el virus es ese golpe letal, que tras unos pasos, le reventará el corazón al capitalismo para dejarlo fulminado. Y llama a sus correligionarios a tomar la pandemia como ventana de oportunidad para reinventar el comunismo.

Judith Butler también contribuye desde su perspectiva para sacar partido de la coyuntura. Ella ve la desigualdad social radical y la discriminación a mujeres, LGTBI, queers y trans en el sistema de salud actual en EEUU, mientras el coronavirus no discrimina, mata por igual a todos y amenaza con colapsar todo centro de atención sanitaria. Por tanto, se ha vuelto el socio ideal e inesperado en su gesta anti-sistema. En el contexto de una inminente re-elección de Donald Trump, Butler expresa sin tapujos el deseo de que éste no encuentre la vacuna porque en su narrativa sería reactivar el sistema de salud capitalista y opresor. Ella imagina –y obviamente afirma con total seguridad, como si tuviera una bola de cristal– que Trump pondría esa vacuna en manos de las grandes compañías de seguros que abandonarían a los enfermos que no puedan pagarla. Por el contrario, el “Medicare para todos” de Bernie Sanders distribuiría la vacuna democráticamente en un sistema de salud sin exclusiones.

Otros “cocineros” de esta sopa describen la pandemia como el umbral de una tercera etapa del comunismo. Luego de la primera que inventó esa ideología y una segunda de concreción local no tan brillante, la pandemia es un llamado a la instauración de “un orden mundial que supere la acumulación de estados nacionales enfrentados entre sí obedeciendo a una estúpida lógica económica cuantitativa”, como señala Gabriel Markus. Un comunismo caracterizado por un control transnacional totalitario que tendría a la Organización Mundial de la Salud como modelo. No es casual entonces que los directivos de la OMS se hayan deshecho en halagos para el Partido Comunista Chino. El “Aprendan de China” que nos ha dicho tanto la OMS últimamente no comenzó con la actual pandemia sino que ha sido su consigna desde hace buen tiempo. En palabras de Žižek, la OMS “representa un primer y vago modelo de tal coordinación a escala mundial (…) Se otorgarán mayores poderes a otras organizaciones de este tipo”.

Si bien la sustancia de la “Sopa de Wuhan” es el sueño de un comunismo venidero, otros ingredientes complementan la receta. Las conocidas agendas sociales de la izquierda se insertan al eje central de la narrativa. Globalización anti-estados nacionales y protector de la inmigración descontrolada; Ecologismo, con su alarmismo climático y su religión a la Madre Tierra; Género y su lucha contra sistema binario heteropatriarcal; Racismo; Separatismo nacionalista –de estilo europeo–, y Animalismo. Todas aportando con su cuota pánico y conflictividad, ahora aumentado hasta el paroxismo por la pandemia COVID19.

Estas agendas subordinadas también son instrumentos eficientes para subir al carro del comunismo a personas con otros intereses. En estos días  se multiplicaron noticias que pretenden ser “pintorescas” como la de National Geographic sobre cisnes retornando a los canales de Venecia, aire puro en las ciudades, aguas transparentes en ríos, delfines y peces nadando felices por la ausencia de turistas y pescadores. Curiosamente, David Harvey publicó en esta sopa 6 días antes, una mención a los cisnes de Venecia, concluyendo que “el COVID-19 constituye una venganza de la naturaleza por más de cuarenta años de grosero y abusivo maltrato a manos de un violento y desregulado extractivismo neoliberal”.

Ernesto Araujo, ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, resume muy bien la intención detrás del sueño comunista de Slavoj Žižek y del resto de autores de “Sopa de Wuhan”: “Bajo el pretexto de la pandemia, el nuevo comunismo trata de construir un mundo sin naciones, sin libertad, sin espíritu, dirigido por una agencia central de ´solidaridad´  encargada de vigilar y castigar. Un estado de excepción global permanente, que transforma el mundo en un campo de concentración gigante”.

Hasta aquí el recuento de los sueños de la izquierda. Pero siempre existe una distancia importante entre los sueños y la realidad. La narrativa de “Sopa de Wuhan” puede encandilar a muchos espíritus poco críticos pero tendrá que enfrentar cuestionamientos más serios. La OMS ha mostrado no ser de mayor utilidad en el control de la pandemia creando serias dudas sobre su aura de globalismo. Además, hoy se sabe que ocultó información vital que le entregó Taiwán en diciembre del 2019. Cada día que pasa, las cifras oficiales de contagiados y muertos en China son más intragables.

En el fondo, la alegría comunista presente por el auge del estatismo a ultranza se basa en un factor exógeno a su propuesta ideológica. Incluso dentro del grupo sopero, Byung-Chul Han ya se manifestó como voz disidente de quienes se sienten cómodos cediendo el rol revolucionario a un virus. Quienes se entusiasmen con esta retórica, tan mítica como el comunismo original, se indigestarán con el mismo tipo de fracasos históricos que los han acompañado desde principios del siglo anterior.

Urge, más bien, plantear alternativas. Y estas comienzan por entender las serias consecuencias del control global que se viene gestando con la excusa de las medidas de bioseguridad a propósito de la pandemia COVID19.

Son tiempos de tomar decisiones importantes. José Manuel Montes López las describe así: “el paradigma de nuestro tiempo divide al mundo entre quienes creen en la globalización y los que creen en el Estado-Nación, la internacionalización o la economía nacional, la cultura global o el mantenimiento de las culturas propias, la robotización del ser humano mediante geolocalización y el control de sus movimientos o la libertad y el humanismo cristiano”.

A los ciudadanos, que hemos soportado estoicamente este confinamiento en familia, nos tocará decidir si tomamos la sopa o elegimos otro menú, más saludable.

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