Política

SE BUSCA PRESIDENTE PARA EL PERU

Por: Gabriela Pacheco

¿Cómo podemos reconocer lo que es justo?

¿Cómo podemos distinguir entre el bien y el mal,

entre el derecho verdadero y el derecho sólo aparente?

Grandes recuerdos guardo de la cocina de mi casa, donde mi mamá nos preparaba de comer y a la vez nos contaba historias y leyendas. Cada relato estaba lleno de detalles que hacían volar nuestra imaginación y a la vez, nos dejaba una enseñanza. Recuerdo cuando nos contó sobre la coronación del Rey Salomón. En ella, Dios le concedió un deseo: lo que él pidiese, Dios se lo concedería. Nuestros ojos se abrieron con sorpresa y nuestras mentes imaginaron ingenuos e inocentes dones tratando de adivinar cuál era el mejor regalo. Sin embargo, Salomón que ya daba muestras de humildad y sabiduría no pidió ni larga vida, ni riqueza, ni la eliminación de sus enemigos, sino que Dios le concediera “un corazón dócil, para que sepa juzgar a tu pueblo y distinguir entre el bien y mal” [i]

Cuando el papa Francisco nos visitó en enero del 2018, el país enfrentaba significativos desafíos de gobernabilidad y problemas de corrupción. En este marco político, el Papa dio un discurso en el Patio de Honor del Palacio de Gobierno ante autoridades políticas y sociedad civil en el cual lanzó una pregunta difícil de responder ¿Qué pasa en el Perú, por qué los cinco últimos presidentes o están siendo investigados por corrupción o ya están en prisión cumpliendo condena por sobornos, fraude o tráfico de influencias?

¿Qué pasa en el Perú? repetimos ante una nueva situación de vacancia presidencial ¿Por qué los peruanos votan por el mal menor? O peor aún, ¿Por qué muchas veces en lugar de votar a favor de un candidato se vota en contra de otro? Para encontrar las respuestas adecuadas examinemos primero quiénes nos gobiernan y cómo nos gobiernan.

El ejercicio del poder político ha sido, desde la antigüedad, una de las cuestiones más complejas de la filosofía. Incluso los últimos papas de la Iglesia han hecho serias reflexiones sobre los fundamentos éticos de la autoridad que trascienden idearios políticos. En particular, Benedicto XVI[ii] y Francisco[iii] han propuesto modelos de gobernante que se nutren de la razón moral, la justicia y el servicio.

Si hemos de elegir a hombres íntegros con principios morales, personas cuya inteligencia, voluntad y libertad se pongan al beneficio del país, recordemos al arquitecto Fernando Belaunde. Tal como Benedicto XVI concebía al gobernante como un buscador de la verdad y garante del derecho, cuya autoridad se legitima por su servicio al bien común, ese presidente era Belaúnde. Un hombre probo, culto, honrado, incapaz de cometer un delito, asumió el deber ético y político no sólo de tener un desempeño intachable sino de dar lo mejor de sí mismo con todas sus fuerzas sensibles y espirituales. Sin embargo, este fino y gallardo presidente que soñaba con un país interconectado por grandes carreteras, promotor de proyectos de conjuntos habitacionales, con gran conciencia social que impulsó los comedores populares, no tuvo la firmeza suficiente para conseguir ni avances concretos en la economía (la devaluación y el desempleo crecieron durante su gestión) ni para el desarrollo del país y menos para detener el naciente terrorismo.

En contraposición al ideal clásico del político sabio y virtuoso, para sustituirlo por el del eficiente o del técnico, tenemos al ingeniero Alberto Fujimori, quien nos gobernó en dos periodos consecutivos. El ingeniero llegó al poder luego de un desastroso gobierno de quien nos prometió un “futuro diferente” y caímos en la bancarrota. Fujimori tenía la capacidad de deliberar rápida y eficientemente. No tenía miedo de tomar decisiones económicas drásticas a favor de los ciudadanos a largo plazo, aunque esto significara un alza radical del costo de vida. Gracias a él se superó la hiperinflación y pudimos reinsertarnos en la economía mundial. Entre sus aciertos figura la promulgación de una nueva Constitución; así como, un amplio programa de infraestructura vial, educativa y de salud en todo el país. Reformó el Estado, con la reducción de ministerios, despidos masivos y privatización de empresas públicas. Un hombre que no dudaba, firme y pragmático. Entre sus grandes logros figura la derrota del terrorismo, pero una sombra eclipsa su éxito. A pesar de que no existen pruebas directas de que Fujimori como presidente se haya aliado con el narcotráfico para combatir el terrorismo, sí hubo vínculos comprobados de corrupción con los narcotraficantes que se sostuvieron y se usaron políticamente.[iv]

Platón ya advertía que la corrupción surge cuando el alma se deja dominar por el deseo y el interés propio en lugar de la razón y la justicia. Así la ambición de poder y su insaciable afán de reconocimiento de Alberto Fujimori acabó condenándolo a una corrupción institucionalizada. Al mejor estilo de Goebbels, alimentó a una impresionante maquinaria para el control de instituciones judiciales y electorales, y para la manipulación de los medios de comunicación. Tal como Benedicto XVI advirtió sobre los políticos, “quita el derecho y la moral y se convertirán en una gavilla de delincuentes”.

Fujimori en complicidad con Montesinos no dudó en usar prácticas nefastas de intimidación con sus adversarios para conseguir sus objetivos, a través de sobornos, de chantajes o amenazas, todos tenían un precio. Incluso llegó a torturar a su esposa por no estar de acuerdo con él. El resumen de un gobierno con sesgos dictatoriales que nos procuró solidez económica y seguridad ciudadana, pero nos legó una camarilla de nuevos políticos conformada por individuos sin valores, carentes de honestidad e idoneidad para ocupar un cargo público.

Tras la renuncia intempestiva del presidente Fujimori y un gobierno de transición, se presentó un “candidato del pueblo”, humilde y de origen andino devolvió la esperanza a los sectores populares. Alejandro Toledo[v] gracias a una beca, estudió economía en USA, una maestría y un doctorado en Stanford. Era un gran ejemplo de superación y ascenso social, de lustrabotas a presidente. Tenía toda la preparación necesaria para ser un gran estadista, un conocimiento de la realidad nacional, una educación privilegiada fruto de su esfuerzo y una esposa culta que lo respaldaba. Sin embargo, pese al crecimiento sostenido y estabilidad macroeconómica o a los programas de infraestructura rural, nunca gozó de gran popularidad, ya que estuvo envuelto en actos de nepotismo, problemas con el alcohol y una paternidad no reconocida. Los bajos índices de aprobación se dieron en parte por la corrupción de su entorno político y el controvertido caso de Zaraí. La falta de valores morales fue su talón de Aquiles.

Otra gran decepción sufrimos con un economista y banquero de alto nivel, con estudios en Oxford y Princeton, trabajó en el Banco Mundial y el FMI, Pedro Pablo Kuczynski. Con una sólida formación académica, campeón nacional de squash y flautista en la Orquesta Sinfónica Nacional. Su sólida formación académica y humana se presenta como una persona disciplinada, perseverante y capaz de sacrificarse por un bien mayor. De carácter sereno, analítico y racional, fue débil ante la corrupción. Resultó una vergüenza nacional al declarar con ingenuidad que en efecto había recibido dinero indebido de Odebrecht, “Sí, hubo ingresos, pero pagamos impuestos de esos ingresos” [vi]

En pocos meses nos enfrentamos a una nueva contienda electoral. Nos esperan meses de debates, discursos y promesas; no obstante, el candidato que esté comprometido con la lucha contra la corrupción, llevará un paso adelante.

Si nuestra democracia se manifiesta débil, costosa e ineficiente es porque al electorado le falta madurez cívica. Cada ciudadano busca elegir un buen presidente, pero prevalece sus necesidades particulares sobre el bien común, por eso no elige sabiamente a quién debería gobernar, sino que busca quién lo beneficia. La crisis política que atravesamos como nación, es una crisis personal, de moral, de conciencia y de falta de criterios para escuchar la verdad y proteger la dignidad humana. No podemos seguir en la senda de “el fin justifica los medios” que revela un problema ético y cultural: el priorizar la eficacia o las obras sobre la honestidad.

Unos pocos idealistas darán énfasis en los valores morales y no en la capacidad de gobernar, y seguro acabaremos hundidos por la ineficiencia.  Otros más pragmáticos apostarán por el experto esperando que su trabajo sea impecable, pero, sin integridad terminará perjudicando a todos incluso a sí mismo. Según Maquiavelo, es lícito respaldar el uso de medios inmorales para lograr la estabilidad y el control del Estado, con lo cual ¿una ética utilitarista es aceptable?, ¿somos conscientes que si aceptamos esta filosofía nos convierte en cómplices de la corrupción? O peor aún, ¿estamos tan cansados de luchar o tan resignados a nuestra suerte que toleraríamos la corrupción mientras haya trabajo? Debemos evitar votar por quien “roba, pero hace obra” que tanto daño hace a la democracia y a la justicia.

Como diría Bismarck[vii]La política es el arte de lo posible” porque no se basa en ideales o utopías, sino en lo que realmente se puede conseguir dadas las circunstancias y limitaciones del momento. Ansiamos que el nuevo gobernante tenga mucho del rey Salomón; que no busque ni riquezas mal habidas ni ambición de poder; que gobierne con sentido de equidad y discernimiento moral; que mantenga la paz y el orden en el país; que demuestre capacidad organizadora y política; y que mantenga un profundo respeto a la dignidad de la persona y defienda la vida.

 

Lima, noviembre, 2025

[i] 1 R 3,9

[ii] Discurso en el Bundestag, septiembre 2011

[iii] Discurso en el Palacio de Gobierno, enero 2018

[iv] A través de su asesor político Vladimiro Montesinos.

[v] Actualmente condenado por corrupción por el caso Odebrecht

[vi]  Diciembre 2017

[vii] Canciller alemán Otto von Bismarck, uno de los políticos más influyentes del siglo XIX

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