Política

LO QUE NATURA NO DA, SALAMANCA NO PRESTA

Por: Manuel Aliaga Garfias
“Desnaturalizaron mi reforma”, denunció el Presidente Vizcarra en el Mensaje a la Nación.
¿Alguna vez alguien le explicó a él, a su equipo, a su Consejo de Ministros, a sus representantes en el Congreso, cuál es el rol del Poder Legislativo? ¿Alguien les enseñó cómo sentarse a conversar antes de proponer cambios sustantivos? Parece que no hubo quien les enseñara cómo son estas cosas.
Porque, en verdad, llevamos ya varias décadas sin verdaderos partidos políticos—es decir, sin escuelas de civismo, y sin maestros fogueados en el digno arte de la buena Política, dentro y fuera del parlamento.
Con nuestro pan nos lo comemos
Lo que está desnaturalizado es nuestro sistema representativo y ejecutivo. Hoy cosechamos los frutos podridos de décadas de abajamiento de los poderes del Estado, so pretexto de “democratización” y “anti elitismo”. Todavía puedo ver a los “iracundos” de antaño, directos predecesores de los insolentes actuales, inaugurando en la Asamblea Constituyente de 1978, y desde el populismo de izquierdas, ese nuevo estilo “no convencional”, “valiente”, “atrevido”, “airado”, “justiciero”, “cuestionador”, “contestatario” y “del pueblo”. Luego vendría más de lo mismo, pero cada vez peor, comenzando con el Congreso que resultó del “feliz” regreso a la institucionalidad en 1980. Desde entonces, en nuestras instituciones angulares, todo ha ido cuesta abajo.
Algunos hablaban de un “desborde popular y crisis del Estado”. Y lo hacían no sólo de manera descriptiva, sino incluso justificando y promoviendo la cosa. El desborde debía hacerse visible en las instituciones “representativas”. ¿Cuántos de nuestros políticos de hoy—jóvenes entonces—recibieron su “educación cívica” de esos intérpretes de la realidad, y muy especialmente de los congresistas teatreros de hace cuarenta años?
Por eso, al terminar el discurso, los energúmenos del presente, aplicadísimos herederos de los “atrevidos” del pasado, hicieron público alarde de “valentía”, y le gritaron “¡Fuera!” al Primer Mandatario, en plena Sesión Solemne, con ocasión del Mensaje de Fiestas Patrias. Como si con tamaña malacrianza hicieran patria. ¡Qué cosa más indigna y vergonzosa!
¿No vimos acaso a qué niveles de parálisis condujo ese estilo de “gobernabilidad” a fines de los años 80 e inicios de los 90? Hoy queda claro que muchos de quienes hoy “sirven” desde los poderes del Estado, y desde las instituciones que los alimentan, poco o nada aprendieron durante esos años.
“Síganme los buenos”
¿De veras cree el Ejecutivo que demuestra liderazgo reformista convocando a elecciones que sólo conducirán a otra versión de lo mismo? Pocas cosas son peores para la gobernabilidad de un país que tener en el poder a quienes guardan fe ciega en ser los buenos de la película. Tanto cuando tienen la sartén por el mango como cuando no, “los buenos” buscan siempre imponer su moralismo de comic, sea a punta de batacazos, o recurriendo al gimoteo pasivo-agresivo. Luego, los “superhéroes” protestan porque la realidad no se pliega a sus deseos. “La culpa es de nuestros archienemigos”, es el cuento que quienes se tenían por invulnerables luego venden en quioscos y bodegas.
La salida más efectiva (para el relato y estilo que manejan) sería que Vizcarra y todo el equipo de “los buenos” acordasen renunciar. Pero no. Dadas su demostrada carencia de visión, y su falta de iniciativa para el diálogo constructivo, el Ejecutivo sólo se muestra capaz de patear el tablero, de una manera u otra, pero para todos y como sea. Con ello demuestran que—aires de inocencia aparte—son, y siempre fueron, parte del problema.
“Propongo que la chiripa nos salve”
El gobierno no tiene posibilidad real de garantizar que el gesto grave y trascendente que ha propuesto conduzca hacia algo cualitativamente superior. Entonces, ¿qué propone el Presidente? ¿Un salto al vacío con la esperanza de que, gracias a un chiripazo providencial, para la próxima nos salga una aritmética parlamentaria más conducente? ¿Y si la apuesta no resulta? ¿Tenemos que resignarnos a que sólo a punta de golpes de suerte de duración incierta se pueda gobernar? ¿Es esa la visión que nos presenta, y ese el legado que aspira a dejarnos?
No, señor. No existen los mecanismos para esperar algo mejor. Esta propuesta no es sino una pérdida de tiempo. Un gesto vacío. Un intento de choque y fuga loca y sin norte. Cualquier reforma seria requerirá mucho más, y tomará liderazgo, compromiso, humildad, renuncia a la moralina y a los maximalismos iluminados, capacidad de diálogo, de negociación, de cesión, de autocrítica, de paciencia, perseverancia y visión, a lo largo de bastante tiempo. Virtudes que, desafortunadamente, hoy no se encuentran por ningún lado. Porque llevamos décadas sin cultivarlas, ni individual ni institucionalmente.
La pinta es lo de menos
Por todo esto, sólo podemos estar seguros de una cosa: la “salida” que se nos acaban de proponer “los buenos” sólo conduciría a más de lo mismo, aunque fuese de otro signo político. Tenemos el derecho y el deber de exigir más de nuestros líderes políticos.
Si el Presidente no se siente capaz de ofrecer más, que renuncie. Y si no quiere renunciar, que no pierda más el tiempo. Le toca asumir ya su liderazgo, desembarazarse de los termocéfalos de su entorno, rodearse de personas capaces de contribuir de manera constructiva a un gobierno dialogante, y ponerse a trabajar de una vez con el nuevo Presidente del Congreso. ¿Podrá hacerlo?

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