Por Alexander Dugin
La victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos es un acontecimiento histórico que tienen una gran importancia mundial, comparable a los sucesos de 1917 o 1945. Es el comienzo de un cambio fundamental del orden mundial que requiere un análisis y una explicación profundos. Sí, en Rusia mucha gente intentó conscientemente restar importancia a estas elecciones. Sin embargo, esto se hizo «para no dañarlas», porque el pueblo ruso es siempre cuidadoso con sus palabras y prefiere no decir todo lo que piensa. Y a veces incluso oculta lo que piensa.
Alguien como Putin
Los rusos esperábamos la victoria de Trump, contábamos con ella, aunque no lo admitiéramos. A menudo velamos nuestras expectativas de diversas maneras tratando de no perjudicar a Trump.
Creo que por eso nuestro Presidente apoyó a Harris: «Para no sabotearlo, prefiero decir lo contrario», con tal de no perjudicar al candidato que significaba para nosotros una oportunidad completamente diferente y nueva con respecto a nuestras relaciones con Occidente, especialmente con Estados Unidos, y en general para un nuevo equilibrio de poder mundial.
Trump no es sólo un candidato republicano (tampoco es el candidato habitual dentro de Estados Unidos con respecto a la política nacional o mundial), sino el inicio de una revolución mundial, una revolución conservadora. Y el hecho de que consiguiera ganar nuevamente, después de resistir toda clase de golpes durante la presidencia de Biden y ahora volver a la presidencia de Estados Unidos, significa que no se trata de un accidente. Ya nadie puede rebatirlo diciendo que es sólo un «fallo del sistema». Él es una tendencia, una forma de ser.
Esta tendencia se cimentó cuando Trump eligió a Jay Dee Vance como su vicepresidente, quien, por primera vez en la actual política estadounidense declaró explícitamente que hace parte de la «derecha posliberal». Esta declaración de Vance es muy significativa. La «derecha post-liberal» es la verdadera derecha, una que esta a favor de los valores tradicionales y en contra del gran capital. La derecha es fundamentalmente derecha conservadora, derecha «antiliberal», antiprogresista o, como él mismo dice, «posliberal». Y el hecho de que Trump haya ganado con Vance, un joven revolucionario conservador con una orientación ideológica explicita, significa que esta tendencia continuará en el tiempo.
Lo que ha sucedido no es una mera coincidencia, porque Trump no ha sido encarcelado, asesinado o eliminado. A pesar de que durante ocho años ha sido tachado incesantemente como «fascista» y «putinista» por los demócratas, el «putinismo» ha ganado en los EEUU: los estadounidenses han dicho…. «queremos a alguien como Putin».
No debemos esperar milagros y tomar Kiev
Rusia no debe esperar concesiones de Trump y su nueva administración. Tenemos que ganar la guerra en Ucrania, liberar todo el territorio de este antiguo país del régimen nazi. Independientemente de que Trump gane o cualquier otro escenario, resulta imperativo que ganemos la guerra. Como decía el antiguo cónsul romano Catón el Viejo, «Cartago debe ser destruida». En nuestro caso sería: «Kiev debe ser tomada». Nuestras tropas deben llegar a Lviv, después de haber liberado todo el territorio de la antigua Ucrania del yugo nazi.
Por supuesto, las condiciones de la paz que Trump nos ofrezca son importantes, pero se trata de una cuestión secundaria que se refiere al cómo formalizaremos nuestros avances hacia la victoria. Aquí debemos actuar con sutileza, astucia e inteligencia, pero entendiendo que la Victoria está por encima de todo.
Dicho esto, también deberíamos prestar atención a cómo es percibido Trump por parte de Kiev. El hijo de Trump, Donald Jr, Vance, Elon Musk y especialmente Tucker Carlson – entre otras figuras prominentes que han apoyado a Trump – desprecian abiertamente al régimen nazi ucraniano. Creen, con razón, que Zelensky y su junta fueron creados por la administración demócrata y que los globalistas los manipulan con tal de arrastrar a Occidente y a los Estados Unidos a la desastrosa aventura de Ucrania.
Kiev les paga con la misma moneda. Muchos de ellos figuran en la base de datos «Peacemaker», prohibida en Rusia, donde los nazis de Kiev disfrutan publicando información sobre sus enemigos y haciendo llamados a su destrucción física por métodos terroristas. Donald Trump Jr. y Tucker Carlson están en sus listas, es decir, que una parte importante de la futura administración Trump es vista por el régimen nazi de Kiev como enemigos.
Creo que tales injerencias llegarán pronto a su fin, aunque el apoyo a Kiev no cesara de inmediato. Es poco probable que Trump detenga todo de una vez y le diga a los rusos que acaben con la escoria ucraniana. La llegada al poder de los republicanos llevará a que se olviden de la guerra en Ucrania, incluso a que la dejen de lado, pues consideran que tienen otros problemas mucho más importantes como la decadencia de la sociedad estadounidense, la degradación de la clase dirigente, la corrupción rampante y el ataque a los valores tradicionales.
Por otro lado, es probable que Trump apoye a Netanyahu y sus ataques por todo el Medio Oriente. Lo cual, por supuesto, no es bueno para las poblaciones árabes. Además, EEUU intensificará su guerra comercial contra China, por lo que es posible que apoye activamente a Corea del Sur en su enfrentamiento con la RPDC. En otras palabras, la victoria de Trump no significa en absoluto que se vayan a resolver todos los problemas. Pero es un hecho que dejará de lado el conflicto ucraniano y buscará relaciones más pragmáticas que sean favorables para los Estados Unidos.
Obviamente, Trump responsabilizará a Biden de todo lo ocurrido. Incluso es posible que Biden, Kamala Harris y toda su camarilla, que desataron el baño de sangre en Ucrania, sean llevados a juicio. O quizás no, pero esa es otra cuestión. De todas maneras, Ucrania pasará al puesto número 15 de las prioridades estratégicas de la Casa Blanca dominada por Trump y Vance. Esta es una oportunidad que debemos aprovechar.
Hipotéticamente, Trump podría dar a Moscú un ultimátum bastante duro para que detenga inmediatamente la Operación Militar Especial, aunque tal escenario es poco probable, porque siendo un realista y un pragmático, Trump sabe que Putin jamás aceptará ese trato. Entonces, ¿cuál sería el resultado? Trump ha prometido detener la guerra y, en caso de que no lo haga, simplemente la dejará de lado. Es responsabilidad de los rusos alcanzar la victoria.
Trump no exorcizará a los demonios de Kiev, pues el nazismo demoniaco ucraniano es nuestro problema, nuestra carga, nuestro destino, nuestra prueba y nuestra tragedia. Y nosotros mismos debemos resolverlo. En cuanto al resto del mundo, creo que la llegada de Trump al poder es la única manera de evitar una guerra mundial, un apocalipsis nuclear y avanzar hacia la construcción de un mundo multipolar sin entrar en un conflicto con la hegemonía occidental. Trump tiene su propia visión de cómo Estados Unidos debe volver a ser grande. No a través del globalismo, el imperialismo democrático, la imposición de un modelo único a todas las naciones, como han tratado de hacer los liberales y demócratas a los Estados Unidos, sino de algo más.
La escisión del «Estado profundo»
Trump no habría podido ganar o, mejor dicho, nadie habría reconocido su victoria, si no existiera una división real al interior del «Estado profundo» estadounidense. En vísperas de las elecciones de ese país la popular revista conservadora estadounidense Man’s World publicó un artículo mío sobre este tema donde hablaba de que el «Plan A» de los globalistas seguido por todos los candidatos anteriores, tanto demócratas como republicanos, ha llegado a un callejón sin salida.
Como resultado, hoy Trump tiene una oportunidad única para implementar un «Plan B» relacionado con un orden mundial multipolar justo. Y por eso la reciente y triunfal acogida de la cumbre de los BRICS en Kazán no fue sólo un magnífico gesto, sino una forma importante de ejercer presión sobre las elecciones estadounidenses. Trump recibió carta blanca del «Estado profundo» para intentar una estrategia diferente con tal de preservar el liderazgo de los Estados Unidos en el mundo y que no lleve a una confrontación directa con el mundo multipolar.
Finalmente, es importante resumir unas palabras sobre la ideología de Trump, pues él no es un liberal, un globalista y en general se opone a la tendencia que sigue hoy el Occidente global con su apología de los LGTB, el posthumanismo, la anomia moral y la depravación total. Esta tendencia hacia un mundo posthumanista y posgénero es apoyada por los centros ideológicos, económicos, financieros y culturales occidentales. Bernard-Henri Levy, Yuval Harari, Klaus Schwab, los demócratas estadounidenses y la élite liberal globalista de todos los países del mundo defienden estas ideas. No es casualidad que Yuval Harari dijera que la victoria de Trump significaría «el fin de todo», pues es una catástrofe global para el futuro defendido por los liberales. Esa catástrofe ya ha llegado: es la catástrofe de los agentes del satanismo.
¿Y ahora qué?
Ahora bien, en estas circunstancias es importante que no nos olvidemos de nosotros mismos, que fortalezcamos nuestra soberanía y que eliminemos los restos de la sexta columna o los partidarios del liberalismo global con vistas a realizar esfuerzos aún mayores con tal de defender nuestros valores y construir un mundo multipolar basado en la soberanía de los Estados civilizacionales. Rusia debe fortalecerse firmemente como polo de poder y solo entonces un realista como Trump se verá obligado a reconocernos tarde o temprano. Esta será nuestra Victoria y asegurará nuestro futuro. No es un futuro fácil, pero es un futuro soberano para los rusos.