Por: Luciano Revoredo
En teoría una Organización No Gubernamental (ONG) es una entidad sin fines de lucro que opera de manera independiente del gobierno y genera soluciones en ámbitos en que el gobierno no llega a hacerlo por la razón que fuere.
Su objetivo principal es en teoría abordar y resolver problemas sociales.
Las ONG deben por definición enfocarse en el bien común y asumir un compromiso con la mejora de las condiciones de vida y el bienestar de las personas y comunidades.
Lamentablemente esto no siempre es así y en la práctica se han convertido en eficientes maquinarias para el ingreso de fondos sin control que se derivan a la difusión ideológica, a la manipulación de los medios, al lobby parlamentario y gubernamental, al beneficio económico de sus mentores y a la imposición de una agenda ideológica.
En el Perú esta situación es clarísima. Es por esta razón que se ha planteado en el parlamento una iniciativa para que estas organizaciones que casi en su totalidad responden a la agenda ideológica del progresismo globalista, rindan cuentas de sus gastos.
Obviamente esto encendió todas las alarmas de la mafia progre y de la red internacional que los sostiene.
Lo más sorprendente en esta situación fue el pronunciamiento de un grupo de embajadas que manifestaba “Como socios de la cooperación del Perú, nos preocupa las enmiendas propuestas a la ley de creación de la APCI, que restringirían la capacidad de la sociedad civil para operar en un entorno propicio. Las democracias son más inclusivas, equitativas, estables y prósperas cuando la sociedad civil está plenamente empoderada para proteger y responder a las necesidades de los ciudadanos”.
Este comunicado fue firmado por las embajadas en el Perú de los gobiernos de Alemania, Australia, Austria, Bélgica, Canadá, España, Estados Unidos, Finlandia, Suiza, Reino Unido y la Unión Europea, entre otros. Lo que constituyó un acto de intromisión inaceptable en la política interna del Perú.
Situaciones como esta se han dado antes de manera más sutil, a través de artículos de los embajadores en los diarios o eventos ideologizados, por ejemplo. Pero este pronunciamiento ya fue demasiado lejos.
El debate en redes y medios fue amplio. Por una parte, los que veían esto como una intromisión de las embajadas, por otro quienes creemos en la soberanía nacional y que además nadie puede trabajar libremente en imponer agendas ideológicas manejando fondos del extranjero si dar cuenta de sus actos y gastos a nadie.
El debate llegó a su fin cuando el Canciller González Olaechea en la celebración del Día de Canadá en la casa del embajador de ese país, puso las cosas en su sitio señalando que el pronunciamiento no había sido ni feliz ni oportuno.
Gonzáles Olaechea también dijo que “para hablar de amistad se tiene que ser franco”. Añadiendo: “no puedo ser amigo de Pedro si Pedro en mi casa me dice algo altisonante”. Y concluyó frente al mismo embajador de Canadá y sus invitados con una frase de antología: “La diplomacia es el arte de hablar y a veces de callar”.
No se diga más.