
Por: María Ximena Rondón
Llegó la época más bonita del año. La que nos hace pensar que todas las cosas buenas son posibles. La que es capaz de derretir ese corazón que se congeló por los malos momentos experimentados durante todos estos meses y se abre al amor, al perdón y a la generosidad.
Esta generosidad suele canalizarse en dos frentes: hacia los necesitados y hacia la familia y amigos. Sin embargo, se ha perdido el sentido de la generosidad y su significado entre los deseos de impresionar con regalos a los seres queridos, en la practicidad o en las apariencias.
Sabemos que en la Navidad se celebra el nacimiento de Jesús y que este suceso representa la mayor generosidad de la historia, pues es el mismo Dios que entregó a su hijo para salvar a la humanidad.
Además, la Iglesia Católica presenta tres virtudes teologales que deben ser el eje de nuestro comportamiento cotidiano: la fe, la esperanza y la caridad.
Respecto a esta última, en la Navidad puede hacerse presente a través de algunos de los Cinco Lenguajes del Amor, desarrollados en el libro de Gary Chapman.
El “lenguaje” que nos compete es de “Dar Regalos”
Chapman expresa lo siguiente: .
“El regalo es un símbolo de ese pensamiento (en el otro). No importa si cuesta dinero; lo que importa es si usted pensó en él. Y no es ese pensamiento implantado en la mente solamente lo que cuenta, sino el pensamiento expresado al buscar y conseguir el regalo, y entregarlo como expresión de amor”.
Habría que preguntarnos si realmente damos regalos pensando en esa persona, lo cual implica lo que le gusta, lo que necesita y lo que representa la relación que se tiene con ella.
Otro aspecto que a veces no se toma en consideración es qué tanto uno conoce a esa persona para entregarle un obsequio como una “expresión de amor”. Esto implica haber pasado tiempo de calidad y haber compartido experiencias que forjaron esa relación.
Por otro lado, Chapman señala dos aspectos importantes para ser un “buen dador de regalos”: Es una inversión para la relación y el regalo de uno mismo.
El autor explica que cuando uno quiere dar lo que calificamos como “regalos baratos” (incluso solo por el hecho de ser baratos) estamos invirtiendo en nuestra propia seguridad (tacañería) y no en la de los demás.
En cuanto al “regalo de uno mismo”, indicamos que este debe incluir un “estar tú” o el toque personal. Podría tratarse de un regalo muy caro, pero si no hay una conexión interpersonal en él, podría perder su lenguaje de amor.
Por ello, el regalo “Perfecto” es aquel que se hace desde el lenguaje del amor.
Recuerden que “nadie ama lo que no conoce” y que no podemos perder la noción de que estamos entregando obsequios a personas, a quienes les apasionan ciertas cosas, atraviesan necesidades y que tienen una relación con uno.