
Por Juan Carlos Suttor
Escribo este artículo con mucha pena, con mucha tristeza y al mismo tiempo con mucha cólera, a raíz de la súbita muerte del congresista Hernando Guerra-García, en circunstancias en que no pudo ser atendido por una descompensación, en un centro de salud de Punta de Bombón, en Arequipa, porque este se encontraba cerrado desde las 7:30 PM y no había médico disponible.
No conocía a Nano personalmente, pero éramos recoletanos, él dos o tres años menor que yo. Su hermano Martín, ya fallecido también, estaba en mi promoción. En una época, antes de que fuera congresista, solía verlo en el Starbucks del óvalo Gutiérrez. Compartíamos un grupo de WhatsApp en el que alguna vez discutí con él por opiniones políticas.
Su partida, sin duda, es sumamente injusta y dolorosa, para su familia, para sus amigos y para los peruanos que veíamos en el a un político decente y con futuro.
El gran culpable, nuestro sistema de salud. El gran responsable, el gobierno. Y el responsable político, el ministro de Salud, que se mantiene en silencio y no tiene la vergüenza para renunciar.
El sistema de salud en el Perú es objeto de críticas constantes y descontento generalizado desde hace décadas. Algunos dirán que, a pesar de los esfuerzos de muchos gobiernos por mejorar la atención médica en el país, lo cual no creo, el sector salud sigue siendo una de las áreas más vulnerables, desatendidas, subdesarrolladas y corruptas de nuestra nación. Esta situación crítica tiene un impacto directo en la calidad de vida de los peruanos y refleja la negligencia crónica de los líderes políticos en abordar este problema esencial.
Está claro que uno de los problemas más apremiantes que tenemos es la falta de acceso a la atención médica de calidad para la población más vulnerable del país. A pesar de los avances económicos que el Perú ha experimentado en las últimas décadas, la brecha entre los ricos y los pobres persiste, y el sistema de salud no es ajeno a esta desigualdad. Las personas de bajos recursos a menudo se ven obligadas a recurrir a hospitales públicos abarrotados y mal equipados, donde las condiciones son precarias y la atención es deficiente.
La falta de inversión en infraestructura y recursos humanos es un problema constante en el sector salud peruano. Los hospitales y centros de salud carecen de camas, equipos médicos modernos y personal capacitado. Los médicos y enfermeras luchan por hacer frente a la alta demanda de pacientes, lo que a menudo resulta en largos tiempos de espera y una atención apresurada que pone en riesgo la vida de los pacientes. Es indignante que, en un país con recursos significativos, la atención médica sea tan precaria para tantos ciudadanos.
Otro problema que afecta gravemente al sistema de salud peruano es la corrupción. La corrupción ha socavado la eficiencia y la integridad del sector, y es un cáncer que ha estado presente en las instituciones gubernamentales durante años. Los informes de malversación de fondos, nepotismo y sobornos son moneda corriente en el sector salud. Esto no solo disminuye la calidad de la atención médica, sino que también pone en peligro la vida de los pacientes.
La falta de una atención médica preventiva adecuada es otro aspecto preocupante de nuestro sistema de salud. La mayoría de los esfuerzos se centran en la atención médica curativa, mientras que la prevención de enfermedades recibe una atención insuficiente. La educación sobre la salud y la promoción de hábitos de vida saludables son pasadas por alto, lo que resulta en una población con un alto riesgo de enfermedades crónicas como la diabetes y la hipertensión. Esta falta de prevención tiene un costo significativo tanto en términos de vidas perdidas como de recursos financieros.
La descentralización del sistema de salud, implementada en la década de 2000, también ha demostrado ser un fracaso en muchos aspectos. Aunque la idea era acercar la atención médica a las comunidades locales, la realidad es que muchas regiones carecen de los recursos necesarios para brindar atención médica de calidad. La falta de coordinación entre las diferentes autoridades regionales y nacionales ha generado un sistema fragmentado y desigual.
La pandemia de COVID-19 puso al descubierto aún más las deficiencias del sistema de salud peruano. La falta de camas de cuidados intensivos, la escasez de oxígeno y la ausencia de una estrategia efectiva de vacunación expusieron la vulnerabilidad del sistema ante una crisis de salud pública. A pesar de los llamados de alerta previos, los líderes políticos no tomaron las medidas necesarias para fortalecer el sistema de salud y enfrentar la pandemia con éxito.
Una vez más, la corrupción también se hizo evidente en la adquisición de suministros médicos durante la pandemia. Los escándalos de corrupción relacionados con la compra de pruebas rápidas, ventiladores y equipos médicos a precios inflados son un claro ejemplo de cómo la corrupción puede tener consecuencias mortales en el sector salud.
La falta de una visión a largo plazo y de un compromiso político real para mejorar el sistema de salud es uno de los principales obstáculos para el cambio. Los líderes políticos suelen centrarse en soluciones a corto plazo que buscan ganar popularidad, en lugar de abordar las deficiencias fundamentales del sistema. Además, la inestabilidad política crónica en el país ha llevado a cambios constantes en la dirección del sector salud, lo que dificulta la implementación de políticas coherentes y efectivas.
En resumen, el sector salud en el Perú enfrenta una crisis prolongada y profunda que afecta directamente a la calidad de vida de la población. La falta de acceso a una atención médica de calidad, la corrupción endémica, la falta de prevención y la ineficiencia en la gestión son solo algunos de los problemas que aquejan al sistema. Es imperativo que los líderes políticos reconozcan la gravedad de la situación y se comprometan de manera real y sostenible a mejorar el sistema de salud peruano. La salud de la nación y la vida de sus ciudadanos dependen de ello.
Ojalá la partida de Nano Guerra-García sea un mensaje divino de llamada de atención a nuestras autoridades.
No se menciona que todos los responsables políticos y sus familias se atienden en seguros privados. Razón el nulo interés en mejorar y/o reformar este sistema porque no lo viven.
La corrupción en otros sectores con addendas y plazos vencidos, es lo que resta dinero a las verdaderas necesidades
Mientras no se prohíban las addendas, a los contratos, salvó por fuerza mayor (terremoto, erupción volcánica, tsunami o huayco) en todos los demás casos, ejecución automática de las garantías, se ponen cientos de excusas, y el sufrido pueblo peruano carga con ellas y ahí sí la prensa cómplice mutis.