Política

¿TARA ELECTORAL?

Por: Alfredo Gildemeister

Nos encontramos a una semana de las elecciones municipales y regionales. Curiosamente -y no debería llamarnos la atención- la mayoría de los peruanos no tiene la menor idea de quienes se presentan a estas lides o en todo caso, ni idea de por quién votar para alcalde de su ciudad e inclusive de su propio distrito. Menos aun para presidente regional. ¿Falta de información, falta de difusión de los medios de comunicación, falta de propaganda electoral de los propios candidatos y partidos políticos sobre los candidatos y sus propuestas? Puede ser, pero la verdad sea dicha. Al peruano común y corriente por lo general esto le interesa un pepino, es decir, no le interesa ni se toma su tiempo para informarse sobre la hoja de vida de un candidato y sus propuestas electorales. El peruano promedio elige un candidato por otros parámetros. Es lo que hemos denominado una especie de “tara electoral” peruana.

Efectivamente, ¿En qué consiste esto? Consiste en que los parámetros bajo los cuales se elige a un candidato en el Perú son muy “personalistas”. Por lo general, no se elige a un candidato por sus propuestas o ideas, proyectos, programa político, ideario, plan de gobierno, etc. El aspecto “personal” es lo que interesa. Históricamente en el Perú, el electorado siempre se dejó llevar por aspectos externos al candidato: su simpatía, carisma, capacidad oratoria, generosidad de su campaña (obsequiar alimentos, gorras, polos, dinero como cancha, etc.). Las primeras décadas de la República peruana, el caudillismo se impuso (¿herencia española? España tuvo a Franco como su “Caudillo” durante 35 años). Posteriormente el “personalismo” del candidato fue destacándose más, hasta llegar a niveles insospechados, creándose “doctrinas políticas” sobre ellos, meras ficciones como lo son los “ismos”. Los partidos, sus ideas y propuestas no interesan. Para no extendernos más, en la segunda mitad del siglo XX, más que hablar de partidos políticos y doctrinas políticas, en el Perú se votó por el odriismo (Odría), pradismo (Prado), belaundismo (Belaúnde), bedoyismo (Bedoya), hayismo (Víctor Raúl Haya de la Torre), alanismo (Alan García), fujimorismo (Fujimori), toledismo (Toledo), humalismo (Humala), antaurismo (Antauro Humala), etc. incluyendo el reciente vizcarrismo (Vizcarrta) y el castillismo /Cerronismo (Castillo / Cerrón). Cabe mencionar hasta el montesinismo (Montesinos) como una especie de ¿conducta, ideario, forma de actuación? Vaya uno a saber.

Obviamente -salvo el caso de Haya de la Torre- los demás “ismos” no crearon doctrina ni ideario político alguno. De allí que vaya uno a saber por qué extrañas razones de orden sociológico y/o antropológico -los cientos de “politólogos” y “opinólogos” que hoy pululan como moscas, tampoco lo pueden explicar- en el Perú se crean estos “ismos” de la nada y se vota por personas en base a “personalismos”; se vota por individuos o “políticos” que en su vida crearon o idearon una doctrina política o al menos un simple ideario, y que ven a la política como un medio de vida para enriquecerse y vivir bien de por vida si es posible, sin importarles nada el Perú. El egoísmo y personalismo al máximo.

¿Cuáles son entonces los “argumentos” o” motivos” determinantes de peso por los cuales el peruano promedio elige a un candidato? Muy sencillo. Principalmente por su simpatía o carisma: si el candidato te sonrió, señaló con la mano al mejor estilo Bush, te dio un beso o un abrazo, es guapo o guapa, es “criollón”, collera, “se le ve buena gente”, bacán; o es “generoso” por no decir “regalón”: te regala durante su campaña dos tarros de leche, un kilo de azúcar, menestras o arroz, una botella de Inka Kola o de aceite al mejor estilo de Augusto Ferrando, o te obsequia polos, gorritas, casacas, lapiceros, llaveros, chapitas, etc. los peruanos se inclinan a votar por ellos. Luego dichos candidatos ni se acordarán de su “electorado”. También tenemos los que votan por los “candidatos profetas” que prometen: puestos de trabajo, riquezas, educación, salud, bienestar, pasarla bacán, plata como cancha en tus bolsillos, etc. Por último, tenemos al electorado que decide su voto por “lo que me han contado por ahí”. Estos electores por lo general deciden el mismo día de las elecciones y hasta en la misma cola antes de votar. Alguien te comenta sobre un candidato “que le han dicho” que es buena gente, simpático y que ha prometido el paraíso terrenal; o lo contrario, que no votes por el candidato X porque “ha escuchado por ahí” que no es buena gente, que es cuestionado por sabe Dios qué escándalos, que robó alguna vez o vaya uno a saber que más.

En fin, estos son algunos de los “importantes” parámetros o “argumentos” por los cuales gran parte del electorado elige a sus candidatos y vota. Es lo que hemos denominado la “tara electoral” de electorado peruano. ¿Qué se entiende por “tara”? De acuerdo al Diccionario de la Real Academia Española, el término “tara” significa un “defecto físico o psíquico, por lo común importante y de carácter hereditario”. La tara del electorado peruano constituye un defecto que se repite en cada proceso electoral y e hereditario de generación en generación. Ello debido a la gran falta de cultura democrática y política en nuestro país. Se vota por la persona o caudillo. No interesan sus ideas, programa político, propuestas, vida personal o familiar, si tiene o no prontuario, su pasado político o profesional, etc. La mayoría de candidatos hoy se “reciclan” o “reinventan” y nuestro cándido electorado, desmemoriado por naturaleza, cae mansamente en el juego y vuelven a votar por estos candidatos reciclados, reinventados, transfugados ene veces, etc. para pasadas unas semanas, arrepentirse de lo que hicieron. ¿Acaso esta tara es patrimonio del electorado peruano? No necesariamente. Lo vemos en otros países de América Latina e inclusive en países europeos como España. Pero… así son las cosas al menos en esta querida y folclórica tierra llamada Perú. Elijamos bien alguna vez. Con la cabeza y no con el estómago o peor aún, con los intestinos. De nosotros depende nuestro futuro, Después… no se quejen ni lloren.

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