Política

EL CAZADOR CAZADO

Por: Fernando Valdivia Correa

Le llegó la hora. Carlos Morán Soto ha dejado de ser ministro de Interior. Obligado a renunciar junto a José Luís Lavalle, siendo reemplazado este último por Max Iglesias como Comandante General de la Policía Nacional del Perú.

Algunos dicen que era su ministro preferido. Nada más carente de verdad. Vizcarra no tiene ministros, sino secretarios. Tampoco amigos y menos preferidos pues a la menor sombra o salpicadura que pudiese comprometerlo se sacude fácilmente y hace cambio de fajín (Heresi, Bruce). Contrario sensu es el trato que profesa a quienes por una razón u otra decide mantenerlos en el puesto incluso si existen serios cuestionamientos en contra (Trujillo, Lozada o Barrios).

Lo que sí era cierto, fue su comportamiento camaleónico al punto de ser considerado un todoterreno al servicio del precario inquilino de palacio de gobierno. Harto conocido son sus acciones efectistas, es decir de rédito político, aunque sin trascendencia alguna, como: i) la pretendida creación de la brigada policial contra la migración delictiva; ii) prohibición de ingreso de parlamentarios al hemiciclo luego del cierre inconstitucional por parte de su jefe; iii) incrementó la participación de la cuestionada División de Investigación de delitos de Alta Complejidad (DIVIAC) en la ejecución de operativos contra adversarios al régimen, al mando del arrabalero Coronel PNP Colchado; iv) no dar cuenta hasta la fecha del uso de los equipos de interceptación telefónica ubicados en la sede de la DINI; y v) designación de la defenestrada ex-ministra de Salud Elizabeth Hinostroza como su asesora.

Razones de su alejamiento forzado eran más que evidentes desde hacía mucho. Obvio que llama la atención la actual coyuntura. Inferimos que podría ser debido al desgaste que viene experimentando el gobierno en general y específicamente el sector interior con la cifra de policías muertos y contagiados por el Covid-19 (más de 20 y 2000, respectivamente); así como por las escandalosas sobrevaloraciones (CORRUPCIÓN) en la adquisición de mascarillas, guantes, alcohol, gel, etc.; es decir, productos considerados de necesidad básicas para nuestros héroes que salen a combatir esta terrible pandemia, en procura del bienestar de todos nosotros (La  República da cuenta que son cuarenta y cinco contratos por más de treinta y dos millones de soles comprometiendo a trece generales PNP). Agregar, el maltrato hacia efectivos policiales que reclamaban pruebas (test), mientras se dio el encubrimiento al entonces jefe de administración de la PNP Héctor Petit trasladándosele a un cargo administrativo. Y todo ello sin contar que la prensa aún no ha escudriñado en la adquisición de combustibles para los patrulleros y motocicletas, cuando son bien conocidas las compras fantasmagóricas en épocas no muy lejanas.

Se fue Morán, sin pena y mucho menos gloria, dejando tras sus pasos caos e incertidumbre en nuestra benemérita Policía Nacional del Perú. Gastón Rodríguez, su sucesor, haría bien en reorganizar este sector estratégico, empezando por desaparecer –o en el mejor de los casos de reorganizar– la temible DIVIAC, policía parapolítica de este régimen; además de preocuparse –y accionar– en la mejora de la atención a la salud de los miles de compatriotas policías que resguardan nuestras calles diariamente.

Dejar una respuesta