Por: Giancarlo Vera*
Hace unas semanas, estuve en un colegio con alumnos de 5to de secundaria y les planteé la pregunta de por qué elegirían estudiar Educación. Fueron pocos, muy pocos, los interesados: “Me gustan los niños”, “quiero ser como mi profe Juan”, “soy bueno explicando el «tema» a mis amigos”, etc. Fueron motivos que, si bien pueden esconder la esencia de educar, dejaban la pregunta si realmente se entendía la importancia de estudiar educación. Lo cierto es que todos tenemos la experiencia de ser educados, pero no siempre comprendemos lo que es educar.
En relación con esto último, el pasado mes hubo una grave noticia: Aún miles de profesores no tienen título pedagógico en el Perú. Si bien hay excepciones, desde el 2003, este es un requisito en la Ley General de Educación. En el 2020, luego de 17 años (realmente, 17 años), el gobierno decidió dar 5 años más para cumplir esta obligación. Nuevamente, me pregunto: ¿De verdad entendemos la importancia de estudiar educación?
Probablemente, muchos lo entienden y otros, lamentablemente, no. Yo me pregunto: ¿Subiríamos a un avión con un piloto que no es un profesional de la aviación? ¿Buscaríamos atención médica con una persona que no es médico de profesión? ¿Confiaríamos las finanzas de un negocio a alguien que no tiene la profesionalización correspondiente? La respuesta es clara: De ninguna manera ¿Y por qué algunos piensan que se puede aprender educación “sobre la marcha”, ya enseñando en un colegio? ¿Por qué se considera que no es necesario tener título pedagógico? ¿Por qué hay tan pocos interesados en estudiar una carrera tan necesaria como educación?
Erasmo de Rotterdam lo afirmaba con contundencia: Educar es la ocupación más noble que existe. Para enseñar, para formar, se requiere una excelencia intelectual y moral; y no es para menos, ya que estamos encargando la formación de personas. Personas con una dignidad altísima y una complejidad única en la creación.
Tomás de Aquino afirmaba que el rol del profesor es comunicar la verdad; pero, para ello, el que enseña debe tener una visión profunda de este conocimiento. Esto no solo supone conocer una disciplina específica, sino poseer una cosmovisión, que permita introducir a los alumnos al misterio de la realidad total. Este es el marco para enseñar un conocimiento específico, y requiere que el profesor reciba una formación que supera el mero ejercicio práctico.
Entonces, ¿es relevante estudiar educación? Por supuesto que sí. Ello queda claro cuando comprendemos la finalidad de educar: Formar un ser humano, conociéndolo integralmente y comprendiendo cómo lograr su plenitud según su identidad. No bastan la psicología y sociología educativas (ambas de necesario estudio), sino que se necesita un conocimiento antropológico, filosófico y teológico, que permita aproximarse responsablemente al hombre a educar. Además, el profesor mismo está llamado a ser testimonio de plenitud y realización personal, habiendo desarrollado las virtudes que busca formar en sus alumnos. Esto, definitivamente, requiere una fina y compleja formación, humana y profesional.
Finalmente, un educador debe haber adquirido una visión profunda de la realidad, lo cual implica una maestría en el lenguaje y el desarrollo de una compleja capacidad de síntesis, integrando el conocimiento de las diversas ciencias (historia, literatura, filosofía, teología, ciencias naturales, matemáticas, etc.). Así, al enseñar una disciplina desde una sólida didáctica (otro ámbito de necesario estudio), no se comunica un conocimiento aislado ni se es un mero facilitador, sino que se busca la verdad y la perfección del intelecto.
Por lo tanto, no basta con aplicar un libro de texto de una editorial reconocida; no basta con ser un profesional de una disciplina particular. Como decía Guardini, el educador transmite el “todo” en la “parte”, y enseña la “parte” desde el “todo” de la realidad, y para ello, se requiere una alta preparación intelectual. Entonces, ¿es importante estudiar educación? Mucho más se puede comentar y profundizar. De mi parte, afirmo con firmeza: Sí.