EL CLAMOR DE LOS HERALDOS DEL EVANGELIO: OCHO AÑOS DE UN COMISARIADO SIN SENTIDO

Por: Luciano Revoredo
Hoy que la Iglesia Católica enfrenta desafíos internos y externos con urgencia, surge una voz que no busca confrontación, sino verdad y justicia.
Los Heraldos del Evangelio, esa Asociación Internacional de fieles fundada en 1999 por el siervo de Dios Mons. João Scognamiglio Clá Dias, han dedicado décadas a la evangelización con un celo incansable: formación de jóvenes en la fe, misiones en los confines del mundo, y un compromiso inquebrantable con la belleza de la liturgia y la doctrina. Sin embargo, desde hace más de ocho años, esta obra de Dios pende de un hilo por una intervención eclesiástica que huele a arbitrariedad: el comisariado impuesto por el Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. ¿El resultado? Un limbo indefinido que paraliza vocaciones, frena ordenaciones y siembra dudas en miles de familias que confían en esta familia espiritual.
Pero está claro que los Heraldos no se limitan a sufrir en silencio. Acaban de publicar un libro monumental que no es un mero testimonio, sino un grito de auxilio documentado y riguroso: El Comisariado de los Heraldos del Evangelio: Crónica de los hechos 2017-2025. Sancionados sin diálogo, sin pruebas, sin defensa. Coordinado por el eminente canonista Prof. Dr. José Manuel Jiménez Aleixandre –doctor en Derecho Canónico por la Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino (Angelicum) de Roma– y la Hna. Dra. Juliane Vasconcelos Almeida Campos, doctora en Filosofía, esta obra de más de 700 páginas, disponible en portugués, español e italiano, es un servicio al bien común de la Iglesia.
Hay que destacar que no nos encontramos ante un panfleto de rencor, sino una crónica imparcial, respaldada por un apéndice de documentos originales, que invita a todos –fieles, obispos, cardenales y al mismísimo Santo Padre– a examinar los hechos con la luz de la verdad.
Como bien dice el prólogo, “la verdad no teme ser conocida, porque es hija de la luz”, y este libro es precisamente eso: un faro en medio de las nieblas.
Todo comienza en 2017 con una visita apostólica, un procedimiento rutinario que, sorprendentemente, arrojó un informe favorable a los Heraldos. No se hallaron irregularidades graves; al contrario, se reconoció su vitalidad espiritual y su contribución al Reino de Dios. Sin embargo, en 2019, el Cardenal João Braz de Aviz, prefecto del Dicasterio mencionado, impone un comisariado indefinido bajo la figura del Cardenal Raymundo Damasceno Assis. ¿Las razones? Una nebulosa de acusaciones: supuesta desobediencia por admitir menores (cuando las familias, en un entorno estrictamente católico, asumieron plena responsabilidad), exorcismos “irregulares” (en realidad, oraciones de sanación autorizadas por obispos locales) y más de 30 procesos por presuntos abusos.
Pero aquí radica la injusticia flagrante: todos esos procesos –civiles y canónicos– concluyeron en sobreseimientos o absoluciones totales. No hay pruebas, no hay víctimas reconocidas, solo un eco mediático orquestado por oposiciones ideológicas que ven en el carisma de los Heraldos una amenaza a sus visiones progresistas.
El libro desmenuza esta cronología con precisión quirúrgica, desde los primeros rumores hasta el estancamiento actual en 2025. Revela cómo el comisariado ha paralizado la vida de la Asociación: desde 2019, no se han admitido nuevos miembros, ni se han realizado ordenaciones diaconales o sacerdotales. ¡Al menos cien sacerdotes potenciales han sido privados a la Iglesia por esta parálisis! Proyectos educativos truncados, seminaristas suspendidos, votos postergados indefinidamente. Es un “procedimiento kafkiano”, como lo describe la obra, donde los Heraldos no saben exactamente por qué están sancionados, ni hasta cuándo durará este exilio interno. Violaciones flagrantes al Código de Derecho Canónico –falta de diálogo, ausencia de pruebas y negación de defensa– salpican cada página, pero no con amargura, sino con un llamado a la caridad evangélica. “Donde no hay caridad, no puede haber justicia”, cita el texto, recordándonos que esta situación no solo hiere a los Heraldos, sino a la comunión eclesial entera.
Lo que hace de esta publicación un hito no es solo su erudición –fruto de una comisión de heraldos con sólida preparación académica–, sino su propósito pastoral. No ataca personas ni instituciones; al contrario, defiende el amor a la Iglesia y previene futuros excesos. Es una “obra tutelar”, motivada por la conciencia, que busca reparación equitativa y el fin inmediato de esta anomalía: casi treinta diáconos varados en el umbral del sacerdocio, familias desorientadas, misiones evangelizadoras frenadas en seco. ¿Cuánto más puede soportar el Pueblo de Dios esta antipatía imprudente, como la califica el libro, que pone en riesgo el futuro de una institución que ha formado generaciones en la devoción mariana y el ardor apostólico?
Apoyar esta causa es fidelidad al Evangelio. Los Heraldos del Evangelio representan parte de lo mejor de la Iglesia postconciliar: un laicado comprometido, una espiritualidad profunda y una obediencia filial que, paradójicamente, ha sido pisoteada en nombre de la misma obediencia.
El libro urge a las autoridades eclesiásticas y especialmente al Papa a revisar este caso con urgencia, permitiendo el diálogo genuino y la restauración plena. Gestos concretos, como los que el Pontífice ha tenido con otras realidades eclesiales, podrían confirmar a estos hermanos en la fe y sanar las heridas.
Que este clamor no se pierda en el ruido del mundo. Es hora de que la Iglesia, madre amorosa, abrace a sus hijos. En palabras de San Juan Pablo II: “¡No tengáis miedo! Abríos de par en par a Cristo”. Que este libro sea la llave que abra definitivamente las puertas de la fe, la esperanza y la caridad.






Excelente gracias!
Bravo bravo bravo y gracias por este artículo!!! Tenemos que luchar por defender la Verdad y eso es defender la causa de los Heraldos. Confiamos en que el santo Padre hará justicia
Impressionante como este artigo descreveu com intensidade os fatos que nos abalam diante de uma Igreja que ainda não conhece a Verdade apostólica que os Arautos professam. Olhai os frutos para conhecer a árvore. Esse dicasterio tentou apagar os frutos, mas está obra dos Arautos é consagrada a Santíssima Virgem, e a promessa dela é que “o meu imaculado coração triunfará!”. Tenhamos fé, Nossa Senhora do Bom Conselho iluminará com caridade a Verdade para aqueles que precisam conhecê-la.