
Por: José Romero
Me referiré al Arzobispo Carlos Castillo en particular y en General a la Jerarquía de la Iglesia Católica en el Perú representada por parte de los Obispos reunidos en la Conferencia Episcopal Peruana (CEP), de muy lamentable actuación en los últimos años.
Castillo como algunos obispos de la CEP han apoyado al Lagarto a lo largo de su mandato convalidando incluso la ruptura del orden constitucional y en contraparte han callado en todos los idiomas frente a la incapacidad y corrupción.
La posición de la jerarquía ha variado desde un silencio cómplice hasta apoyo explícito al avance del comunismo; sino recordemos el papel de la llamada “teología de la liberación” (nacida en los 60s) que solo ha fomentado la lucha de clases y hasta en casos extremos, como el triste papel del Obispo Beuzeville que en los 80s salió en defensa abierta de su sobrino Cox Beuzeville, miembro importante de la cúpula de Sendero Luminoso, cuando éste cayó detenido tras fugar de una cárcel. Hoy Cox cumple cadena perpetua.
Está claro lo que dice el Evangelio y la posición de verdaderos pastores como Monseñor Cipriani y hoy la de los Obispos Del Río, Eguren y García, por citar tres . La Iglesia Católica no debe tomar parte optando por un partido político pero sí por principios y sorprende que mire para otro lado y no se pronuncie contra el comunismo, enemigo de la Fe y de la Iglesia Católica a las que dice que son “el opio del pueblo”.
Qué diferencia a la hora de actuar del Monseñor Castillo y defender a su colombroño y quedarse callado frente a los maltratos que recibió Keiko Fujimori en Chota, por citar el fariseísmo a la hora de criticar a quién no le simpatiza o el caso del Monseñor Barreto en Huancayo, que tiene muchas cosas que explicar sobre su vida privada, y su posición frente a la corrupción que agobia esa región tan querida.
El mensaje de los pastores debe ser de paz y concordia, basado en la Palabra de Dios pero no puede ser cómplice ni menos parte de un intento de lavarle la cara al comunismo asesino.
Miles de sacerdotes y monjas han dado la vida en defensa de la fe. Monseñor Castillo y Obispos de la CEP aprendan de ellos y no de gente como la ex monja terrorista Nelly Evans o de un ex cura como Arana, promotor de odio y pobreza.
Al comunismo no se le apapacha o se le lame las heridas como muchas veces sucedió con los presos terroristas y el apoyo ingenuo que recibieron de la Comisión Episcopal de Acción Social (CEAS). Al comunismo se le combate no solo con la Palabra de Dios sino con la acción de los Pastores de la Iglesia Católica.
Basta de ser tontos útiles e incluso cómplices del comunismo, como viene sucediendo en diversas diócesis. Hay que levantar la voz. El silencio también mata.






Ojalá, fueran verdaderos pastores. Esos que gobiernan la Iglesia peruana, desde hace 20 años han sido formados en el sospechoso iset, y en la expuc, ambos llenos de izquierdistas de salón