Política

LA TRAICIÓN DE BOLUARTE

Por: Hugo Guerra Arteaga

Desde la traición de Piérola a los defensores de Lima en 1881 jamás habíamos visto una actitud tan miserable como la perpetrada por Dina Boluarte en su mensaje del domingo.

Prácticamente ha dado un golpe de Estado porque, desconociendo la división de los poderes públicos, ha exigido que las elecciones generales sean en octubre de este año y se apresta a enviar un proyecto para obligar a que el próximo Congreso se aboque a la reforma total de la Constitución. Con eso pretende sacudirse de responsabilidades frente a la subversión e intenta que el Parlamento cargue con los muertos del terrorismo.

Constitucionalmente su planteamiento es írrito. No tiene capacidad de imponerle nada al Legislativo y sus proyectos pueden ir directamente al archivo sin previo trámite. Pero políticamente es una claudicación vergonzante ante la oclocracia que pretende imponerse en la calle y, peor, abre las puertas oficiales para atender el chantaje de los extremistas respecto a la ilegal e ilegítima Constituyente.

Esto evidencia, además, varias cosas: la primera es que Boluarte es una roja como que fue cajera de la banda delincuencial de los Dinámicos del Centro, vicepresidente de un Pedro Castillo de quien no se diferencia en nada; y ministra de los gabinetes que destruyeron al país durante año y medio. Por eso desde el inicio planteé que no confiáramos en ella y que si bien teníamos que aceptar la sucesión constitucional debíamos llevarla con rienda corta.

En su discurso público no se atreve a calificar de terroristas a los subversivos que tienen profundamente alterado al país; está sacrificando miserablemente a la Policía sin permitir que los efectivos utilicen sus armas de reglamento pese a que son diariamente masacrados por las hordas de vándalos como se ha podido presenciar en la asonada sangrienta de Lima el último sábado; y no da carta blanca para que el Comando Conjunto de la Fuerza Armada aplique los planes de pacificación del país.

Boluarte es parte ideológica de la conspiración internacional contra la patria; su posición paradójica como presidenta transitoria ya concluyó con su traición; y correspondería que dé un paso al costado o que sea vacada. El Perú merece un gobierno que rescate el principio de autoridad, imponga la paz interna, garantice la integridad territorial y organice una transición ordenada del régimen y que no avale elecciones precipitadas sin reformas políticas y electorales. Y que, además, repudie, como debe ser, cualquier posibilidad de constituyente.

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