Por Luciano Revoredo
Acorralado por las denuncias de corrupción y al verse sin salida legal, Pedro Castillo, el cabecilla de la organización criminal que ha tomado el gobierno del Perú, ha intentado un golpe de estado. En el mismo hecho de intentar el golpe está admitiendo su culpabilidad en todo aquello de lo que se le acusa.
En la víspera se le vio en un mensaje breve con aparentes intenciones conciliadoras. Pero tras escucharse una serie de revelaciones esta mañana sobre diversos actos de corrupción, coimas y demás fechorías, decidió en un acto desesperado disolver el Congreso de la República.
Su mensaje fue breve, se le vio muy nervioso, con un incontenible temblor en las manos. de lo que anunció se podría decir que tuvo fundamentalmente tres ejes, el primero acusar al congreso de todo tipo de infracciones y delitos, convocar a una asamblea constituyente y buscar el enfrentamiento entre los ciudadanos llamando a los gremios y comunidades a “defender” su decisión. Los ministros empezaron a renunciar de inmediato para no ser cómplices del delito cometido por Castillo.
La primera consecuencia de este golpe de estado es que el delincuente Pedro Castillo se pone al margen de la ley, por lo tanto, no corresponde acatar sus pretensiones golpistas.
La segunda es que el Congreso debe proceder de inmediato a votar la vacancia sin mayor debate y tomar juramento a la vicepresidenta Boluarte. Ya luego habrá que ver la forma de librarse de ella.
Esta noche Castillo debe dormir en prisión.
¡VIVA EL PERÚ!
