
Por: Mgtr. Alejandro Morey Vargas*
Los avances de la inteligencia artificial (IA) están transformando el mundo laboral y la manera en que las organizaciones se relacionan con sus trabajadores. El impacto va mucho más allá de lo tecnológico. Desde la psicología organizacional, este fenómeno se observa en dos dimensiones. Por un lado, la IA es una herramienta poderosa que optimiza la productividad, libera a los empleados de tareas repetitivas y potencia competencias humanas de mayor valor. Pero, por otro, también genera incertidumbre, ansiedad y tensiones psicosociales que desafían el bienestar en el trabajo.
Los enfoques más tecnooptimistas destacan que la IA puede convertirse en un aliado estratégico del crecimiento profesional. La tecnología, señalan, no sustituye al ser humano, sino que lo potencia, permitiéndole enfocarse en actividades más creativas, en decisiones complejas y en la gestión de relaciones interpersonales, donde las máquinas aún no logran replicar la riqueza de las experiencias humanas.
En contraste, autores como Yuval Noah Harari advierten sobre un futuro más crítico. La automatización masiva podría desplazar entre el 40 % y 47 % de los empleos actuales. Otros especialistas no ponen tanto énfasis en la desaparición de puestos, sino en el riesgo de que los beneficios de la automatización se distribuyan de manera desigual. A pesar de las diferencias, hay consenso en algo: quienes no integren la IA a sus funciones corren el riesgo de perder competitividad, mientras que quienes se adapten podrán volverse más eficientes y resilientes.
Desde la psicología organizacional, los riesgos psicosociales son evidentes. El temor a ser reemplazado genera ansiedad y un estado de estrés sostenido que afecta la salud mental. A esto se suma el “tecnoestrés”: la presión de tener que dominar herramientas en constante evolución, lo que puede derivar en fatiga cognitiva y sentimientos de obsolescencia. También está el riesgo de aislamiento social. Como señala Santiago Bilinkis, en la medida en que las interacciones se medien por algoritmos, las habilidades de conexión humana pueden deteriorarse, afectando la calidad de los vínculos en el trabajo.
No obstante, no todo es pesimismo. Si se gestiona con responsabilidad, la IA abre nuevas posibilidades de bienestar. Herramientas inteligentes pueden personalizar la carga laboral, adaptar funciones a las fortalezas de cada individuo y contribuir al equilibrio entre la vida personal y profesional. Incluso existen aplicaciones capaces de detectar indicadores tempranos de estrés o depresión, lo que facilita intervenciones preventivas y programas más efectivos de salud mental.
La clave está en que las organizaciones asuman un rol activo. Invertir en capacitación continua, apoyar la reconversión profesional y promover políticas de bienestar son pasos indispensables. La historia muestra que cada revolución tecnológica elevó el nivel de vida promedio, pero también generó incertidumbre y desempleo temporal. Lo que distingue a la actual es la velocidad de los cambios, lo que hace aún más urgente preparar a las personas y a las instituciones.
En este escenario, la psicología organizacional se vuelve crucial. Aporta las herramientas necesarias para comprender los impactos emocionales, cognitivos y sociales de la IA, asegurando que el futuro del trabajo no solo sea más productivo, sino también más humano.
*Profesor del Departamento de Psicología de la Universidad Católica San Pablo





