Vida y familia

UNA PAUSA PARA LA HUMANIDAD

Por: Alfredo Gildemeister

Hace unos años leí la conocida obra del doctor Víctor Frankl: “El hombre en busca de sentido”, en donde el reconocido psiquiatra fundador de la logoterapia narra su terrible experiencia como prisionero en el campo de concentración de Auschwitz y todo lo que aquella espantosa vivencia significó para él: la soledad que sentía, el dolor, los sufrimientos y los diversos cuestionamientos que le generaron aquellos años vividos en el campo de concentración y como le sirvieron muchísimo para el resto de su vida, vida que por cierto cambió tremendamente para bien. De allí que Frankl pusiera a su libro ese título por lo vivido en esos años, lo cual le sirvió mucho para encontrarle el verdadero sentido a su vida. Hoy, en estos momentos en que escribo estas sencillas líneas, la humanidad sufre su Auschwitz, un alto, un parón, una pausa obligada en su historia, una tragedia, pero también una oportunidad de oro para darse cuenta que es vulnerable y que debe reencontrar su verdadero sentido.

Es irónico que el ser humano del siglo XXI, con toda su gran tecnología y desarrollo, viviendo en medio de un confort nunca visto, en una aparente seguridad otorgada por los bienes materiales de los que tanto goza y en donde al parecer ha puesto su corazón; este ser humano tan seguro de sí mismo, amparado en la seguridad del dinero y del poder, es irónico, repito, ver como hoy su modo de vida se ha visto tremendamente afectado por un microorganismo que ni siquiera es un virus, sino peor aún, una proteína, irónicamente creado por la gran tecnología. Este ser humano que ha cubierto su vida con múltiples pólizas de seguros contra incendios, robos, terremotos o salud, nada le asegura contra la única verdad cierta que afecta a todos los seres vivos de este mundo: que todos algún día vamos a morir. De este destino cierto nadie se libra. Y curiosamente, no existe seguro alguno contra este inconmensurable destino. Paradójicamente el virus del coronavirus o COVID-19, ha demostrado lo vulnerable y frágil que es el ser humano, que en cualquier momento puede ver su vida seriamente amenazada y en peligro. Se trata pues de una pandemia que afecta a todo el mundo, a toda la humanidad.

Ante esta pandemia, las reacciones son diversas. Unos entran en pánico, otros se preparan para vivir lo mejor posible el periodo de cuarentena, otros se lo toman a broma y no faltan algunos que egoístamente pretenden seguir con su vida como si no pasara nada, pudiendo contagiar o afectar a los demás con su comportamiento al mantenerse indiferentes ante las medidas de seguridad y aislamiento decretados por los diferentes gobiernos de los países del mundo entero. Causa mucha tristeza, pero no hay otra alternativa, ver como los enfermos con el virus van siendo hospitalizados solos, sufren su enfermedad solos y lo más lamentable aún, mueren solos, lejos de sus seres queridos, para ser enterrados solos. Literalmente nacimos solos y morimos solos.

Sin embargo, hay muchos otros que, además de tomar las precauciones del caso dictadas por las autoridades de salud de los países, ven con visión sobrenatural la pandemia que está afectando hoy al mundo entero. Muchísimas personas han comenzado a reflexionar sobre su vida y la verdadera razón de vivir. Esto los ha llevado a ser conscientes y ver como toda tu vida no solo puede cambiar en un instante -tal como lo estamos viviendo todos con la cuarentena en que tus hábitos, costumbres, gustos, placeres, etc. pasaron a un segundo plano- sino que puede termina para siempre, esto es, morir en un hospital literalmente solo, lejos de todos y punto. Así podría terminar tu vida. De allí que tus negocios, empresas, ahorros de toda la vida, planes de viajes y legítimas mejoras, etc. pasa en cuestión de segundos, completamente a un segundo plano, para pensar solo en sobrevivir a esta pandemia y que termine pronto. Estas reflexiones a su vez, están conduciendo a que muchísimas personas, autoridades, presidentes, reyes y personas comunes y corrientes, comiencen a pensar en Dios y a invocar a Dios.

Hoy en todo el mundo la gente ha empezado a recordar a Dios, a rezar, a pedir a Dios con humildad ante la vulnerabilidad de esta vida, que le permita vivir y que esta pandemia termine pronto. El quedarnos en casa en cuarentena no significa vacaciones. ¡Por favor! Todo lo contrario. Es pensar en los demás, cosa que hoy no se estila mucho que digamos. La gente ve peligrar con angustia su trabajo, su negocio, su dinero, el mantenimiento de su familia, su cónyuge e hijos, su vida tal como la venía “viviendo”, todo lo cual está haciendo que muchos comiencen a hacer lo que quizá en años no hacían: rezar, pedir a Dios, agradecer a Dios con humildad, reflexionar sobre su vida interior y mundana y ordenar su escala de valores, poniendo adelante lo que verdaderamente es esencial e importante en esta vida, dándose cuenta que ante este virus, de nada le sirve el dinero, el poder y los placeres a los que estaba tan acostumbrado. “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?” alguna vez preguntó Jesús. La forma egoísta de vivir del ser humano de hoy, en medio de un grosero materialismo y de un relativismo de valores en donde nada cierto existe, en donde Dios es dejado de lado y menospreciado, están pasando a un segundo o tercer plano, puesto que el ser humano en esta pausa para la humanidad que significa esta cuarentena, se está dando cuenta que, como le dijera Jesús a Marta: “una sola cosa es necesaria…” (Lucas, 10:38-42).

De allí que pareciera que este tiempo que estamos viviendo, conlleva una pausa para toda la humanidad, que se debe aprovechar, para que la humanidad reflexione sobre sí misma y cambie definitivamente. Muchas personas han empezado a reflexionar, a rezar, a meditar sobre sí mismas, su vida, su futuro, su familia, etc. y a empezado a rezar. Hoy muchas personas, al estar en sus casas con sus familias, ¡han “descubierto” a su familia! a su cónyuge, a sus hijos, han comenzado a “conversar”, a comunicarse, a conocerse de verdad y a unirse más, e inclusive, han comenzado a rezar juntos. En medio de esta tragedia o pandemia, en medio del dolor, sufrimiento e incomodidades, al igual que el hombre en el libro de Frankl, la humanidad se encuentra en busca de sentido, vive una pausa que esperemos que le sirva para reflexionar, encontrar y volver a lo esencial, al verdadero sentido de la vida, a una reconciliación con su destino esencial, Dios.

Para terminar con esta reflexión, me tomo la libertad de citar las palabras que hace poco un buen amigo mío escribiera en su Facebook: “Dios nuestro Padre nos da un gran regalo en medio de esta situación… Dios en el aislamiento nos regala la posibilidad de reflexionar, de revaluar nuestros valores, revaluar el rumbo de nuestras vidas. Hoy creo que lo que vivimos es un regalo de un Dios Padre que ve a sus hijitos perderse en la locura del materialismo, el consumismo, el poder, el desenfreno, el egoísmo, la guerra, entre otros y nos regala el aislamiento, para que reflexionemos y podamos revalorizar el camino de nuestras vidas. Aprovechemos este momento para ver nuestros corazones y sacar esos buenos sentimientos y valores que estaban empolvados, busquemos lo mejor de nosotros para sacarlo a relucir, solidaridad, amor, amistad, familia, respeto a los demás y por supuesto fe en Dios… empecemos por ordenar y limpiar nuestras vidas de manera que puedan ser enseñadas sin vergüenza a Dios”.

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