La columna del Director

ABUSO Y HOMOSEXUALIDAD EN LA IGLESIA TRUJILLANA

Por: Luciano Revoredo

Graves denuncias sobre abuso sexual al interior de la iglesia han sido revelados en los últimos días por el diario La República. (https://especiales.larepublica.pe/pederastia-en-peru/).

Se trata de diversos abusos que se habrían cometido a lo largo de años en la Prelatura de Huamachuco y el Arzobispado de Trujillo. Como se sabe, desde 1999 Miguel Cabrejos Vidarte es el arzobispo de Trujillo y es también presidente de la Conferencia Episcopal Peruana (CEP) y presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). Se trata de un representante de los sectores progresistas de la iglesia, gusta de ejercer el poder y sueña con ser Cardenal.

El informe periodístico se inicia con el testimonio del padre Esteban Desposorio y otro religioso que no revela su identidad. En ella, se menciona a 12 curas (nueve de Huamachuco y tres de Trujillo) que estarían implicados en casos de abuso sexual. Los testimonios son muy gráficos y la información abundante. Queda claro que la Prelatura de Huamachuco y el Arzobispado de Trujillo no han cumplido con proteger a las víctimas ni con sancionar a los culpables.

Monseñor Cabrejos a través de su Vicario General ha hecho público un pronunciamiento que no pasa de ser un lavado de manos. Parece olvidar que la Prelatura de Huamachuco es de menor jerarquía que el arzobispado, y más aún, que él preside la Conferencia Episcopal Peruana y por encima de todo eso es presidente nada menos que del CELAM, con lo cual tiene el peso y la autoridad suficiente para actuar con energía.

La historia se remonta hasta fines de los años ochenta, pero se hizo parcialmente pública en 2016 cuando la televisión nacional dio cuenta de una serie de denuncias sobre actos de violación sexual que involucraba a más de un sacerdote de la Prelatura de Huamachuco. Las denuncias involucraban a los sacerdotes Tulio Armando Montenegro Infante, William José Costa Serrano, Segundo Asunción Fernández Haro, Emeterio Mariscal Castañeda Muñoz, Marco Antonio Tito Valle y al mismo obispo de la Prelatura de Huamachuco Sebastián Ramis Torrens.

Oportunamente se realizaron denuncias ante el Ministerio Publico de la Provincia de Sánchez Carrión. El caso más grave era el de Tulio Montenegro Infante, acusado del delito de violación de la libertad sexual en agravio de Esteban Leónidas Espinoza Rojas, Ángel Bernardino Cachay Malo y Marco Antonio Rodríguez del Águila. Pero estos no eran simples ciudadanos, eran exseminaristas y actuales sacerdotes de la misma circunscripción. La modalidad siempre fue la misma, los denunciados ingresaban a la habitación de los jóvenes seminaristas para intentar obligarlos a la fuerza a mantener relaciones sexuales, la mayoría de los ataques se realizaron entre los años 1988 y 1991.

La respuesta que ha dado el presidente de la Conferencia Episcopal peruana ante estos escándalos es por demás indecorosa: “no es mi circunscripción”. Sin considerar que algunos de los sacerdotes involucrados luego han pasado a su arzobispado.

Lo cierto es que muchos fieles de Trujillo ya están cansados de la situación a la que Cabrejos ha llevado la iglesia. Se habla mucho de que habría también manejos irregulares de las arcas de la iglesia, hipotecas de sus bienes e incluso la desaparición de obras de arte y hasta altares. Se habla por ejemplo sobre que a raíz de ciertos arreglos de la catedral  han desaparecido varios elementos históricos como el gigantesco vitral de entrada que durante siglos era el distintivo de la catedral, en la última remodelación hace unos años desapareció y nadie sabe dónde está, igual sucedió con el hermoso altar que tenía y que en la mencionada remodelación desapareció, al igual que  cuadros que  fueron a restauración y nadie supo más de ellos. Se espera un pronunciamiento al respecto.

También ha trascendido que el señor arzobispo habría construido un bunker en los jardines del arzobispado en los que se realizarían diversas reuniones sociales con algunos sacerdotes de su entorno en las que se habrían cometido algunos excesos que son motivo de investigación.

Lo cierto es que la iglesia atraviesa una crisis muy grave. Se habla mucho de pederastia, incluso el informe de La República se titula PEDERASTIA EN PERÚ – BATALLA AL INTERIOR DE LA IGLESIA. Pero como se sabe la pederastia es la práctica sexual con niños o la atracción sexual de la persona adulta hacia niños de su mismo o de distinto sexo. En este caso no existe ningún niño. Lo que nos lleva a concluir que el problema es más bien la homosexualidad. Este caso se repite en el mundo. Se calcula que el 80% de los casos de abuso sexual por parte del clero es cometido contra hombres jóvenes o adultos.

Recordemos que el exnuncio del Vaticano en los Estados Unidos, el arzobispo Carlo Maria Viganò, acusó a las “redes homosexuales” de cardenales estadounidenses de trabajar en secreto para proteger a los abusadores. Tal vez estaríamos ante casos similares.

Sin embargo, para la Iglesia los actos homosexuales son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida y no proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual por lo que no pueden recibir aprobación en ningún caso. (Ver Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2357). Sin embargo hay un numero creciente del clero progresista que busca una flexibilización de estos conceptos.

Es el caso, por ejemplo del cardenal Danneels, recientemente fallecido que una vez escribió una carta al gobierno de Bélgica a favor de la legislación sobre el “matrimonio” entre personas del mismo sexo para poner fin a la discriminación contra los grupos LGBT. El cardenal Danneels también aconsejó una vez   al rey de Bélgica que firmara una ley de aborto en 1990.También dijo una vez que  el “matrimonio” entre personas del mismo sexo  era un “desarrollo positivo”.

Personajes como este o el Cardenal Blase Joseph Cupich, arzobispo de Chicago que en una oportunidad dijo “Creo que los términos gay y lésbico, LGBT. Deben ser respetados … Las personas deberían ser llamadas de la forma en que quieren ser llamadas en lugar de que se nos ocurran términos con los que quizás nos sintamos más cómodos”, o el jesuita James Martin, consultor del Dicasterio para la Comunión del Vaticano y controvertido por sus declaraciones a favor de la comunidad LGTBI.

Sin embargo, pese a estos dislates está la auténtica pastoral para personas homosexuales que se basa en lo que enseña el Catecismo de la Iglesia Católica, que considera que la persona homosexual debe ser plenamente respetada en su dignidad, y animada a seguir el plan de Dios con un esfuerzo especial en el ejercicio de la castidad. Este respeto no significa la legitimación de comportamientos contrarios a la ley moral ni, mucho menos, el reconocimiento de un derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo, con la consiguiente equiparación de estas uniones con la familia.

Esto es lo que dice el Catecismo al respecto:

2358 Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.

2359 Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana.

Habría que recordar al Monseñor Cabrejos que proteger quienes no quieren abandonar las prácticas homosexuales y las llevan al interior del clero se opone a la enseñanza de la Iglesia y con todo respeto recomendarle la lectura de la Instrucción sobre los criterios de discernimiento vocacional en relación con las personas de tendencias homosexuales antes de su admisión al seminario y a las órdenes sagradas de la Congregación para la Educación Católica., de noviembre de 2005, que prescribe:

La Tradición y el Magisterio confirman el homosexualismo como pecado grave, intrínsecamente inmoral, y su impedimento fundamental para acceder a las Órdenes Sagradas.

Desde el Concilio Vaticano II hasta hoy diversos documentos del Magisterio y especialmente el Catecismo de la Iglesia Católica han confirmado la enseñanza de la Iglesia sobre la homosexualidad. El Catecismo distingue entre los actos homosexuales y las tendencias homosexuales. Respecto a los actos enseña que en la Sagrada Escritura éstos son presentados como pecados graves. La Tradición los ha considerado siempre intrínsecamente inmorales y contrarios a la ley natural. Por tanto, no pueden aprobarse en ningún caso. […] La Iglesia, respetando profundamente a las personas en cuestión, no puede admitir al Seminario y a las Órdenes Sagradas a quienes practican la homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas o sostienen la así llamada cultura gay. Dichas personas se encuentran, efectivamente, en una situación que obstaculiza gravemente una correcta relación con hombres y mujeres.

De ningún modo pueden ignorarse las consecuencias negativas que se pueden derivar de la Ordenación de personas con tendencias homosexuales profundamente arraigadas.

 

 

 

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