
La Sociedad de Beneficencia de Lima ha reabierto las puertas del Museo Taurino de la Plaza de Acho, un tesoro histórico que custodia más de dos siglos y medio de tauromaquia en América.
Este evento, que coincide la Feria Taurina del Señor de los Milagros, no solo marca el renacimiento de un espacio deteriorado por el tiempo, sino que reafirma el rol de Acho como epicentro de la identidad limeña y peruana.
Para entender la importancia de la reapertura del Museo Taurino, es esencial remontarse a los orígenes de la Plaza de Acho, un monumento que trasciende el mero espectáculo taurino para convertirse en un testigo vivo de la historia colonial y republicana del Perú. Fundada en 1766 durante el Virreinato del Perú, bajo el mandato del virrey Manuel de Amat y Juniet, la plaza representa el primer coso fijo de América y el tercero más antiguo del mundo, solo precedido por las plazas de Béjar y Zaragoza en España.
Su construcción fue impulsada por Agustín Hipólito de Landaburu y Ribera, un acaudalado funcionario colonial que invirtió más de 107.000 pesos de la época en un recinto de adobe y madera, materiales tradicionales que han resistido terremotos devastadores como el de 1746.
La inauguración, el 30 de enero de 1766, fue un evento de pompa virreinal. Los toreros peruanos Pisí, Gallipavo y Maestro de España lidiaban. El primer toro se llamó “Albañil Blanco”, de la hacienda Gómez en Cañete.
Antes de esta plaza fija, las corridas se realizaban en espacios improvisados, como la Plaza Mayor de Lima, donde en 1540 Francisco Pizarro mismo alanceó un toro, marcando los albores de la tauromaquia en el Perú.
La remodelación de 1944, dirigida por el ingeniero Francisco Graña Garland, amplió su capacidad de 7.000 a 12.000 espectadores y redujo el diámetro del ruedo de 90 a 60 metros.
Declarada Monumento Histórico Nacional en 1971 y parte del Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1991 (como integrante del Centro Histórico de Lima), la plaza ha sobrevivido guerras y terremotos
Hoy, a punto de cumplir 260 años, Acho no solo acoge la Feria del Señor de los Milagros –la más prestigiosa de América–, sino también conciertos y eventos culturales.
El Museo Taurino de Acho, inaugurado el 18 de octubre de 1962, surgió como parte de las celebraciones del bicentenario de la plaza, gracias a la iniciativa de familias limeñas apasionadas por la tauromaquia y el Patronato del Museo.
Ubicado en el Patio de Sombra, este espacio se erige como el museo taurino más completo del continente, albergando una colección inigualable de piezas del siglo XIX y XX: trajes de luces donados por toreros, fotografías, afiches, pinturas de Roberto Domingo, Carlos Ruano Llopis y litografías de Pablo Picasso entre otras muchas joyas únicas.
El museo no solo preserva objetos, sino que narra la evolución de la tauromaquia peruana, desde sus raíces virreinales hasta su esplendor moderno.
Sin embargo, había caído en un estado de condiciones deplorables. Filtraciones de humedad, deterioro de textiles y obras de arte únicas amenazaban con borrar este patrimonio irremplazable. Este abandono reflejaba un desafío que finalmente se asumió.
La reapertura, anunciada en junio de 2025 junto a los carteles de la Feria de Octubre, es el fruto de un proyecto integral liderado por la Sociedad de Beneficencia de Lima, propietaria de la plaza desde 1832, cuando Landaburu la legó al Hospicio de Pobres.
Bajo la iniciativa del expresidente Arturo Rubio y la dirección de Luciano Revoredo, se restauraron textiles, obras de arte y piezas históricas. Se uniformizaron marcos para una presentación coherente, y se diseñó un nuevo guion museográfico que recorre la historia de Acho: desde sus orígenes virreinales hasta su relevancia actual como espacio vivo. Las restauraciones en el taller de Inti Quiñones son notables.
La exposición temporal denominada “Acho en la Historia”, ahora accesible al público, destaca piezas emblemáticas: trajes de toreros legendarios como Juan Belmonte, Manolete, Joselito y Antonio Ordóñez; el reciente donativo de Rafael Puga –su traje de despedida–; carteles de tardes memorables; y grabados, acuarelas y óleos, incluyendo la obra de Picasso.
La reapertura del Museo Taurino no es un fin, sino un comienzo. Como ha anunciado la Sociedad de Beneficencia, el compromiso continúa con más restauraciones y programas educativos para posicionar a Acho como un espacio cultural relevante.

Gabriel Tizón, Arturo Rubio, Tito Fernández y Luciano Revoredo en la inauguración de la muestra





