Política

TERQUEDAD, APRENDIZAJE E INDIGNACIÓN

Por: Luis Yunis

Los peruanos no solamente somos tercos, sino que creemos tener la razón, lo cual implica soberbia y arrogancia; de hecho, somos especialistas en decir que todos están equivocados e incluso iniciamos una conversación adelantando opinión en la creencia de ser dueños de la verdad, somos reyes del chisme y príncipes del maleteo e indudablemente discutimos hasta de lo que no sabemos.

Al respecto, ya se ha escrito bastante sobre nuestra idiosincrasia y se ha tratado mil de explicaciones de por qué somos envidiosos, mentirosos, calumniadores, serviles, abusivos con el débil cuando poseemos dinero, prepotentes cuando tenemos poder político, holgazanes, libertinos, irresponsables, desleales, deshonestos, acomplejados, ignorantes, mal agradecidos y otros antivalores sin que hasta el momento tengamos respuestas precisas de los motivos o causas, sólo tenemos ensayos a diestra y siniestra, que serán razones de otro artículo.

Y perdón, no es que lo diga yo con tanta ligereza, sino que me baso en lo dicho y escrito tantas veces por don Jorge Basadre, Gustavo Pons Muzo, Felipe Guamán Poma de Ayala, José Benigno Freyre, Víctor Raúl haya de la Torre, Luis Alberto Sánchez, el maestro Marco Aurelio Denegri, y otros intelectuales de renombre a lo largo de nuestra historia, y muy particularmente, por don Manuel Gonzáles Prada que resumió nuestra idiosincrasia en aquél discurso del Politeama en 1888, y que hoy sigue cobrando vida en casi todo el contexto del alegato y especial brillo cuando señaló aquello: “…de no tener militares y políticos a la altura”.

Sin embargo, a pesar de estas lamentables características de nuestras conductas que deberían habernos arrojado socialmente como país por debajo de Haití, gracias a la mano generosa de Dios, hemos tenido en nuestra historia republicana aislados hombres preclaros e insignes, que a costa de trabajo, dedicación y esfuerzo nos sacaron del pozo donde deberíamos estar, nos pusieron a duras penas en el lugar que ocupamos, para luego darles la espalda, arrojarlos al basurero y regresar tercamente en jalar del otro lado del desarrollo y del progreso e insistir en el camino de la inmundicia, de la porquería, de la desvergüenza y de la pobreza, porque desafortunadamente no podemos  despojarnos de esas taras que arrastramos como “ominosas cadenas”, conforme reza nuestro Himno Nacional.

Y tampoco debemos tener esperanza en aquella famosa frase de Gonzáles Prada en el mismo discurso, de 1888: ¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!, especialmente cuando nuestra juventud actual ha sido engañada y traicionada por la propia historia ocultándoles hechos que debieron conocer para que hoy sean ellos quienes enarbolen el liderazgo de la libertad y la democracia, sean ellos quienes batallen contra la tiranía de la ignorancia, del estancamiento en el cual estamos, de la maldita terquedad, estupidez y necedad en que estaremos envueltos por varias generaciones más; de tal manera, que sí podemos reafirmar viejos y jóvenes, luego de 138 años, la frase más polémica de González Prada: “En resumen, hoy el Perú es un organismo enfermo: donde se aplica el dedo brota pus”.

Y mientras tanto, seguimos siendo cómplices de la putrefacción por falta de decisión, de coraje y por tener completamente dormido aquel sentimiento que debería producirnos un intenso enojo y malestar por actos injustos, ofensivos y perjudiciales a nuestros semejantes y a la patria. En otros términos desconocemos el significado de las palabras aprendizaje e indignación, así que viejos y jóvenes sigamos soñando mientras el país se derrumba.

 

 

 

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