Por: Luciano Revoredo
De las redes sociales existentes, ninguna es tan política como Twitter. Ingresar al debate político en sus terrenos puede ser lo más directo y claro. Se ha convertido en la más rápida fuente de información. Pero en muchos casos también pierde su naturaleza de información e intercambio de opiniones, para convertirse en un verdadero campo de batalla en el que muchos de los participantes son identidades virtuales o falsas detrás de una careta.
La posibilidad de adoptar identidades o utilizar como nombre de usuario un alias, ha permitido el surgimiento de agresores compulsivos o muchas veces la creación de verdaderas tropas de odiadores al servicio de una causa remunerada.
Recordemos los troles vizcarristas que según se decía eran una legión de asalariados al mando de los primos de un prominente miembro de ese nefasto gobierno. Lo más sorprendente es como incluso presidentes y primeros ministros han entrado a ese campo de batalla comunicacional con sus propias cuentas y muchas veces entran al debate público directamente.
Está claro que resulta muy eficaz no tener que recurrir a las muchas veces tediosas emisiones de mensajes por cadena nacional, al poder dar mensajes que llegan directamente a la población en tiempo real y de ahí pasan a los medios tradicionales.
Un caso emblemático es el de Donald J. Trump que resultó tan zaragatero que terminó, en lo que muchos consideramos un atentado contra la libertad, con la cuenta cerrada. Las Big Tech tienen su corazoncito demócrata. Entre los hispanoamericanos destaca López Obrador en este afán de gobernar por Twitter, lo mismo que Nayib Bukele.
Sin duda, el tuiteo presidencial puede muy bien reemplazar por su rapidez y eficacia a muchas notas diplomáticas de pésame, felicitación o saludo, o incluso ser de gran utilidad en momentos de crisis.
Twitter con sus 240 caracteres resulta muy socorrido en esos casos. Lamentablemente también se ha usado de forma negativa para incentivar a la violencia y el odio en muchos casos. Ese es un gran peligro. En nuestro caso, se puede hacer un seguimiento de nuestra crisis política a través de los tuits de Castillo, Bellido y Cerrón.
Es más, muchos de ellos son aceleradores de la crisis. Al impresentable Bellido le debemos varios dígitos en la subida del dólar generados a través de sus imprudentes anuncios en Twitter. Un solo tuit de Bellido ha sido la causa de miles de millones en pérdidas para el país. Cerrón es otro incendiario que pretende manipular la opinión pública con tuits muchas veces agresivos y amenazantes, incluso contra los propios miembros del gobierno.
Por su parte, quien escribe los tuits de Castillo, ya que es impensable que él pueda redactar un párrafo coherentemente, nunca ha logrado transmitir una tranquilidad en la que el propio Castillo no cree. Así estamos.