Iglesia

LOS CUATRO SUEÑOS DE FRANCISCO

Por: Alfredo Gildemeister

En diversas ocasiones he tenido la oportunidad de viajar a la Amazonía. Una ocasión muy especial, por no decir de lo mas extraña, fue cuando a mi padre no se le ocurrió mejor cosa que mandarnos a mis hermanos, a mi madre y a mí, a nuestro primer viaje a Europa, directamente a París, Francia… ¡a través de la selva amazónica! Yo tendría 18 años. ¿A quién se le puede ocurrir? Solo a mi padre, pues decía que el viaje salía más barato. ¡Vaya uno a saber! El asunto fue que salimos en un vuelo de “Faucett” cargados de maletas con ropa de invierno, hacia Tarapoto. Luego de unas horas en esa ciudad en la que gozamos de la hermosa ceja de selva con sus montañas verdes que destacan por su belleza, aterrizamos en Iquitos.

En la capital de Loreto aprovechamos de conocer diversos lugares e internarnos profundamente en la jungla -a mi madre le encanta la aventura- terminando feliz uno de mis hermanos pescando pirañas con un anzuelo en una cocha apartada y oculta en la espesura, mientras yo me zambullía en sus aguas para refrescarme, con el jean puesto por si las dudas. Conversábamos con las comunidades nativas y nos contaban de sus problemas e ilusiones. Siempre con mucha amabilidad nos trataban de una manera tan cordial que era un placer escucharles hablar de sus vidas de cada día.

En Iquitos, terminada nuestra estadía, cambiamos a una línea de aviación brasileña –“Cruzeiro du Sud”- la cual nos llevó por diversos poblados nativos del Brasil, pues aterrizaba en cada uno de ellos, para finalmente terminar en la ciudad de Manaos, en el margen del rio Negro. Pasamos varias noches en esta ciudad famosa por su gran teatro de Opera, una belleza de recuerdo de la época de auge de la ciudad durante la era del caucho.

Luego de aterrizar y conocer algunos poblados más, llegamos a la ciudad de Cayena (Cayenne), capital de la Guayana francesa, y de allí recién partimos en un vuelo de Air France para la ciudad de Paris, Francia. Como si nada, habíamos cruzado la Amazonía a todo lo ancho, con sus cientos de comunidades nativas, razas, dialectos, creencias, grandes problemas y necesidades de las más elementales; pueblos, etnias y comunidades cada una con una cultura maravillosa y, por qué no decirlo, con cierta sabiduría de vida. ¿A qué viene toda esta historia?

Pues que recientemente, con fecha 2 de febrero del presente año 2020, el Papa Francisco ha firmado y publicado un importante documento: la exhortación apostólica postsinodal “Querida Amazonía”. El documento es fruto de las intervenciones, aportaciones, discusiones y temas tratados en el reciente Sínodo sobre la Amazonía celebrado en Roma entre el 6 y el 27 de octubre del 2019. En dicho documento, Francisco busca aportar un marco de reflexión sobre la realidad y la problemática actual de la gran región amazónica, así como llamar la atención sobre cuestiones “que no deberíamos olvidar”.

Para ello Francisco expresa cuatro grandes sueños que la Amazonía le inspira y desarrolla dichos sueños a lo largo de la exhortación. El primer sueño es el que denomina un “sueño social”, esto es, Francisco sueña con “una Amazonía que luche por el derecho de los mas pobres, de los pueblos originarios, de los últimos, donde su voz sea escuchada y su dignidad sea promovida”. El segundo sueño es el “sueño cultural”, Francisco sueña con una Amazonía “que preserve esa riqueza cultural que la destaca, donde brilla de modos tan diversos la belleza humana”, pero indicando con firmeza que promover la Amazonía “no implica colonizarla culturalmente sino ayudar a que ella misma saque lo mejor de sí. Ese es el sentido de la mejor tarea educativa: cultivar sin desarraigar, hacer crecer sin debilitar la identidad, promover sin invadir”.

El tercer sueño de Francisco es el “sueño ecológico” y sueña “con una Amazonía que custodie celosamente la abrumadora hermosura natural que la engalana, la vida desbordante que llena sus ríos y sus selvas”. Se trata de una región en donde el ser humano tiene una relación muy estrecha con la naturaleza. De allí que cita a Benedicto XVI, cuando decía que “además de la ecología de la naturaleza hay una ecología que podemos llamar ‘humana’ y que a su vez requiere de una ‘ecología social’… lo cual conlleva a que la humanidad debe tener siempre presente la interrelación entre la ecología natural… y la ecología humana”. El cuidado de la persona y del ecosistema son inseparables. Francisco denuncia: “una verdad insoslayable es que, en las actuales condiciones, con ese modo de tratar a la Amazonía, tanta vida y tanta hermosura, están ‘tomando el rumbo del fin’, aunque muchos quieran seguir creyendo que no pasa nada”. Finalmente, el cuarto sueño de Francisco es el “sueño eclesial”, en donde trata el rol de la Iglesia la cual “esta llamada a caminar con los pueblos de la Amazonia”.

A modo de conclusiones, Francisco habla de “tantas necesidades y angustias que claman desde el corazón de la Amazonía” y alienta a todos a “avanzar en caminos concretos que permitan transformar la realidad de la Amazonía y liberarla de los males que la aquejan”. El documento se lee con cierta facilidad y encierra toda una diversidad de aspectos que envuelven a la Amazonía y sus diversas problemáticas y necesidades. Vale la pena tomarse un tiempo en leerlo, más siendo nuestro Perú, un gran país amazónico. Quien haya visitado alguna vez la Amazonía y haya podido apreciar su belleza y grandeza, no solo desde el punto de vista de su belleza natural sino especialmente de su maravillosa gente, estoy seguro que jamás la olvidará, aunque tenga que recorrerla de un extremo a otro, tal como me lo aconsejara mi padre. Por algo lo haría…

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