Por: Publio Cortes de Lezo
Desde hace una década toda la porquería inoculada sin descanso durante 30 años alrededor del pensamiento social en las universidades de élite a lo largo y ancho de los EEUU, ha dado abundantes frutos y ha colonizado el ecosistema político-social de ese gran país. En EEUU el correctismo woke es una nueva forma de etiqueta social, indistinguible de una mala religión y muy similar a una secta…pero todo a escala monumental.
La ideología de género, la basura del correctismo social y político que establece que los sentimientos son más preciosos que la verdad, que la ciencia o que el mero sentido común, son ahora la forma oficial de comportarse en sociedad.
Al igual que los pantalones vaqueros, las hamburguesas o las bebidas de cola, todo lo que arraiga en EEUU acaba llegándonos por estos lares, lo bueno y lo malo se apunta a la moda sin dudarlo.
Toda esta montaña de detrito que infecta a la sociedad norteamericana y por extensión a todo Occidente, ha convertido las relaciones personales en un campo de minas y ha dividido a la sociedad en incontables grupitos, el número va en aumento, cada uno de los cuales cuenta con todo un catálogo de cosas que les resultan ofensivas.
Toda este pandemonio artificial se sostiene sobre los cinco vértices del pentágono conformado por los medios de comunicación, la industria del entretenimiento, las redes sociales e internet, el mundo corporativo, la publicidad y la política; es decir casi todo lo que nos entra por las orejas y las córneas. Netflix es uno de los campeones de este pentágono satánico, liderando el vértice del entretenimiento, empleándose a fondo para inocularnos esta absurda neo-religión.
Seguiremos con Netflix pero para que nadie se pierda empezaré con una breve descripción de dos términos que considero necesario conocer para poder brujulear por este bosque de guerreros de la justicia social, despliegue de virtuosismo, snowflakes y wokies. Explicaré qué es ser un woke y en qué consiste la práctica del virtue signaling.
Woke: Según el diccionario de Cambridge sería «un estado de conciencia, especialmente (sensible hacia) de problemas sociales como el racismo y la desigualdad» Podría traducirse como progre concienciado (o criptoracista piadoso) pero habría que añadirle dos matices. Un woke debe interpretar todo, hasta lo que menos puedas imaginarte, en clave de justicia social y debe estar ávido por mostrarse al mundo como alguien excelso en virtudes y siempre pendiente de no dañar a ningún grupito que según el clero woke se considere «especie protegida». Un woke debe estar siempre pendiente de anteponer los sentimientos y su ideología a tonterías como la ciencia, la razón, la historia o la verdad factual. Lógicamente los wokes, beatos de una severa religión laica, devengan en reprimidos y deben descargar tanta tensión acumulada. Tiene que ser agotador estar pendiente de no ofender a nadie, de comprarse un patinete con perspectiva de género o de decidir qué café de comercio justo y de cultivo sostenible tomarse… de esos que anuncia George Clooney y que luego resulta que es recolectado por niños de 9 años . Para descargar esas lógicas tensiones causadas por tanta autocontención, los woke tienen barra libre para desfogarse embistiendo al ser calificado como causa y origen de todos los males, el grupo que según su fe conformamos los seres de los que emanan todas las hieles y el mal que arrostra el planeta: el hombre librepensante.
Me explicaré. Dentro de la doctrina woke el varón es el equivalente del Demonio en otras religiones y el librepensamiento es sinónimo de pecado, así que hombre librepensante es un demonio pecador. Pero dentro de la pirámide de la cadena trófica del mal hay grados y categorías y en la cúspide habita el varón occidental blanco hetero y librepensante que es la quintaesencia del mal y origen de todas las desdichas que padece la humanidad. Pero ser mujer, no ser blanco o incluso no ser occidental no te salva, ni mucho menos de la quema.
Si eres mujer y librepensante es porque eres una hermana descarriada, puedes redimirte pero va a costar tela. Te podría ayudar ser por ejemplo lesbiana o negra, aunque si piensas mal te quitarán el carnet de mujer, de lesbiana y de negra porque una negra lesbiana con ideas propias que va por libre es una aberración en sí misma y por tanto el manual les explica que realmente no es una mujer ni es negra ni ná de ná…la otra opción que tiene un woke cuando se enfrenta a algo que se sale de las coordenadas de su estrecho manual, es sencillamente cortocircuitar, entrar en bucle o, en el mejor de los casos, salirse de la secta.
Nadie está a salvo. Una individua negra, homosexual, y de ideas izquierdistas puede ser sancionada si su manera de pensar no coincide con la manera de pensar que se le presupone a una mujer homosexual de piel oscura y de izquierdas. Como diría el botones que Xi Jingping tiene en la Casa Blanca (Joe Biden) «si no me votas entonces no eres negro». Cualquiera puede transmutar en un blanco heterosexual fascista machista y todofóbico ya que la pigmentación, los gustos sexuales, y el sexo no son lo que en realidad son (circunstancias heredadas y carentes de mérito) sino marcas de nacimiento que vienen pegadas a una forma de ver la vida y de sentir las cosas.
La ceguera racial (color blindness) que consiste en algo tan sensato como tratar a la gente de la misma manera sin tener en cuenta su raza se considera una actitud racista en el universo wokie. Tal cual lo lees.
Que los hispanos hayan votado a un candidato como Trump en mayor número que nunca lo han hecho por un candidato republicano por ejemplo es algo que sitúa a esos hispanos en el lado del mal y hasta una socióloga wokie, Christina Beltrán, profesora de análisis social y cultural en la Universidad de Nueva York, ha denominado esta inquietante paradoja que desafía las leyes de la física del correctismo como blancura multirracial (multiracial whiteness). De acuerdo con esta sacerdotisa woke:
«La blancura multirracial refuerza el enfoque deseado por el individualismo de ceguera racial»
La traducción de esta frasecita (publicó un artículo al respecto en el Washington Post) es que debes votar y pensar de acuerdo con tu raza o con tus genitales pero nunca según te pida tu cerebro porque si no lo haces eres un supremacista blanco y te conviertes en un demonio.
Tratar a la gente como imbéciles, como a disminuidos emocionales, como a niños de guardería, pensar que no pueden votar o actuar de acuerdo con sus ideas sobre fiscalidad, educación, cultura sino en plan rebaño de negros, amarillos, hispanos o verdes y siempre en clave racial o de identidad de lo que sea, es mucho más racista que llamar imbécil a un blanco imbécil o cretino a un cretino negro.
Todos tenemos derecho a pensar y a llamar a las cosas por su nombre y además es muy entretenido fundirles los fusibles a las hordas wokies.
Un woke, lo que viene siendo un progre concienciado, interpreta la realidad a través del filtro de sus prejuicios y está constantemente alerta para descubrir las derivadas de justicia social en todos los ámbitos de su existencia: su alimentación, sus relaciones sociales y sentimentales, sus hábitos de consumo, el lenguaje o la naturaleza. Un woke debe sentirse culpable y avergonzado por ser blanco, por no sentirse atraído por los transexuales, por comerse un filete, o por no decorar su casa con perspectiva de género. La mortificación y la penitencia perpetuas son consustanciales al estado de woke, especialmente si eres blanco y heterosexual, esos pecados originales son imborrables pero esos oprobios pueden ser mitigados mediante lo que se denomina el virtue signaling que vendría a traducirse como «exhibición de virtuosismo».
Los wokies son también conocidos como copitos de nieve (snowflakes) por su fragilidad emocional y su pureza. No obstante un woke justificará el vandalismo y la violencia si es ejercida por el grupo de personas adecuadas y por una causa justa, por lo que también son conocidos como Guerreros de la Justicia Social (Social Justice Warriors o SJW)
Un woke es muchas cosas pero sus principales cualidades son: es una persona reprimida, denota poca personalidad, le gusta seguir al rebaño, se comporta como un racista y como un fascista sin siquiera ser consciente de ello y salvo que haya sufrido una lobotomía un woke es un hipócrita farisaico de los más aventajados.
Virtue signaling: Consiste en desplegar y manifestar una bondad de corte progre para mostrar a los demás que se es un woke convencido. Enseñas el café de cultivo sostenible que compras, te arrodillas para pedir perdón a los de Black Lives Matter, te echas un cubo de agua helada por encima para «luchar» contra la esclerosis, sacas una foto de tu tesla eco-friendly, publicas tu foto junto a un transexual y dices que te parece muy atractiva (aunque sea mentira), le chupas las botas a un señor negro que no conoces para pedirle perdón por algo que no has hecho o pides que te maten a ti y no a otros. Se trata de exhibir tu cilicio muslero de la culpa para reclamar la redención que jamás vas a obtener.
Dado que en las redes sociales es mucho más fácil mostrar tu virtuosidad que desplegar un argumento lógico y que en la teología woke los sentimientos están por encima de los razonamientos, el virtue signaling es mucho más abundante que la lógica y los argumentos consistentes.
El virtue signaling, para que sea más «auténtico» debe ir acompañado de altas dosis de emotividad, si lloras tendrás mucha más razón, si te pones como una hidra en plan Greta Climática Thumberg tus argumentos serán más poderosos e inspiradores. Da lo mismo que el señor negro delante del que te arrodillas sea descendiente de traficantes de esclavos del Golfo de Guinea y que tus antepasados sean unos señores que no vieron un africano en su vida; da igual que tu café sostenible sea producto de la explotación infantil porque George Clooney es cool y dice que está muy concienciado; da igual que no contemples tener relaciones sexuales con transexuales porque lo importante es mostrar tu arrepentimiento.
En la imagen de más arriba sale un señor enarbolando un cartel en el literalmente pide que le maten a él porque su hermano negro es mejor que él. Este señor que exhibe su virtuosismo portando un enunciado absolutamente ilógico no aguantaría una entrevista de 5 minutos sin entrar en bucle. ¿Son todos los negros mejores que usted? ¿A quién le pide usted que le mate? ¿Es posible que haya algún negro malo o es algo que usted no contempla? ¿Sabe usted que más del 99% de la gente está en contra de matar a nadie? ¿Cree que matándole a usted se va a lograr algo? ¿De verdad es usted más malo que los más de mil millones de señores y señoras de color? Cuéntenos qué ha hecho usted para ser tan malo, confiese abuelo.
Lo realmente importante no es que tengas un discurso coherente sino que seas un fariseo o una plañidera que muestra a sus fologüers lo buena persona que eres para recibir tu dosis de gratificación inmediata en forma de shot de serotonina online.
El wokismo y el exhibicionismo de virtud van estrechamente ligados a la hipocresía porque es humanamente imposible que existan seres de luz capaces de cumplir con todos los mandamientos como los que impone el progretariado. A muchos y muchas wokies les gustan los coches con motores de 12 válvulas, o los chuletones , las chaquetas de cuero, o solamente los hombres nacidos con un pene de serie o las mujeres con vagina original y no con un rabo a una vulva de repuesto. Pero si eres wokie deberás ocultarlo mientras te fustigas en la intimidad por disfrutar viendo Rápido y furioso.
Ser woke o desplegar de forma jactanciosa tu virtuosismo sentimentaloide no es algo exclusivo de los individuos, también hay colectivos, asociaciones y empresas deliciosamente woke y siempre dispuestas a mostrar al mundo su virtuosidad de cartón piedra. De hecho el wokismo militante empieza a ser obligatorio en las empresas.
El wokismo en su forma más benigna se llama RSC (Responsabilidad Social Corporativa) que según define el Observatorio de la Responsabilidad social corporativa es :
«Una forma de dirigir las empresas basado en la gestión de los impactos que su actividad genera sobre sus clientes, empleados, accionistas, comunidades locales, medioambiente y sobre la sociedad en general».
Esta RSC, que suena tan bonita, es la clave de bóveda del capitalismo denominado de «stakeholder» o capitalismo de las partes interesadas que es el capitalismo al que el Doctor Klaus Schwab quiere conducirnos para que seamos lelamente felices por no poseer nada.
Coca Cola, Lego, Central Lechera Asturiana, Nestlé no se cansan de vendernos sus productos apelando mucho más a sus supuestos buenos sentimientos corporativos y su visión woke del mundo que a las características de sus productos. Es más importante, al parecer, comprarse algo de una empresa porque vista su logo con la bandera de la secta LGBTI que porque te den un producto que te guste a un precio competitivo.
Vayamos con Netflix pues.
“Apoyamos firmemente la libertad artística en todo el mundo, y únicamente eliminamos este episodio en Arabia Saudí tras haber recibido una petición judicial válida, y para cumplir con la ley local”.
Esta es la declaración oficial de Netflix al haber sido víctimas de un tirón de orejas de la dictadura saudita. ¿Su pecado? En una serie supuestamente cómica, «Patriot Act» había un capítulo en el que un actor estadounidense musulmán, Hasan Minhaj, comentaba como al periodista Khashoggi le trituraron e hicieron desaparecer del consulado de Arabia Saudita en Estambul.
Si tuvieran huevos en Netflix en lugar de ser tan nenazas habrían aguantado el pulso o habrían directamente abandonado sus negocios sauditas.
Eso sí, en el hall de entrada de sus oficinas centrales puedes oír cómo se te recibe con el mantra de «Stay Woke» por megafonía o un arco iris creado con secadores de pelo de diferentes colores para anunciar el regreso de la serie “Queer Eye” y el inicio del mes del Orgullo LGBTQI…Ni una de esas series las pueden ver en la tierra del «profeta».
Porque el wokismo se torna en «respeto por sus costumbres» cuando ser demasiado woke en países como Arabia Saudí tiene un impacto en la cuenta de resultados. De hecho al igual que un buen woke no concede a un no blanco la posibilidad de ser racista, a pesar de que ha habido esclavistas de todas las razas haciendo acopio de esclavos de todas las razas, tampoco concede a un no occidental la posibilidad de ser un facista.
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En la televisión, radio y medios generalistas grupos como Pabellón Psiquiátrico, Siniestro Total, Las Vulpes o Sex Pistols no son sino recuerdos bien enterrados en la videoteca porque sus letras podrían hacer convulsionarse a los guardianes de la fe correctensis.
El humor está en vías de extinción porque absolutamente todo puede ser ofensivo. En EEUU existe un interesante circuito universitario donde monologuistas y cómicos vienen desde hace años actuando ante las audiencias estudiantiles.
Los monologuistas ahora encuentran que las universidades son nidos de wokes 4.0, el que no es wokie prefiere callárselo, y donde desde el señor que pasala escoba hasta el rector viven sus vidas en la observancia del wokismo más prístino. En las universidades de EEUU habitan y se forman los wahabitas del wokeness. Las universidades y collages son canteras de la religión progretaria y seminarios en los que se forman los más sensibles y puros wokies.
A ver quién es el cómico que se atreve a contar un chiste capaz de no molestar a estos seres de piel tan fina. Cualquier cosa puede ser motivo para desencadenar un «trigger» (que alguien se vuelva loco) y que una estudiante no binaria que solo se cita con bisexuales encuentre micromachismo en la forma que tiene el monologuista de sentarse en el taburete.
Cada año la NACA (National Association of Campus Activities) celebra una convención a la que acuden distintos artistas para vender sus actuaciones y poder participar en el circuito de entretenimiento universitario en EEUU y Canadá. Los humoristas que se acercan a esta convención tienen muy claro que sus monólogos deben estar 100% exentos riesgos, nada en sus guiones debe ser capaz de desencadenar reacciones de ofensa, nada debe molestar o alterar siquiera levemente a un solo estudiante.
Resultado: Monólogos absolutamente ñoños que no arrancarían una sonrisa ni al público de una guardería. Los artistas van a esta convención con sus monólogos veganos y se guardan los buenos para el público adulto. Pero es lo que hay; si acudes a hacer humor a lugares donde los libros de Shakespeare o de autores griegos clásicos deben tener un «trigger warning» advirtiendo de que pueden resultar ofensivos, debes ir preparado para que se rían hablando del tiempo…o quizá ni eso.
Imaginaos en qué caja fuerte deben guardar el libro de la Celestina en las facultades de Literatura Española estadounidenses y todas las pegatinas de alerta para un libro de principios del siglo XVI titulado Libro de Calixto y Melibea y de la puta vieja Celestina…
Ahora ya no tienes excusa para no reconocer a un wokie, y si eres wokie te animamos a pasarte al lado oscuro: Tratamos a la gente como a adultos, padecemos ceguera racial, contamos chistes verdes y quien se ofende paga las copas porque se viene llorado de casa.
Va siendo hora de arrancar un proyecto muy bonito como el de rehabilitar a tantos congéneres y devolverles la libertad de pensar por sí mismos sacándoles de esa red de sectas destructivas e infantilizantes que les tratan como a tullidos morales y disminuidos emocionales. Chistes de mal gusto, dieta omnívora, aprender a decir piropos, reírse de las cosas, juzgar a la gente por su carácter y su personalidad no por su sexo o pigmentación serían algunas de las asignaturas para desprogramar a tanto ciborg que anda suelto.
La verdad total y didacticamente explicada.