
Por: Luciano Revoredo
La Comisión Episcopal de Acción Social CEAS está muy activa en los últimos días. publicando una serie de documentos y declaraciones con relación a las próximas elecciones. Lo cierto es que en su totalidad sus manifestaciones son deleznables, inconsistentes y alejadas de la enseñanza, la doctrina y la tradición católicas. Claro que conociendo la catadura de la mayoría de nuestros obispos en este momento eso ya no llama la atención.
La Conferencia Episcopal está tomada por una caterva de progres que pareciera que han abjurado de la doctrina católica. Siendo así, es comprensible que publiquen cosas como esta frase que atribuyen al cuestionado Cardenal Pedro Barreto: “El catolicismo respalda la pluralidad. Los criterios éticos van más allá de los católicos o creyentes”. O estas otras atribuidas al Monseñor Jorge Izaguirre (Presidente de la CEAS) que dice que “no hay partido ni voto católico. La iglesia tiene el deber de formar conciencia ciudadana para que se tomen las mejores decisiones”.
Claro que existe un voto católico, y este debe ser meditado no en función de las cantaletas liberacionistas de tanto cura mentecato, sino a la luz de la doctrina socialcristiana y la enseñanza bimilenaria de la iglesia. Por ejemplo, no es lícito para un católico votar por quienes promueven la ideología de género, que destruye a la familia y la inocencia de los niños, ni por candidatos que promuevan o permanezcan neutrales ante el aborto o la eutanasia. En ese sentido es muy claro San Juan Pablo II cuando dice en su encíclica Evangelium Vitae que «En el caso de una ley intrínsecamente injusta, como es la que admite el aborto o la eutanasia, nunca es lícito someterse a ella, “ni participar en una campaña de opinión a favor de una ley semejante, ni darle el sufragio del propio voto”».
Por su parte la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe en la “Nota Doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política ” enseña: «…la conciencia cristiana bien formada no permite a nadie favorecer con el propio voto la realización de un programa político o la aprobación de una ley particular que contengan propuestas alternativas o contrarias a los contenidos fundamentales de la fe y la moral»
Este debió ser el fundamento de los pronunciamientos de la CEAS, pero en cambio de eso nos han regalado un documento desastroso titulado CEAS: Cinco criterios éticos a tomar en cuenta para votar bien en las Elecciones Generales 2021 que plagado de lugares comunes propios de la verborrea vacía de los progres y desarrollado con el indigesto lenguaje inclusivo, no dice nada que no podría ser suscrito por un gran maestre masón o por el líder de un partido comunista.
Puro respeto humano vacío de fe, puro ente de razón, que no aterriza en la realidad de la doctrina y que en realidad repugna al espíritu y el intelecto católico.
Plantea en cinco puntos, Integridad, Bien Común, Liderazgo solidario, Protección de la vida humana y la creación y Propuestas pertinentes.
En cuanto a integridad, nada que nos distinga. Sobre el bien común sólo la vulgar aspiración al bienestar, sin desarrollar las funciones de la sociedad, el respeto al ser humano por su condición de hijo de Dios, ni nada. En liderazgo el típico manoseo de los pobres. El punto de Protección de la vida humana y la creación si es digno de un comentario aparte. Se trata de un mensaje a tono con el lenguaje globalista. La Pachamama, la amazonia, los impactos ambientales y el calentamiento global, los pueblos indígenas u originarios. Uno ya no sabe si lee al episcopado o a Green Peace. Nada de la verdadera defensa de la vida. En lo que respecta a propuestas pertinentes, más de lo mismo, género, ambiente e indigenismo.
Que deplorable. Cuan lejanos se ven los tiempos en que nuestros obispos daban la pauta de la vida social. Que daño le hacen a la iglesia y al país estos caviares con sotana.






Ya surgirá un nuevo Landázuri. Deo Volente
Lamento que un sector de mi iglesia manifieste este sentir. Están predicando otro evangelio y confundiendo al rebaño de Cristo llevándolo al despeñadero.